Desde su publicación primera como artículos en el periódico El Sol en 1920, el ensayo España invertebrada de José Ortega y Gasset fue un éxito y se convirtió en un texto de referencia para explicar la cuestión española. El éxito sorprendió al propio autor, que así lo manifestó en los prólogos a las sucesivas ediciones del libro que, para él, no era un libro como tal y tampoco lo había escrito para ser de fácil lectura. Esta es una de las claves de cualquier análisis. España invertebrada no es un estudio sistemático del complejo problema de la constitución de la España moderna como nación. Por otra parte, como gran parte de los trabajos publicados de Ortega, el fragmentarismo es una manera de pensar y una metodología que permite al autor razonar mientras escribe, y no contiene la solución al problema sino el análisis de las circunstancias. Solo volviéndolas al contrario se puede hallar la salida. Su carácter de bosquejo, de anotaciones, consiste precisamente en ese primer gran valor del texto: a partir de un puñado de ideas, se propone la reflexión y se avanza en el conocimiento de un tema sin cerrarlo. Para comprenderlo mejor, debemos leer otros textos que Ortega publicaría por aquellos años y, singularmente, La rebelión de las masas, que enfoca el problema desde un ángulo más amplio y un espacio europeo.
A la altura de 1920 Ortega comenzaba a consolidarse como uno de los pensadores principales del país. Formado en Alemania, catedrático de la Universidad Central de Madrid, entraba en su madurez personal. Desde su regreso a España tenía intención de intervenir en las grandes cuestiones de actualidad y gran parte de su pensamiento se dedicó a esto: encarnaba a la perfección la idea del intelectual desde una posición liberal; conocía perfectamente la importancia de los medios de comunicación y la visibilidad social y gran parte de su tiempo lo dedicó a fomentar las agrupaciones de intelectuales con fuerte perspectiva política y social y a tratar con todos aquellos que él considerara importantes para la tarea de occidentalizar España.
Los artículos publicados en El Sol y recogidos como libro en 1921, pretendían resumir las claves de su pensamiento sobre la formación histórica de España, su decadencia y los problemas que habían aparecido con el surgimiento de los nacionalismos periféricos: sobre todo el catalán y el vasco, pero también el gallego y el andaluz (No he comprendido nunca por qué preocupa el nacionalismo afirmativo de Cataluña y Vasconia y, en cambio, no causa pavor el nihilismo nacional de Galicia o Sevilla, dice Ortega). No es un análisis amable con Castilla, la entidad sobre la que Ortega deposita el motor necesario para la unión; tampoco con los diferentes sectores que deberían haberla cuidado: ejército, iglesia, burguesía, etc., a los que acusa de no estar a la altura de su misión histórica y en los que reside la culpabilidad del fracaso y otra fuente de amenazas serias para el futuro, con algunos apuntes tan lúcidos como el siguiente:
Desde aquel momento [se refiere a la guerra del Rif] viene a ser el grupo militar una escopeta cargada que no tiene blanco a que disparar. Desarticulado de las demás clases nacionales -como éstas, a su vez lo están entre sí-, sin respeto hacia ellas ni sentir su presión refrenadora, vive el Ejército en perpetua inquietud, queriendo gastar la espiritual pólvora acumulada y sin hallar empresa congrua en que hacerlo. ¿No era la inevitable consecuencia de todo este proceso que el Ejército cayese sobre la nación misma y aspirase a conquistarla? ¿Cómo evitar que su afán de campañas quedara reprimido y renunciase a tomar algún presidente del Consejo como si fuera una cota?
A la altura de 1920 Ortega comenzaba a consolidarse como uno de los pensadores principales del país. Formado en Alemania, catedrático de la Universidad Central de Madrid, entraba en su madurez personal. Desde su regreso a España tenía intención de intervenir en las grandes cuestiones de actualidad y gran parte de su pensamiento se dedicó a esto: encarnaba a la perfección la idea del intelectual desde una posición liberal; conocía perfectamente la importancia de los medios de comunicación y la visibilidad social y gran parte de su tiempo lo dedicó a fomentar las agrupaciones de intelectuales con fuerte perspectiva política y social y a tratar con todos aquellos que él considerara importantes para la tarea de occidentalizar España.
Los artículos publicados en El Sol y recogidos como libro en 1921, pretendían resumir las claves de su pensamiento sobre la formación histórica de España, su decadencia y los problemas que habían aparecido con el surgimiento de los nacionalismos periféricos: sobre todo el catalán y el vasco, pero también el gallego y el andaluz (No he comprendido nunca por qué preocupa el nacionalismo afirmativo de Cataluña y Vasconia y, en cambio, no causa pavor el nihilismo nacional de Galicia o Sevilla, dice Ortega). No es un análisis amable con Castilla, la entidad sobre la que Ortega deposita el motor necesario para la unión; tampoco con los diferentes sectores que deberían haberla cuidado: ejército, iglesia, burguesía, etc., a los que acusa de no estar a la altura de su misión histórica y en los que reside la culpabilidad del fracaso y otra fuente de amenazas serias para el futuro, con algunos apuntes tan lúcidos como el siguiente:
Desde aquel momento [se refiere a la guerra del Rif] viene a ser el grupo militar una escopeta cargada que no tiene blanco a que disparar. Desarticulado de las demás clases nacionales -como éstas, a su vez lo están entre sí-, sin respeto hacia ellas ni sentir su presión refrenadora, vive el Ejército en perpetua inquietud, queriendo gastar la espiritual pólvora acumulada y sin hallar empresa congrua en que hacerlo. ¿No era la inevitable consecuencia de todo este proceso que el Ejército cayese sobre la nación misma y aspirase a conquistarla? ¿Cómo evitar que su afán de campañas quedara reprimido y renunciase a tomar algún presidente del Consejo como si fuera una cota?
Algunos fragmentos de la obra podrían haber sido escritos hoy mismo. Sin embargo, a pesar del pesimismo manifestado por el propio Ortega y de la confusión en la que hoy vivimos, hay dos cosas que nos separan radicalmente de 1920, como aviso a los navegantes que quieran ver los mismos horizontes: en primer lugar, la ahora tan contestada Constitución de 1978 que es, no lo olvidemos, la única Constitución española de consenso entre todos los sectores políticos y sociales y no una imposición de una parte del país sobre la otra, por muy necesitada de reformas que se nos antoje; y en segundo lugar, la también contestada hoy en día construcción de Europa como verdadera entidad política y no solo económica, que puede necesitar cambios, pero se nos presenta como el gran lugar de encuentro y protección de los derechos civiles. Ambas cosas le hubieran entusiasmado a Ortega y Gasset, todo sea dicho.
Aunque en el formato presencial del club ya hemos comentado esta obra, mantendremos aquí durante unos días este comentario y publicaré algunas entradas más.
Aunque en el formato presencial del club ya hemos comentado esta obra, mantendremos aquí durante unos días este comentario y publicaré algunas entradas más.
Noticias de nuestras lecturas
Mi querido, ingenioso e inteligente Jaime González nos ha regalado uno de los mejores comentarios de lo que significa de verdad que nuestro país sea un país invertebrado. Sin palabras, es el siguiente:
Se echaban de menos las aportaciones de Carmen Ugarte a las lecturas del club. En su recomendable blog publica una entrada sobre esta España invertebrada. Como siempre, su texto es lúcido y su análisis del ensayopone el énfasis en sus carencias para el mundo de hoy.
Paco Cuesta escribe una excelente aportación resaltando los puntos de análisis más certeros de Ortega sobre la cuestión española.
Luz del Olmo aborda el ensayo de Ortega desde su misma condición de escritura y reflexiona luego sobre los aspectos esenciales y su actualidad.
María Ángeles Merino sabe enlazar la lectura de Sidi con la de España invertebrada y analiza en esta última obra la posición de Castilla en la construcción de España según Ortega... y nos hace un regalo con Lola Flores que te invito a disfrutar en su entrada.
Recojo en estas noticias las entradas que hayan publicado los blogs amigos. Entrada del Club de lectura cada jueves (salvo casos excepcionales) en este blog.
Para conocer la forma de seguir las lecturas de este club y la lista del presente curso, este enlace.
ADVERTENCIA: Las entradas de La Acequia tienen licencia Creative Commons 4.0 y están registradas como propiedad intelectual de Pedro Ojeda Escudero. Pueden ser usadas y reproducidas sin alterar, sin copias derivadas, citando la referencia y sin ánimo de lucro.
3 comentarios:
Una reflexión que pasa por el Imperio Romano, el feudalismo, los godos, los Reyes Católicos, los Austrias hasta 1580 cuando España, que había ido de la mano de la madre Castilla, olvida su proyecto común y se muestra como invertebrada, las fuerzas centrífugas pueden más que las centrípetas. El particularismo nos encierra en nuestro caparazón y justo, justo, cuando España deja de proyectarse hacia fuera, con las pérdidas de las últimas colonias de ultramar, campean los separatismos y en ello estamos. Y las palabras de Ortega y Gasset nos parecen de ahora mismo, nos preguntamos si tenía la bola.
Lola Flores canta y baila un himno a Castilla, en una película de Cifesa de 1941, y nos deja boquiabiertos ante el icono andaluz rendido ante la "Castilla madre de España",con sus chicharras y su trigos. El franquismo tampoco pudo evitar el separatisno. En ello estamos.
Sigo redactando la crónica de la reunión tan animada que tuvimos. Un abrazo.
Hace algunos años que leí esta obra de Ortega. Me parece un excelente momento para revisarla. Me llamó mucho la atención una frase de esta obra: A España hay que darle un enemigo de fuera, si no es así se vuelve contra sí misma. Cito de memoria (cosa a esta altura de mi vida, nada fiable)
Os sigo y de cerca.
Gracias por tan y buen trabajo.
No nos sueltes.
Besos,Pedro.
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