sábado, 15 de septiembre de 2007

La emoción de lo cotidiano.

A vista de cerdo, blog que tengo siempre a mano, saca a debate los excesos de ciertas instalaciones artísticas. Aunque me sé todas las teorías, también sé las prácticas que acarrean -y la mercadería que se esconde tras ellas-. Es fácil llegar a la caricatura, pero, a veces, una buena exageración de los rasgos nos trae a la normalidad. De la misma manera que rechazar porque sí la esencialidad artística que nos aportó el siglo pasado no tiene ningún sentido.
Una línea del arte, desde principios del siglo XX, ha huido de la emotividad humana y con ello ha conseguido un nuevo lenguaje artístico que ha hecho evolucionar el arte y profundizar en su esencia aunque, por su misma definición, se aleje de la comprensión general -algún día hablaré de Ortega, hoy no toca-, pero, con el mismo salto, se ha llegado, a veces, al otro extremo porque, en gran medida, Ortega tenía razón en el carácter intranscendente y lúdico del nuevo arte de entonces: si extraemos un objeto artístico de su contexto y lo resituamos llegamos al urinario de Marcel Duchamp, pieza elegida como la obra más representativa del siglo XX. Por eso sé lo que digo cuando afirmo la excelencia de los autorretretes de mi admirado Sr. K.
Este es un debate artístico ya superado desde que el producto cultural, en su mayor parte, se ha hecho diseño técnico y hoy muchos que dicen no comprender este tipo de arte lo usan en los objetos más cotidianos o lo visten en sus camisetas. Me sorprende que aun mucha gente se enroque en uno de los dos lados en los que se dividió el arte en las prímeras décadas del siglo XX: arte nuevo vs. arte viejo.
Viene esto a cuento porque, después de leer el post de No soy Job, salí al balcón y mi vecina nos había regalado su propia instalación. Cada zapato tiene su historia y su argumento.

4 comentarios:

Álvaro Fernández Magdaleno dijo...

Hay gente que se escuda en estas supuestas nuevas tendencias para no hacer nada y decir que son artistas y si dices algo eres un payaso y ellos unos incomprndidos.
Un abrazo.

Macacolandia dijo...

ves y tu vecina sin enterarse que acaba de realizar una obra de arte.
Me gustan mas las zapatillas y sandalias de este balcón que la estanteria del ikea.

Y no me compares a los increibles autorretretes del también admirado mio sr.k con los cuatro palos plantados en el cab.

Yo con esto del arte no es que me ponga de un lado o del otro yo solo puedo decir lo que me gusta y lo que me parece tomadura de pelo (que seguro es debido a mi analfabetismo artistico).

A pasar bien el fin de semana.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Gracias por vuestros comentarios.
ÁLVARO: hay demasiado gilí pretencioso suelto, efectivamente. Se aplican a sí mismos la libertad del artista pero no a los demás.
MACACO: ¡No, por favor! Me debí explicar mal: el gran Sr.K. no tiene nada que ver con esos palos. En K. hay reflexión, juego e ironía.

Anónimo dijo...

Saludos, del recien llegado de la ausencia necesaria por todo humano.

Por alusiones. Ya expuse hace tiempo en otro comentario en este mismo blog mis ideas sobre el arte contemporáneo y el arte de las vanguardias del Siglo XX. Sólo añadir que a pesar del rechazo que crea a primera vista, es una época del arte asombrosa y más libre que nunca. Eso sí, para adentrarse en este bosque tan extraño hay que ir de la mano de alguien, tener muchas ganas y no tener complejo en decir "no entiendo nada" o "este artista me parece un sinvergüenza"

Sobre mis queridos autorretretes... tranquilos, acabarán en el sitio que les corresponde. Los retos son difíciles pero hay que intentarlos.

Seguiremos informando.