"Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi". Así expresó el deseo amoroso Luis García Montero en un endecasílabo perfecto de su Diario cómplice. Pero no hizo sólo eso: dio un emblema a un tipo de poesía que requería letra distinta. No era algo radicalmente nuevo, pero fue un hito. Lo que no sé es por qué se amotinan los poetas en bandos, hasta desoírse. El poema continúa:
Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi,
cruzo la desmedida realidad
de febrero por verte.
¿Cuántas veces más se expresarán los encuentros de los amantes? ¿Cuántas veces, hablando de amor, se abordará la creación artística?
Yo vengo sin idiomas desde mi soledad,
y sin idiomas voy hacia la tuya.
Nuevas formas que son viejas pero son diferentes y las mismas. A veces, con un libro en la mano, te sorprendes al encontrarte a ti mismo entre las líneas, siguiendo el latido mágico de las palabras.
Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi,
cruzo la desmedida realidad
de febrero por verte.
¿Cuántas veces más se expresarán los encuentros de los amantes? ¿Cuántas veces, hablando de amor, se abordará la creación artística?
Yo vengo sin idiomas desde mi soledad,
y sin idiomas voy hacia la tuya.
Nuevas formas que son viejas pero son diferentes y las mismas. A veces, con un libro en la mano, te sorprendes al encontrarte a ti mismo entre las líneas, siguiendo el latido mágico de las palabras.
2 comentarios:
Siguiendo el latido mágico de las palabras me encontré en febrero...
a mi misma entre las líneas del Quijote....
me has regresado a este febrero...
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