jueves, 31 de mayo de 2007

Edificio vacío con palomas.


Este edificio, como un gran navío varado, aguarda a que el precio del solar compense su derribo. Cuando lo abandonaron, los fantasmas dejaron abiertos hacia la noche los grandes balcones y el edificio vacío mostró sus entrañas al viento y la lluvia. Al amanecer, la rabia del sol agrietó sus paredes y desencajó las mandíbulas de las habitaciones asoladas. Sus moradores, espantados, debieron sentir el vértigo del derrumbe y dejaron tendida la última colada en los frágiles tendederos. En los huecos de las escaleras aun resuenan sus apresurados pasos en fuga.
Cuando he pasado junto a él, esta mañana, sentí desde sus vanos la fijación de cientos de miradas y un zureo de ratas, que me recordaban mi propio destino. La perspectiva me hizo verlo hidrópico, como embarazado por la descomposición de los restos de conversaciones que han quedado impregnadas en sus paredes. Sin embargo, en su decrepitud, tiene cierto empaque sereno. Es como si aceptara con estoicismo su propia muerte y con señorío quisiera dignificar el abandono.
¿Cuántas vidas ocurrieron en esas habitaciones? ¿Cuántas esperanzas y pequeños dramas? El aire guarda aun moléculas del perfume de aquella dama de hace un siglo que haldeó huyendo de su prefijado futuro para arrojarse en los brazos de su amante. Y los barrotes de esa ventana conservan las huellas duras del padre que veía desesperado la agonía del hijo en la cama de la alcoba atendido por la mano temblorosa de la madre. Quizá se oyen los murmullos relajados en el descanso de un baile de sociedad. O nada de eso. Y lo cotidiano ha acontecido, como milagro, en este edificio que refleja, en los desconchados de su fachada, los cambios de nuestras ciudades, tan sometidas, siempre, a la barbarie de la especulación y la contradicción de su función urbana. Y esos ojos alados, que no dejan de mirarme, me interrogan sobre mi condición de testigo y personaje de la historia de estas ventanas.

5 comentarios:

Caelio dijo...

ensimismamiento y tristeza provoca, como bien reflejas, un edificio en descomposición. No así en el ávaro especulador, sonriente, casi carcajadeante ante "proyectos" y beneficios económicos futuros.

alabado el que ve poesía en las paredes

Pedro Ojeda Escudero dijo...

...y en los huecos de los umbrales. Siempre oportuno, Caelio.

Administrador dijo...

Pedro:

Detecto un constante interes por la arquitectura y los edificios en tu blog, pero no sobre tales como conjuntos de ladrillos y argamasa con mayor o menor componente artistico, sino como elementos contenedores de vida y sentimientos...
Todos somos habitantes..

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Querido Blogófago: En estos edificios vacíos, además, han quedado, adheridos a las paredes, los sonidos de vida. Las casas siempre me han llamado la atención, las calles, la ciudad. Y la voracidad del tiempo, que (nos) trasforma en ruinas.

Administrador dijo...

Demoledor...pero cierto.