Conocí a Fernán Gómez entre bambalinas. Él estaba de gira con su compañía representando El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca. Se encargaba, como primer actor y director, del papel de Crespo -de hecho se autoparodia en El viaje a ninguna parte-. Debía ser, por mis cuentas, en el invierno de 1981. Aunque recibió el Premio Mayte por aquella obra, recuerdo la propuesta demasiado plana, sólo correcta. Y al reparto muy desigual sobre el escenario y la ejecución sin unidad, a la manera de las compañías antiguas.
En su deambular por provincias, las compañías de entonces contrataban figurantes para determinadas cosas: hacer bulto en las escenas corales, entregar objetos a los actores en escena, o recogerlos. Por aquella época yo tenía acceso directo al viejo Auditorio de la Feria de Muestras de Valladolid, en la que fue a recalar la compañía de Fernán Gómez. Y me vi vestido de campesino, recogiendo la mesa en la que acababan de departir los protagonistas o nutriendo el grupo de hombres del pueblo en la escena final.
Fernán Gómez aparecía en el teatro unos pocos minutos antes de la representación, no hablaba prácticamente con nadie y cuando estaba caracterizado se paseaba haciendo ejercicios de voz. Al salir a escena se trasformaba y dominaba la atención del público. Me sorprendió, porque me lo esperaba de otra manera. Apenas tenía relación con el resto de la compañía y se limitaba a ser el mejor sobre la escena.
Luego supe que descreía ya del teatro, lo que le llevó, años después, a abandonarlo y la decisión también la tomó con otra representación de la misma obra. No soportaba la repetición diaria ni las luchas internas y envidias de toda compañía. Tampoco le llamaba la presencia del público tan cercana. Se hizo huraño y profundizó en esa imagen pública que hoy tenemos de él. Prefería el cine y comenzaba su labor literaria.
Fernando Fernán Gómez ha sido uno de los mejores actores españoles de siempre. Yo le prefiero en el cine porque no tengo buenos recuerdos de las veces que lo vi actuar sobre la escena y porque en el cine he admirado, como todos, sus actuaciones soberbias en cuyas miradas, gestos y tonos había un tratado del buen actor. Fue un gran director, que se prodigó poco pero casi todo lo que hizo en este sentido fueron obras maestras. Fue, también, un gran escritor. Sin peros.
Conté mi experiencia en una reseña publicada en una revista, no sé si en Batahola o Barataria. De aquellos días yo me quedo con el olor de la sastrería de la compañía y, con perdón, con las piernas de alguna de aquellas actrices. Pero eso debería contarlo en otro sitio, no en La Acequia.
4 comentarios:
Coincido en que ha sido una gran pérdida...he sido fiel seguidor de su filmografía pero mi impresionaron dos des usu últimas películas La Lengua de las mariposas y el Abuelo...sublimes..
¡Qué envidia!
Me refiero a su capilla ardiente.
Al ambiente de intelectuales.
Encima le han cantado "Caminito", y el mismo Enrique Morente.
No, ya ,si todos somos iguales ante la muerte, desde luego. Pero vas a comparar unas capillas ardientes con otras.
Iré pensando como está el Teatro Principal, de aquí de Burgos,para este tipo de eventos, no sé si lo alquilarán o como funcionará el tema.
Siempre me ha quedado la duda de si un señor, ya mayor por entonces, que vimos pasear por Picadilly Circus en la primavera de 1986 era realmente F.F.G. Me llamó la atención lo pelirrojo que era. Llevaba una boina de esas camperas a cuadros, barba, se apoyaba en un bastón para andar e iba sólo. Ninguno de los que íbamos nos atrevimos a dirigirnos a él; de modo que la duda permaneció para siempre.
Se nos ha ido un genio en todas las facetas de las artes que tocó. Siempre resultó atractivo de él ese aroma canalla y ácrata ( se dice que vivió sin DNI gran parte de su vida) que desprendía.
MANUEL: llegó, en sus últimas películas, a crear un estilo de interpretación muy acorde con su físico. Inolvidables estas que citas.
PILAR: ¡no des ideas!
PANCHO: buen recuerdo. Se creó también un personaje. Y lo del DNI era cierto.
Gracias a todos por vuestros comentarios.
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