Qué lejos están todas las calles. Mirando las ventanas y galerías del camino cotidiano a casa he percibido el óxido de la rutina. La costumbre, a veces, nos salva del vértigo de la locura. Pero cómo pesa en la espalda cuando la rutina nos vence y uno levanta la cabeza en un momento cualquiera y se da cuenta de que hace tantos años que sigue haciendo lo mismo y que los sueños han quedado en un claro del bosque del que se ha borrado todo sendero de entrada. Por un momento me quedé de pie, en el bordillo, porque todo se había transfigurado. Fue un segundo apenas el que produjo ese efecto. Lo sigo buscando tenaz y enfebrecido, cada día en una nueva calle.
15 comentarios:
Un texto impresionante.
Abrazos,
Álvaro
Magnífico. Ese segundo es como la ventana abierta de la fachada, sólo hay que estar alerta y lo ves.
"...hace tantos años que sigue haciendo lo mismo..." eso es lo malo caer en la rutina...deseperante..intentemos cambiar un poquito cada día...Un abrazo
Pienso que no es la costumbre lo que puede salvar del vértigo de la locura, sino que puede llevar hacia él, a base de repetir una y otra vez las mismas acciones, día tras día. Más bien creo que son los momentos que dedicamos a hacer lo que realmente nos apetece lo que nos evita caer en el pozo. O a lo mejor es que todavía soy demasiado joven y por eso tengo ganas de que cualquier segundo libre me sirva para todo menos para quedarme quieto. ¡Salud!
Habrá que comprar tres en uno.
Un abrazo
Para poder valorar ese segundo como se merece tienes que tener una vida rutinaria.
Saludos
Gracias, ÁLVARO.
JAVIER: sabía que te ibas a fijar en el ventanuco abierto. Así es.
MANUELROSALDEL: Bienvenido al blog y gracias por tu comentario.
ANTONIO: en efecto, con los años aprendes que la rutina salva a muchos de la locura pero les condena a lo rutinario. Es un difícil equilibrio entre lo que uno quiere y lo que uno debe que no siempre se puede conciliar.
PABLO: para quitar el óxido... en efecto.
Como dice un anuncio existe un planeta paralelo al nuestro. Es el planeta de las cosas que quisimos hacer y nunca hicimos. En ese planeta tenemos un trabajo diferente, hemos estudiado cosas diferentes, hemos vivido en sitios diferentes,hemos hecho viajes que nunca hicimos,y hemos conocido a aquellas personas a las que nunca nos atrevimos a conocer. El miedo a lo desconocido es el responsable de que exista ese planeta.
La rutina es la consecuencia.
Un saludo.
aqui tambien me equivoqu´´e siento decirte que manuelrosadel...soy yo....pero yo siempre entro de nuevo...saludos
Elie, cumplía sus años por primavera, esta según le dijo su abuelo seria la sexta. Solo llevaba unos meses yendo a la escuela, todos los días pasaba por un sendero entre plataneros. Elie jugaba todos los días mientras llegaba a la escuela con el rojo, el verde y el azul. Todos los días miraba hacia los ruidos espontáneos. Todos los días saludaba a Gérard, un tutsi que llevaba marcado el miedo en su rostro, al cruzarse con el en el camino. Todos los días Elie daba una patada a una piedra que siempre estaba allí. Elie se sentía feliz de ir por el mismo camino todos los días.
Elie vio una luz muy blanca que le cegó. Solo segundos antes se había cruzado con un grupo de hombres que gritaban. No los conocía, pero Elie les sonrió.
Hola, RUBÉN, bienvenido a La Acequia. Qué buena explicación: el miedo como explicación de la rutina y de los deseos frustrados.
Hola, MANUEL: comprendido. Saludos.
J.R.JUSTO: Qué bello texto, José Ramón. Qué alegría y qué sorpresa esta faceta tuya. Un abrazo.
Siempre he creido, que la rutina, que mi rutina me daba seguridad...ultimamente, sin embargo, me siento agobiado por el continuo y monotono giro de la rueda. A veces me gustaria cambiar de ciclo...
Querido BLOGÓFAGO: a veces lo que nos da seguridad nos termina matando el espíritu. Supongo que, como en todo, cada uno debe buscar su equilibrio. Yo aun lo busco.
Pedro, déjame aprovecharme de esta entrada tuya para tomar protagonismo.
Déjame contarte,
déjadme contaros
¡¡DIOS MÍO QUÉ SOLOS
SE QUEDAN LOS MUERTOS!! (Becquer)
Eran las cuatro de la tarde,
la rutina se quebró,
el tiempo se paró,
su respiración cesó,
el pulso ya no latió,
la vida seguía en las calles,
la muerte me envolvió
la vida se le fue...
Ella que tanta tenía
ella que luchó en su agonía
A mi abuela Concha
PILAR: ánimo y tiempo. Saludos.
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