A tientas casi, con los brazos extendidos para evitar golpearse, el paseante se dirige, privado de la vista, hacia donde oye el rumor del agua. Sabe, porque ha pasado por aquí cientos de veces, que delante de él está el río, pero un extraño impulso lo lleva hacia adelante hasta que nota sus pies chapotear en el barro de la orilla. Jugando a ser dios, se agacha y amasa con sus manos, hundiéndolas en el lodo, pellas amorfas que le explican inconscientes las razones de las cosas. El contacto con la tierra húmeda y la lluvia que ya le cala le muestran, a través de la piel, nuevas formas.
Por un momento, se cree enloquecido o embriagado, pero poco a poco es consciente de que nunca ha estado más sobrio y más certero que allí, en el mismo borde de la corriente inevitable.
4 comentarios:
A lo mejor se ha dado cuenta de que está vivo.
Saludos.
Parece todo un relato bíblico.
El despertar de los sentidos.
Esos colores nocturnos en las fotos.
Toda una serie. Qué menos podía esperar de tí.
Como si hubiera ocurrido el temido desastre nuclear y el hombre regresara al origen.
Prometeo crea a una nueva especie humana más respetuosa con el medio.
En efecto, NACHO, el paseante va descubriendo nuevas cosas, entre ellas la consciencia de la vida.
Gracias, JAVIER, espero que os vaya interesando.
PANCHO: es en las cosas en donde nos descubrimos, en efecto.
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