Cuando vacían un edificio, las puertas quedan cerradas para guardar los misterios. Quizá un paseante imprudente empuje para abrirlas y el osado sienta como si le hicieran un hueco dentro, lentamente, con un descorazonador que le va escarbando hasta la piel. Una mano ajena lo rellena, finalmente, de paja. Y los ojos, como puertas viejas, exhiben ya la tristeza del tiempo.
4 comentarios:
¿ Y quién no ha cerrado sus propias puertas, para guardar sus propios misterios ?. La diferencia es que dentro no queda el vacío, sino la abundancia. Puede que incluso esas puertas se lleguen a abrir un día, para que esa abundancia pueda salir a abordar el mundo como si fuera plano y el agua pudiera caer por sus bordes. Con billete sólo de ida, porque un billete de vuelta quizás le llevaría al punto de partida.
Quería saludarte...
Buenas noches.
Ssuprema, cuánta razón tienes. Contaba yo en el post de cuando abres puertas y te vacían. De cuando te rellenan de paja como a un espantapájaros.
Gracias por el saludo, siempre eres bien recibida aquí, y lo sabes.
Me ha recomendado mi hermano Diego que visite este blog.
Me ha gustado mucho.
Un saludo,
Álvaro
Hola, Álvaro, bienvenido a La Acequia. Conocí el tuyo por el enlace en Las palabras del agua y te he leído estos días. Enhorabuena, porque además estáis promoviendo otros blogs. Núcleo de amistad, de intercambio de ideas y de promoción de todo tipo de cosas: hace falta en estas tierras. Seguiré leyendo vuestras entradas.
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