Entrar en la noche despierta uno de los miedos más arraigados en nuestro cerebro. Nos devuelve al animal temeroso que somos, tan frágil.
Así, desprovisto de toda soberbia, el paseante se acerca a las cosas para pulsarlas. La lluvia constante, inmisericorde, las transfigura en ese mismo momento, como si se abriera una oscura puerta que desvelara un nuevo ámbito. Fogonazos de una extraña luz le permiten andar sin tropiezos, mientras escucha cómo sus pasos huellan las hojas muertas y renacidas ahora. Todavía no ve colores: sus ojos aun deben mirar en grises.
6 comentarios:
... ¿ y el olor? Seguro que olia a humedad y a tierra
Pedro, me has hecho recordar aquellas épocas mías pasadas de desasosiego en las que tenía pánico a que llegara la noche, era como un túnel sin fin.
El silencio de la noche me agobiaba.
La inactividad de la noche me oprimía.
Estaba deseando que amaneciera, y aquella angustia me impedía dormir...
Buen fin de semana a todos
En mi opinión, la civilización comienza el día en que un grupo de hominidos pudo dormir moderadamente tranquilo porque algunos de sus congeneres velaban su sueño.
Luego vino la domesticación del fuego, la revolución del neolítico... y la mayor socialización de la cultura a través de internet.
Pero todo comenzó aquella remota noche, aunque siempre nos quedará ese miedo ancestral.
BLOGÓFAGO: te me has adelantado, el paseante descubrirá el olor dentro de un par de entradas. No hay nada como tener lectores inteligentes.
PILAR: Es un recuerdo común entre nosotros, el miedo infantil a la noche. Buen fin de semana, Pilar.
FRANCISCO: Es decir, en el momento en el que el hombre se une con conciencia de su debilidad y de su fuerza como grupo. Cuánto hemos adelantado en civilización y en soberbia, querido Fran.
Gracias a todos.
Miedo a la oscuridad, experiencia interesante porque se agudizan los sentidos.
Foto inquietante con el marrón chorreando por el verde.
JAVIER: los colores irán estallando, poco a poco.
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