En la sección de Cartas al Director de la edición digital de El País de ayer se publicaba una, de María Jesús de la Puente Muñoz, del Departamento de Álgebra de la Universidad Complutense de Madrid, y catorce firmantes más, en la que se aborda el absentismo en la Universidad pública española. Los firmantes proponen que las autoridades académicas tomen cartas en el asunto, lo que sugiere medidas de control y sanciones disciplinarias. Absentismo en la Universidad ha habido siempre. En mi época de estudiante eran famosas las timbas organizadas en las cafeterías. Algunos recordamos con placer los primeros calores primaverales que incitaban a no entrar en las clases o la melancolía otoñal que provocaba refugiarse en los bares de las cercanías con los compañeros. En otras ocasiones, se regularizaban las ausencias: fiestas universitarias, huelgas por cualquier motivo, reuniones asamblearias para decidir el lugar del viaje del Paso del Ecuador, puentes… Algunos compañeros trabajaban y no podían asistir con regularidad a clase. Otros tenían el domicilio familiar fuera y no se incorporaban hasta finales de octubre o noviembre. La diferencia es que ahora hay menos alumnos en las aulas y se nota más. Lo que no comentan los firmantes es el absentismo del docente, que también ha sido más habitual de lo justificable y que ése sí debería controlarse con más rigor. Antiguamente, muchos grandes nombres –o que pretendían serlo- de la Universidad no iban a clase a diario y mandaban a sus Ayudantes o Adjuntos. De algunos relevantes profesores se cuentan anécdotas que, si no son verdad, lo parecen. Hoy, de una forma u otra, es también frecuente la ausencia del profesor titular de la asignatura, aunque debe reconocerse que no es lo mayoritario. Un Rector de una de las Universidades más antiguas de España llegó a presumir hace unos años de que su institución era una de las que más profesores tenían en el extranjero en visitas de investigación, sin llegar a aclarar quién daba sus clases, no siempre cubiertas de la mejor manera. Si un alumno decide no entrar en clase no se va a conseguir nada obligándole a ir con normas restrictivas. El que no pueda ir y encuentre muchos obstáculos se matriculará en la UNED o llegará a acuerdos con los profesores, o presentará los certificados oportunos que se le requieran. Todos conocemos la puerta de atrás. Es un absurdo obligar a un alumno mayor de edad a ir a clase, no lo es tanto valorar en la nota final su trabajo activo en ella en las prácticas. A un alumno se le motiva para acudir dando buenas clases y enseñando actitudes que no va a encontrar en los manuales. Ése es el mayor problema. Son demasiados los profesores universitarios que aun hoy no salen de lo que dice un manual no siempre actualizado. Quizá por moda o comodidad, nacen como ahora las setas los profesores que confunden su función y pretenden que el alumno se exprese sin formarle previamente, fomentando sus habilidades por encima de los contenidos o el uso crítico de las fuentes. Un porcentaje más o menos alto, que dependerá de cuántos alumnos se hayan matriculado y de otras circunstancias sociales (el cada vez más frecuente caso del estudiante que también trabaja), seguirá sin ir a clase de forma regular, pero al menos estaremos estimulando a los otros para que aprovechen su tiempo y que no se sientan empujados a dejar de ir a la Facultad porque en quince minutos de lectura pueden tener lo que mal dicta en una hora el profesor. Algunos creen que la reforma del sistema universitario de acuerdo al Marco Europeo de Titulaciones solucionará la cuestión al tener menos docencia presencial y más trabajo personal de los alumnos. Desde mi punto de vista, puede agravarlo si no se tiene control en el sistema de tutorías y trabajos, tan importantes en el futuro como las clases, pero ése es un tema para otro día.
5 comentarios:
Pues, mira, me alegro que haya alguien sensato!!!Yo he estudiado filología hispánica y estuve a punto de dejarla por todas estas cuestiones que comentas. Iba a clase a oir una enciclopedia o manual!!No aprendí mucho y casi llegan a convencerme que la literatura no era nada más que un par de rasgos que analizan los críticos.
Gracias por comentar esta entrada a pesar de que haya pasado un año desde que yo la escribiera. Lamentablemente, sigue tan vigente como entonces.
Espero que tu experiencia no te apartara del amor por la literatura.
Afortunadamente, con el tiempo, me he dado cuenta que a mí la carrera me encanta y que el único problema lo tenían ellos. Afortunadamente...
Enhorabuena por tu blog.
Hola Pedro.
Buf! no me extraña que la que se queja da álgebra; unas cuantas de esas me fumé yo. Muchas de las clases de mi facultad era ir a copiar los apuntes que dictaba el profesor ¿Qué utilidad tiene eso? O atiendes, o copias.
Un abrazo.
En efecto, Juan Luis: se necesita un cambio completo de la forma de dar clases.
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