Restauran un edificio, quitan los andamios, y aparecen, en una esquina, dos fieros leones que nos rugen desde lo alto.
A veces, nuestras ciudades, de puro abandono, han sido tristes y grisáceas. De repente, emergen con nueva luz y reclaman nuestra mirada.
Estos leones nos amenazan, pero en realidad son leones burgueses, que arrugan el gesto como los grandes banqueros que los construyeron.
De todas las formas, entre la anodina construcción actual, se agradece la recuperación de aquellos edificios que tenían voluntad y carácter. En este lugar, además, hubo un Hospital al que acudió un personaje cervantino a curarse. Se casó pensando quedarse con el dinero de ella, pero su mujer, que había tenido la misma idea y era tan pobre como él pero más lista, huyó con lo poco que tenía y le dejó una enfermedad venérea a cambio. Entre las brumas de la fiebre, soñó un diálogo canino. Miguel de Cervantes, que vivía cerca de allí, no vio los leones de ahora. ¿Qué me dicen estos leones domésticos y con fiereza fingida?
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