miércoles, 25 de abril de 2007

Diálogo de estatuas


Desde que a don José Zorrilla le cambiaron de lugar, anda el pobre desorientado y sin encontrar bien su sitio en la plaza que lleva su nombre. Las obras dejaron un espacio amplio y europeo para los peatones, pero desnaturalizado. A don José le movieron la perspectiva y la musa, y ni siquiera le devolvieron la pluma de bronce que llevaba en su mano derecha. En el fondo, al poeta le han cambiado tantas veces la plaza desde su instalación en ella en 1900, que ya lo mira todo con cierto aire distanciado de vejez y melancolía. Él cantó mucho y bien al escultor y su obra, como vemos en la segunda parte del Don Juan Tenorio o en otros poemas. Ahora, su estatua dialoga en desventaja con Ganímedes, tan amado por el padre Zeus, que cabalga triunfante y arrogantemente joven sobre un águila en la cúpula del edificio que fue de La Unión y El Fénix español, y que vino a acompañarlo años después, tal y como lo vemos en la imagen. Según la leyenda, Ganímedes levanta su mano saludando al futuro y la Fama, pero quizá le grita soberbio, desde su altura y pocos años, para que le deje paso.

Óscar Esquivias, notable novelista burgalés, en su novela La ciudad del Gran Rey (segunda parte de la trilogía comenzada con esa magistral Inquietud en el Paraíso) tiene la ocurrencia de apear a las estatuas del Espolón de sus pedestales y ponerlas, menesterosas y coloquiales, a la fila de la sopa boba que, por caridad, les ofrece una aristócrata del otro Burgos dantesco. Hace que entablen divertidas conversaciones galdosianas a pie de calle. ¿Podrían hacer lo mismo el dramaturgo y el efebo mítico?

Don José Zorrilla mendigó, con sus versos, la sopa y por eso incurrió en excesos. En especial en sus últimos años. Fue un gran poeta y mejor dramaturgo, aunque ahora se le niegue el pan y la sal. La estatua se costeó por suscripción popular, no como la de Ganímedes, elitista y prepotente. ¿Qué piensa ahora el viejo poeta? ¿Qué le podría decir al joven del exceso y la arrogancia? Quizá los versos de sus Cantos del trovador:

Hoy al fuego de un tronco nos sentamos
en torno de la antigua chimenea,
y acaso la ancha sombra recordamos
de aquel tizón que a nuestros pies humea.
Y hora tras hora tristes esperamos
que pase la estación adusta y fea,
en pereza febril adormecidos,
y en las propias memorias embebidos.

No creo que le entendiera. Supongo que decide callarse, dejarle pasar hacia el horizonte, y esperar la siguiente reforma urbanística. Él también fue joven, arrollador, desbordante y magnífico. Vistió la púrpura, conoció la necesidad y, en Granada, se dejó coronar con el laurel de la Poesía. Sabe, con certeza triste, que el joven jinete acabará también su vuelo.

4 comentarios:

Vito dijo...

muy buena foto de dos de las estatuas más chulas de pucela que se enfrentan en esta nueva gran avenida

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Gracias por el comentario, Vito. En efecto, se ha conseguido un verdadero espacio ciudadano en esa zona, hay que reconocerlo.

HombreDHojalata dijo...

Bravo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

HombreDHojalata: Bienvenido a La Acequia y gracias por comentar esta entrada tantos meses después de que la escribiera. Espero verte más por aquí. Saludos.