jueves, 12 de julio de 2007

La gárgola de Villamorón o ya han pasado diez años.


[gárgola de la iglesia de Santiago Apostol de Villamorón, Burgos]


Hace diez años volvía de Cáceres.

Había formado parte del Tribunal de la Tesis Doctoral, dirigida por Gregorio Torres Nebrera, de Manuel Simón Viola. En ella se estudiaba y editaba con mimo la obra poética del modernista extremeño Manuel Monterrey. Todo se había desarrollado con éxito para el doctorando. En el autobús de la línea regular en el que regresaba a casa, todos los viajeros íbamos en silencio, oyendo las últimas noticias sobre Miguel Ángel Blanco a través de los altavoces del vehículo.


Todo el mundo recuerda dónde estaba y más o menos lo que hacía en esas fechas en las que la sangre, como vómito negro, nos inundara los ojos. Otra vez. Pero de allí salieron un grito -¡Basta ya!- y unas manos blancas. Grito y manos blancas nacieron de gestos sencillos, de ciudadanos anónimos que obligaron a los políticos a fingir unidad y jugar, por un tiempo, con las normas que les marcó la sociedad y no con las estrategias de los diseñadores de las campañas electorales.


Han pasado diez años y hoy me encuentro en este pueblo semiabandonado de Castilla, Villamorón. Gran parte de las casas están hundidas y el adobe vuelve a la tierra de donde salió con la industria de los antiguos habitantes, cumpliendo su ciclo natural. La imponente iglesia, parte de un conjunto de edificios situados en la zona que Esquivias ha llamado El airoso gótico del páramo, se está resquebrajando y parece amenazar ruina a pesar de las obras de urgencia que se llevaron a cabo no hace mucho. En la fachada principal, esta gárgola extraña, digna de pesadillas góticas, muestra su boca y no sé si de ella saldrá el eco de aquellos gritos de hace diez años o alguna sustancia viscosa. Esta iglesia tiene más de 700 años. La gárgola ha visto pasar tantas nubes de tormenta que ya desconoce si podrá desaguar más veces el agua que vierte el tejado de este edificio agredido por el abandono.

2 comentarios:

Rui dijo...

Yo también recuerdo donde estuve. La plaza llena de gente yo entre ellos, en silencio.

Por otro lado, nuestros pueblos, a los que también matan. A estos sin pistolas, pero con indiferencia. Y ante ello, silencio.

Anónimo dijo...

Yo estaba en Villasur de Herreros. Aquella noche, coloqué un gran lazo azul con una vela en la plaza del pueblo. Nunca he sentido tanto dolor por alguién a quien ni siquiera conocía. Tal vez, Miguel Ángel éramos todos.