miércoles, 23 de mayo de 2007

Insomnes.


No dormir es morir de forma consciente. A veces, en la noche, el sueño no llega y a través de los pasillos del tiempo se percibe una fiera que nos busca muy adentro. Qué quietud del espacio alrededor del insomne. Asomado a la ventana, comprueba que la ciudad descansa. La primera noche pensó en que no debería haber tomado aquel café de media tarde. La segunda, que tenía que cambiar de vida y huir de las preocupaciones. A partir de la tercera se desesperó. Hubo una, no sabe bien cuándo, en la que decidió aprovechar, como si fuera un don, ese nuevo tiempo. Dejó de abrazar el cuerpo de su pareja y se levantó de la cama para emplear las horas descubiertas en afanes no cotidianos. En alguna ocasión, salió a pasear nocturno, envuelto en el frío de la madrugada y el sabor de las farolas. Finalmente, tras tantas noches iguales, desistió de todo, y el cansancio le alejó incluso de sí mismo. El insomne de años se reconoce en el sabor del café recién hecho del desayuno, y en la forma mecánica de manejar la maquinilla de afeitar. Se queda mirando el espejo, que le devuelve algo que no acierta a comprender, y sale a la calle, en busca de tentaciones de cansancio. Pero llega la noche. Una noche de noches. Y el insomne quisiera que la ciudad compartiera parte de su vigilia porque se cansa de ser centinela de los durmientes, llevar su carga, y desearía entrar en sus casas a desgarrar tanto silencio. Pero se queda en esa ventana, mirando de nuevo otra noche.

1 comentario:

Administrador dijo...

Me siento honrado, agradecido....y cansado, muy cansado.

Salud Pedro