lunes, 12 de febrero de 2024

El padre. Farsa trágica de Florian Zeller protagonizada por José María Pou

 



Esta farsa trágica de Florian Zeller tiene todas las características para convertirse en un clásico de las primeras décadas del siglo XXI. En parte lo es ya por el número de representaciones en las diferentes versiones en varios idiomas. Aunque cada vez conocemos mejor la destrucción que provoca la enfermedad de Alzheimer en los que la padecen, sus efectos no dejan de conmocionar y Zeller construyó una obra que funciona perfectamente como engranaje teatral para situar al espectador como testigo de lo que ocurre en una posición lo suficientemente alejada para que no resulte dolorosa, pero a la vez cercana para que sienta la trama como algo con lo que puede encontrarse en la vida. De ahí que pueda permitirse tanto reír en algunos momentos de desorientación del protagonista como conmocionarse por los estragos que produce en su mente. Es justo ese punto medio lo que salva a la obra de convertirse en un melodrama: permite la suficiente reflexión sin que el público se sienta ni ajeno a lo que ocurre ni directamente implicado, conociendo y temiendo el inevitable final y provocando la dosis justa de incomodidad y la inevitable empatía emocional.

El padre cuenta un tiempo indeterminado del proceso de deterioro de la memoria y las habilidades de Andrés, un hombre de 76 años con una fuerte personalidad que le hace resistirse a aceptar las consecuencias de la enfermedad: desde que todavía puede vivir en su casa hasta que termina ingresado en una residencia. Dado que gran parte de lo que ocurre puede suceder tan solo en su cabeza, no se puede asegurar que la obra nos cuente unos meses o unos días de su vida. Esta misma indeterminación se manifiesta en los hechos, con una confusión continua de los personajes y la repetición de acciones. El espectador cuenta pronto con los datos suficientes para ordenar la historia y asiste al inevitable y acelerado progreso de la enfermedad. Florian Zeller juega con la repetición sin esconder los trucos escénicos que permiten conocer el avance del deterioro de Andrés. El propósito de esta obra es contar directamente la historia exponiendo la confusión y desorientación del protagonista. Por otra parte, el personaje de la farsa es, en gran medida, un reto para grandes actores a una edad en la que antes no era frecuente que se les ofreciera papeles ajustados a sus años.

La farsa se estrenó, con éxito de crítica y público, en 2012 en el Théâtre  Hérvertor de París, en donde se mantuvo hasta 2015 recibiendo varios premios Molière. Muy pronto se tradujo a varios idiomas y el propio autor dirigió su adaptación cinematográfica en 2020, protagonizada por Anthony Hopkins. La primera versión en español se estrenó en el Teatro Romea de Barcelona en 2016, dirigida por José Carlos Plaza, con una muy alabada interpretación de Héctor Alterio.

También fue estrenada en el Teatro Romea en diciembre de 2022 la versión que nos llega ahora, dirigida por Josep Maria Mestres y protagonizada por un soberbio José María Pou, que lleva décadas instalado en la excelencia de su carrera como actor. Pou compone un protagonista en la justa medida de la que hablábamos antes, explorando de forma contenida todo el proceso de degradación mental que provoca la enfermedad sin caer en ningún exceso, dejando que la situación sea la que ponga en evidencia la desorientación y la pérdida de habilidades. Esta contención en la actuación, marcando con sutileza el progresivo deterioro y fatiga hasta en lo orgánico del cuerpo está al alcance de pocos actores. El peso del papel protagonista, provoca que el resto del elenco cumpla una función que permita mostrar la evolución física y mental de Andrés y a ello se ajustan Cecilia Solaguren, Alberto Iglesias, Elvira Cuadrupani, Jorge Kent y Lara Grube.

Este nuevo montaje de la obra de Zeller contiene una aportación más: la desnudez de la escenografía (obra de Paco Azorín) y la sobriedad de la iluminación (Ignasi Camprodon), todo de forma mucho más intensa que en producciones anteriores. Se limita el espacio escénico con paneles que permiten aperturas y juegos de trasparencias que simbolizan lo que está ocurriendo en la mente del protagonista. Lo mismo ocurre con las pocas sillas que ocupan el espacio, dispuestas en posiciones extrañas y que se van sacando de escena para subrayar el progresivo vacío que se adueña de la memoria de Andrés.

En resumen, un más que recomendable montaje de una obra que se ha convertido ya en un referente del teatro europeo de lo que va de siglo XXI.

(Vista en el Teatro Calderón de Valladolid el sábado 10 de febrero de 2024)

5 comentarios:

El Deme dijo...

Una obra que tiene toda la pinta de ser intensa y que deja huella. El actor y el tema así lo presuponen. Yo vi la película con Hopkins, por la que ganó el Oscar. En un escenario (su lugar natural), la propuesta tiene que ser brutal. Gracias por la reseña.

São dijo...

Não vi o filme, mas considero A. Hopkins excelente actor.

O tema é deveras interessante e um dos meus receios, até porque a minha memória de curto prazo já não é a mesma e tenho 74 anos.


Querido amigo, alegre Carnaval , forte abraço.

Sor Austringiliana dijo...

Será una buena obra y una buena representación, seguro. Recomendable, como dices.

Ele Bergón dijo...

Siempre fue y es un gran actor José María Pou, con su sola presencia, llena todo el escenario y por lo que escribes, debe ser una obra muy interesante.

Besos

la seña Carmen dijo...

La vi ayer y me pareció magnífica, tal como lo cuentas, y tal como lo hemos vivido los que lo hemos vivido.

No solo el Alzeimer deteriora la mente de nuestros padres, el mero deterioro cognitivo, la demencia senil superpuesta a otras patologías hacen verdaderos estragos
en las personas que los rodean.

Grande la interpretación del actor principal y de la hija, y de la hija.