sábado, 3 de noviembre de 2007

El Arlanzón en otoño.



Jorge Guillén, del que ya hemos hablado aquí tantas veces, cantó, a través de la luz, el aire y las formas del espacio, al planeta entero en la sensación humana del paseante. Incluso, ya mayor, cuando sentía la inevitable urgencia del tiempo, en su volumen Final (1981) de Aire nuestro, seguía creyendo con tozudez y retranca castellana, en la creación diaria del mundo. En el poema Todo a la vez poetiza un río que es la existencia pero siempre, en contra de lo que se cree de don Jorge, con la presencia humana como testigo y vértice:

Parece un río entre riberas verdes
Con el trasfondo oscuro de unos bosques

Es por la mañana temprano y todo se ofrece como recién brotado:

Cuando la luz ofrece la más diáfana
Trasparencia radiante

con esa luz se desvela el misterio y el paseante comprende la raíz heraclítea del mundo pero desde la emoción humana:

Vivacidad de cambio,
Sucesión de paisajes,
Marinos y silvestres,
Perpetua creación,
El humano consuelo.

Algo así pensaba yo esta mañana tenue de otoño -a don Jorge le gustaba más el verano- al pasear junto al río. Qué extraordinaria belleza de la luz en este lugar tras el cansancio de los días, qué sensación, tras la noche, de una nueva esperanza.

5 comentarios:

jg riobò dijo...

Transmite paz, tranquilidad.
Muy apropiado para pasear después del cementerio y su paz eterna.

Luis Felipe Comendador dijo...

Niño, a ver si me explicas cómo cambias el color en tus textos de entrada.
Me temo que mi problema radica en que trabajo desde un Mac.

Pero dime.

Un abrazote

Anónimo dijo...

Ese río,
ese es el río,
ese es mi río,
el río con el que he crecido.
Le he visto tantas veces...
le he mirado tantas tardes...
le he paseado tanto...
Sus crecidas,
sus peces, sus patos, sus gentes...
¡Mira cómo sube el río!
¡Mira cómo baja el río!
Ese río,
es el río de mis años
es el río de mi vida...

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Esa era la intención, JAVIER. A veces conviene refugiarse en la serenidad del paisaje.
LUIS FELIPE: estas plantillas son demasiado rudimentarias, amigo. Espero que lo resuelvas.
PILAR: cada día una sorpresa. Gracias por tus versos.

Antonio dijo...

En cualquier rincón con un poco de calma, las mañanas soleadas de otoño o invierno, plácidas, silenciosas, tienen un especial encanto. Parece que todo se ha detenido, que nadie más que tú tiene el privilegio de contemplar lo que tu vista pueda alcanzar en ese momento y de respirar un aire más puro que en los pegajosos días del verano.

Y a quienes deseen encontrar 'su rincón', la estampa de hojas caídas nunca dejará de ser un marco perfecto, por mucho que pueda ser visto como una cursilería...

¡Saludos!