martes, 5 de febrero de 2008

Hoy quiero llenarme de cosas cotidianas

Hoy quiero llenarme de cosas cotidianas, cruzar la calle en medio del ruido y del tráfico, comprar el pan en la esquina, el periódico en la plaza, caminar lentamente por las calles, percibir el suelo firme acumulado por tantos años de vida que me preceden y buscar un banco en donde sentarme, para ser las cosas que tanto me sorprenden porque suceden y son parte de mí aunque yo no existiera.

Nos mentimos. No hay nada más falso que un diario o una autobiografía. Ordenamos las cosas como si la narración de los hechos los dotara de más verdad. Ya sabemos que estos géneros del yo, en la teoría literaria, sólo se sostienen por un pacto de lectura establecido entre el autor y el lector, tal y como lo definió Philippe Lejeune. Cada uno cuenta su propia vida según los intereses del momento presente. Todos ocultamos, manipulamos o nos inventamos la información. Algunos llegan a creerse su propia mentira. La Historia de los individuos es, vista así, la acumulación de falsedades verosímiles. No menos lo es la Historia de la Humanidad. Cada vez que contamos por qué camino hemos llegado a nuestro presente elaboramos una mentira que deja de serlo porque nos constituye y, en ese momento, es la verdad de nuestro presente porque se ha integrado ya en nuestra identidad. Por eso los géneros del yo son mentira pero, a la vez, nuestra mayor verdad.

Uno de los recursos con los que elaboramos nuestra mentira es la selección. Por este procedimiento eliminamos todo lo que juzgamos superfluo o inconveniente y procuramos buscar un hilo de continuidad argumental en lo que nos ha pasado a lo largo del día, a lo largo de nuestra vida. En esa selección no entra ni siquiera lo que no percibimos aunque ocurra junto a nosotros, tan sordos que andamos por el mundo. Encadenamos los hechos buscando la causa y el efecto de lo que nos ha pasado, casi ansiosos de explicarnos nuestros fracasos por el destino o nuestros éxitos por el acierto de nuestras decisiones. En el fondo, como reconocemos que nuestra vida no es nuestra, intentamos contarla como si lo fuera.

Por eso conviene, alguna vez, echarse a la calle y pararse en mitad de una plaza, como yo ahora, a ver pasar a los demás a sus cosas, en décimas de segundos, oír el ruido del tráfico o de las obras, percibir el frío viento de esta mañana, el olor de la barra de pan recién hecha que llevamos en la mano, las miradas y los gestos de los que pasan junto a nosotros, fragmentos de sus conversaciones en las que nosotros no estamos ni estaremos porque para ellos no somos más que un raro personaje parado en la plaza. Y ser conscientes de que no asistimos más que a una minúscula manifestación de la vida en este planeta. También somos ese caos que a algunos les da tanto vértigo que lo niegan con saña, afirmando su yo por encima de todas las cosas; esta afirmación no es sólo aplicabe a nuestra historia sino a la de las naciones. Somos ese caos. Más aun que la amable versión narrada que nos damos a nosotros mismos y que con nosotros morirá cuando ya no estemos.

17 comentarios:

São dijo...

Parabéns, meu caro Pedro, pela lucidez e qulidade de escrita deste teu texto tão interessante!!
Que tenhas alegre Carnaval´, amigo!

Merche Pallarés dijo...

Pedro, lo que escribes me ha hecho pensar que muchos creerán que yo tambien miento contando mis historias pues no, soy tan primaria que aunque parezcan inverosímiles son verdad. ¡Mas quisiera yo tener la imaginación suficiente para inventármelas! Besotes, M.

Anónimo dijo...

La unica parte de nuestro cuerpo que dice la verdad es el alma, eso los que la tienen, los que no: Son unos mentirosos. (E.M. Cioran)

manzacosas dijo...

¿No te manifiestas un tanto pesimista, Pedro? Piénsalo. Aunque en ocasiones me ocurre lo mismo. Un saludo

jg riobò dijo...

Ya no me siento en los bancos desde que no espero a mi hija a que salga de las clases particulares y me falta.
Lo de los diarios me espanta por las razones que tan bien espones, por lo cual elijo para mi blog la forma de poemas.

Anónimo dijo...

La entrada de hoy da para un cursso (así, para compensar la que ayer se quedó entre los dedos) de crítica literaria. Difícil de comentar por los que sólo nos topamos con este tipo de textos en La Acequia. Sin embargo, me va gustando cada vez más “buscar el misterio, clave de las cosas”.

La estructura de los cuatro párrafos es similar: el autor nos guía desde una observación de lo cotidiano a un pensamiento profundo donde engarza con maestría el yo, el espacio, el tiempo y la muerte.

Sobre todo el primer párrafo desprende un aroma de homenaje al poeta que acaba de dejarnos:
“Para que yo me llame Ángel González
Para que mi ser pese sobre el suelo… “

La imagen del tráfago cotidiano de una ciudad con una grúa en primer plano levantando un paso, ilustran perfectamente el texto.

Unknown dijo...

La Historia de los individuos es, vista así, la acumulación de falsedades verosímiles. No menos lo es la Historia de la Humanidad
Además de un montón de miserias, que ahí están y son patrimonio de todos... y a pesar de todo siguen existiendo momentos buenos como son los cotidianos (no hay que perderlos de vista)

Anónimo dijo...

pasear por las calles sin nada que hacer, sólo observar y mirar, es algo estimulante.

un abrazo.

Anónimo dijo...

A vos te gusta disfrutar de lo cotidiano, a mí, me encanta imaginar historias a partir de pedacitos de la vida de distintas personas que capturan mi atención, en un momento dado.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Las pequeñas verdades de lo cotidiano, hacen el orden en el caos...nos inventamos o nos reinventamos...es que aunque parece lo mismo, no lo es.

Salud Pedro

PILAR dijo...

Me has recordado a la mentira.
Cuánta mentira, de las piadosas como me decían de niña y de las que te pueden amargar la vida. Un falso testimonio, por ejemplo.
Una calumnia. Una invención.
Se miente, sí, se miente mucho. Unas veces por autodefensa y otras por hipocresía. Y otras, las peores conscientemente y para hacer daño.
Por cierto, Pedro, no hay cosa mejor que ver la cotidianidad de cada día. A mi, me ocurre, como le pasaba a Javier, que a veces tengo momentos muertos cuando espero a alguno de mis hijos, y que intento darles vida, observando y contemplando.

Anónimo dijo...

Eché una cabezadita y desperté totalmente despejada. Recordé que no pasaba por aquí desde hace un par de días. Busqué "La acequia" por la red, es la primera acequia que me aparece en la pantalla (y yo lo agradezco). Leo el título "Hoy quiero llenarme de cosas cotidianas", leo el texto, y me deja un maravilloso sabor a boca...
porque en la rutina diaria lleno "mis días" de cosas cotidianas, antes casi imperceptibles, porque igual que Clara, imagino las vidas a partir de pedacitos de vida...

Anónimo dijo...

... y porque me gusta observar para decidir después lo que quiero y no quiero ser...

Pedro Ojeda Escudero dijo...

SAO: no hay mejor época para llenarse de cosas cotidianas que el Carnaval, amiga.

MERCHE: Sabes que no lo decías por ti. Es una reflexión teórica sobre la forma de narrar el yo. Tus textos atrapan precisamente por el calor de la sinceridad. Besos.

DARGOR: Cioran se equivoca en la mitad del enunciado. El alma es mentirosa hasta en su existencia. Así que...

MANZACOSAS: ¿pesimista? No, querido amigo. Es una reflexión a partir de la teoría literaria sobre la autobiografía. Escribirnos es siempre mentir. Sin embargo, como he dicho en el texto, esa mentira es lo que nos constituye. Fíjate si no es pesimista el texto que lo que pido es que salgamos de nuestro egoísmo para ponernos exactamente en el contexto. Ni el Sol es el centro del Universo, ni la Tierra lo es del Sistema Solar ni la Humanidad es la clave ni cada uno de nosotros es el protagonista más que de la propia vida individual. Y ni así.

JAVIER: El Diario es la mejor verdad que tenemos, al ser la mayor mentira. Paradoja del yo. Hay que volver a sentarse en un banco de vez en cuando.

PANCHO: Magnífico análisis. En efecto, tenía el poema de Ángel González en la cabeza al redactar el primer párrafo que, en su primera redacción, tenía forma de poema. Gracias por fijarte en la foto.

MAFALDIA: en efecto, no hay que perderlos nunca de vista porque nos ayudan a buscar nuestro verdadero sitio.

FERNANDO: no sólo es estimulante, es una de las cosas más placenteras que podemos hacer.

CLARA Y PEPE: esa es la segunda parte, imaginar la vida de los que pasan junto a nosotros. Apasionante.

MANUEL: no lo es, en efecto, por eso hay que tener en cuenta el caos y nuestro orden como algo complementario. Salud.

PILAR: tengo la idea de que la mentira está en nosotros en una proporción mucho más elevada que la verdad. La observación calmada cuando todo el mundo va acelerado denota mirada e inteligencia, Pilar.

DONCE: aquí te espera La Acequia siempre. Y sí, es emocionante imaginar la vida a partir de esos fugaces encuentros. La imaginación nos ayuda a ir por la vida.

ANÓNIMO: esa es una de las claves de la observación. Algunos, sin embargo, sólo ven su propio ombligo y andan muy perdidos.

Gracias a todos por vuestros comentarios.

Anónimo dijo...

Pedro (si me permites el tuteo), el anónimo era mío, es que siempre se me olvida algo y siempre tengo que añadir...
Y observo, y lo ingiero, y sé que aún se está rumiando porque todavía ando bastante perdida.
(Eres muy amable)

Antonio dijo...

Me permito entresacar una parte de tu texto hacia la que he sentido una conexión total y absoluta:

"Por eso conviene, alguna vez, echarse a la calle y pararse en mitad de una plaza, como yo ahora, a ver pasar a los demás a sus cosas, en décimas de segundos, oír el ruido del tráfico o de las obras, percibir el frío viento de esta mañana, el olor de la barra de pan recién hecha que llevamos en la mano, las miradas y los gestos de los que pasan junto a nosotros, fragmentos de sus conversaciones en las que nosotros no estamos ni estaremos porque para ellos no somos más que un raro personaje parado en la plaza".

Mirar de reojo hacia la cotidianeidad ajena puede ser entretenido, a veces reconfortante, y da para pararse a pensar en cómo cambiaría tu vida si, de repente, se iniciara una conversación con alguna de esas personas en las que has reparado y que, de otra forma, difícilmente volverías a ver. Tampoco es que sea yo de los que dan palique a los desconocidos en la calle, en la gasolinera, en el tren..., pero sí me planteo la duda. Lo que sí he aprovechado alguna vez ha sido la condición de periodista, aunque fuera sin venir a cuento, para hablar con algún 'paisano' en la visita a algún pueblo que para cualquier otro podría ser insignificante pero que, como todos, es único.

Salud.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

DONCE: tuteo permitido. Ya somos dos buscándonos.

ANTONIO: es la única forma de conocer lo que te rodea. Lo malo es que estamos creando una sociedad en la que si alguien te habla te sientes amenazado. Saludos.