Cuando se escriba la historia de esta pandemia que sufre la humanidad, tendrá un espacio muy amplio el arte que ha producido y la forma novedosa de compartirlo. Siempre ha sucedido que un trastorno de la normalidad de este tipo ha dejado su huella en la literatura, en la pintura, en las tradiciones populares y en las costumbres, pero es la primera vez que los seres humanos tenemos una tecnología colectiva como internet y sus herramientas, que permiten la comunicación fácil e inmediata de noticias y emociones y propician también la creatividad individual y de grupo. Yo no soy de los que asistieron horrorizados a esta explosión de creatividad que antes parecía privilegio de unos pocos, sino todo lo contrario. No todo ha sido banal y despreciable ni interesado y siempre es mejor una sociedad creativa que otra en la que la creatividad se restringe.
A José Luis Rúa (Alcoy, 1950), el confinamiento de la población de marzo de 2020 le sorprendió en Ayamonte (Huelva), en donde reside, lo que ya de por sí es una circunstancia afortunada dentro del sufrimiento que produjo la extensión de la enfermedad. Desde su casa tiene vistas al Guadiana, que ya va a rendirse al mar. Profesor de Educación Física jubilado, poeta con un puñado de libros editados, editor a su vez preocupado de dar impulso a voces colectivas, generosísimo activista cultural del Bajo Guadiana empeñado en que el río no sea frontera sino puente entre Portugal y España, José Luis es, además, un enamorado de su gente y de su paisaje. Para un hombre tan activo, el encierro en casa no debió resultar fácil y aprovechó el tiempo para cerrar publicaciones y abrir otras.
Una de ellas, Confinados (Sevilla, Ediciones Moreno Mejías/Wanceulen, 2020), fue gestándose casi sin querer. Cinta, su mujer, a la que va dedicado el libro, le pidió compartir el recitado de un poema en su perfil de Instagram y eso fue lo que hizo desde el 16 de marzo y hasta el 3 de mayo, día de la primera salida autorizada, en la que el poema se grabó a las orillas del río. Cuarenta poemas que procedían de sus anteriores poemarios con algunos inéditos y uno de Antonio Machado (la Saeta, motivada por las celebraciones de Semana Santa).
Los poemas venían condicionados por el tiempo que permite la red social en su formato de vídeo y no debían superar el minuto de duración en su recitado. Esos poemas dichos, grabados y emitidos configuran este volumen, que es mucho más que una antología personal, sin dejar de tener esta importancia. Al recorrido por su obra (hay versos de libros en solitario o colectivos como Cuaderno de poemas 2000, Se ha vuelto loco 2003, Mar cien veces mar 2006, Los versos que te gustan 2011, Poemas en el lienzo 2012, Versos de color 2015, La noche en blanco 2015, Estación Término 2017, Centro comercial 2018, La noche de San Luis 2018, En el punto final 2018, Noche de Alcaraván 2020), se le suma esa nueva realidad que es exponer los poemas en circunstancias muy diferentes a las que los motivaron y difundirlos a través de una red social en la que se reciben comentarios y opiniones que amplían su significado. La temática, como corresponde a una antología de este tipo, es variada y recoge las preocupaciones habituales de Rúa como poeta: el paisaje, la gente, el dolor de las pérdidas y, sobre todo, su amor por Cinta (de hecho, se abre con un poema de agradecimiento por la vida juntos y se cierra con otro en el que celebra los cuarenta años compartidos). Entre los inéditos, el irremediable optimismo del autor, que siempre ve motivos para celebrar la mañana:
para luego poder sembrarla,
una vez más,
de flores amarillas
Al inicio del poemario figura un Relato breve de un largo confinamiento. Diario de un aprendiz, en el que el autor da cuenta de las circunstancias en las que nació el libro, así como su manera de vivir el confinamiento, desde la perspectiva crítica (Nos olvidamos de los mensajes y abrimos las ventanas de la imaginación), hasta la cuenta de carencias, como la ausencia de los abrazos a los seres queridos, y las rutinas, que compartieron con muchos otros (los paseos por la casa, la desatada afición a la cocina). Termina con un canto de esperanza al mejoramiento del mundo que pone de relieve su personalidad: debe ser mejor: más solidario, más respetuoso con la naturaleza y más sensible con el propio hombre.
Ilustran el libro, excelentemente maquetado por Antonio Garrido, fotografías del propio autor, mucho más que un aficionado -como quiere aparentar en su afirmación de constante aprendiz-, puesto que se ha convertido en uno de los reporteros de deportes y de las actividades culturales más importantes de la zona. Alguien que da cuenta a diario de las puestas de sol, del vuelo de las aves o de cómo sus jóvenes vecinas aprovechaban las tardes del confinamiento para realizar sus acrobacias gimnastas a la puesta del sol, danzantes cuyo ágil vuelo expresa que el ser humano aún tiene salvación.
Todo este conjunto de cosas explican la importancia de personas como José Luis Rúa, que saben que el mundo se hace haciéndolo cada mañana, sin detenerse nunca, compartiendo ese impulso siempre con los demás con una generosa sonrisa.
6 comentarios:
Un productivo confinamiento el de José Luis Rúa. Gracias por dárnoslo a conocer.
Muchas gracias por tus recomendaciones bibliográficas. Tienes gusto y criterio.
Un abrazo
Ese encierro interior que vivimos en 2020 fue un prodigio de creación intelectual que tuvo frutos tan estupendos como el que cuentas.
Grata pelas pistas que aqui nos ofereces, amigo mio.
Besos
De grandes males buenas ofertas culturales, casi siempre. De esta seguramente también.
Felicidades a Jose Luis Rúa y a Antonio Garrido por el libro.
En esta pandemia, aunque a mí al principio me costaba mucho escribir, después me ha salido todo de golpe y estoy elaborando un libro de haikus que me surgieron en estos años aciagos.
Lo estoy preparando y a ver qué hago con ellos. Te dejo el título "Haikus circulares y no coincidentes" y no sé si añadir entre paréntesis (en una pandemia).
Cuando lo tenga más o menos, ya te los pasaré a ver qué opinas.
Besos
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