Leer a Bécquer tiene un problema inicial: leer a Bécquer de verdad. Una de las cosas que llamará la atención de un lector cuidadoso es la diferencia entre un volumen con las rimas de Bécquer editado hace unas décadas y una edición reciente: en la numeración, en el orden de los poemas, en los cambios producidos en los versos o en palabras.
Leer a Bécquer de verdad es algo más complicado de lo que puede parecer puesto que la transmisión textual de su obra sufrió avatares que lo han dificultado. Curiosamente, la sensación que tiene cualquier lector que se haya acercado a Bécquer hace años es todo lo contrario: la lectura de los poemas del autor parece sencilla y comprensiblemente organizada. Desde la edición póstuma en dos volúmenes de sus obras que promovieron sus amigos en 1871 (aquí el tomo primero, aquí el segundo), con más o menos adiciones, todo parecía quedar fijado. La popularización de sus textos en ediciones más ligeras, en las que se solía publicar por separado las leyendas, las Cartas desde mi celda y las rimas, acentuaron esta sensación de lectura cerrada, en especial con los poemas, algo que no deparaba sorpresas y que se podía comprender razonablemente bien en una primera lectura. Finalmente, leer las rimas de Bécquer se construyó en el imaginario colectivo en un orden en el que todo se aclaraba: unos primeros poemas con contenido metapoético, en los que se trataba de cuestiones literarias, y otros -la mayoría- en los que se narraba la historia de un amor y su desamor, junto a otro puñado de textos que pertenecerían a otras circunstancias. Así se ha leído a Bécquer mayoritariamente hasta hace bien poco.
Leer a Bécquer de verdad es algo más complicado de lo que puede parecer puesto que la transmisión textual de su obra sufrió avatares que lo han dificultado. Curiosamente, la sensación que tiene cualquier lector que se haya acercado a Bécquer hace años es todo lo contrario: la lectura de los poemas del autor parece sencilla y comprensiblemente organizada. Desde la edición póstuma en dos volúmenes de sus obras que promovieron sus amigos en 1871 (aquí el tomo primero, aquí el segundo), con más o menos adiciones, todo parecía quedar fijado. La popularización de sus textos en ediciones más ligeras, en las que se solía publicar por separado las leyendas, las Cartas desde mi celda y las rimas, acentuaron esta sensación de lectura cerrada, en especial con los poemas, algo que no deparaba sorpresas y que se podía comprender razonablemente bien en una primera lectura. Finalmente, leer las rimas de Bécquer se construyó en el imaginario colectivo en un orden en el que todo se aclaraba: unos primeros poemas con contenido metapoético, en los que se trataba de cuestiones literarias, y otros -la mayoría- en los que se narraba la historia de un amor y su desamor, junto a otro puñado de textos que pertenecerían a otras circunstancias. Así se ha leído a Bécquer mayoritariamente hasta hace bien poco.
Bécquer había publicado parcialmente su producción en periódicos y revistas. El mundo de la prensa decimonónica complica un tanto el trabajo de editar a Bécquer: muchos textos se publicaban sin firma o con pseudónimos o con meras iniciales y algunos escritores compartieron la misma inicial a la hora de firmar. De ahí que de vez en cuando hayan surgido textos que razonablemente parecen de Bécquer y así son editados, aunque no llevaran inicialmente la firma del autor: muchos de ellos son finalmente descartados por otros editores, de la misma manera en que hay textos de Bécquer entre los muchos no firmados sin que sepamos que lo son. En esto, Bécquer no es diferente de otros muchos escritores que publicaron en la prensa del siglo XIX. Es interesante el cotejo entre estos textos y los publicados: hablan, inicialmente, de una revisión trabajada a lo largo del tiempo. Ni siquiera Bécquer, el poeta de la aparente sencillez, se conformó con una primera versión.
Desde poco después de la primera edición completa de la obra de Bécquer, hubo autores que intuyeron en sus textos algo más y la leyeron prescindiendo de la ordenación en la que venía dada. Singularmente Rubén Darío logró mirar más allá y así lo refleja en su obra. Aunque con algo de exageración, podríamos decir que Darío enseñó a leer a Bécquer a las generaciones siguientes de poetas y de esa lectura bebieron otros muchos hasta que un descubrimiento vino a darles la razón. En 1914, Franz Schneider dio cuenta del hallazgo de un manuscrito becqueriano conocido como El libro de los gorriones, que venía a cuestionar tanto la ordenación tradicional como las versiones conocidas de los textos a partir de la edición de 1871, además de hacer compleja la edición de variantes puesto que muchos dudan de los autores de las correcciones que él figuran mientras que otros se las adjudican a Bécquer.
Curiosamente, a pesar de su relevancia, el mundo editorial continuó atado a la versión popular y pocos fueron los que se replantearon nada, quizá por inercias quizá por miedo a no ser aceptados por el público. Algunos, como mucho, añadían a la numeración tradicional de las rimas becquerianas otra que significaba la posición en el manuscrito y en notas a pie de página aclaraban las variantes. Pero salvo los especialistas en Bécquer los lectores siguieron usando en rasgos generales la edición póstuma, sobre la que hay muchas dudas en cuanto a la participación del propio autor. Desde 1977 han aparecido en el mercado ediciones -valientes, todo hay que decirlo, porque el consumidor de Bécquer acepta pocas o ninguna innovaciones- que siguen El libro de los gorriones. Leer así las rimas de Bécquer e intuir lo que pretendía con sus obras, nos lleva a un territorio becqueriano que muchos desconocerán, en el que no todo es como nos lo habían contado. Es interesante vencer la resistencia inicial de la costumbre y comprobar cómo Bécquer es más moderno de lo que parece si lo leemos solo como una historia de amor adolescente.
Curiosamente, a pesar de su relevancia, el mundo editorial continuó atado a la versión popular y pocos fueron los que se replantearon nada, quizá por inercias quizá por miedo a no ser aceptados por el público. Algunos, como mucho, añadían a la numeración tradicional de las rimas becquerianas otra que significaba la posición en el manuscrito y en notas a pie de página aclaraban las variantes. Pero salvo los especialistas en Bécquer los lectores siguieron usando en rasgos generales la edición póstuma, sobre la que hay muchas dudas en cuanto a la participación del propio autor. Desde 1977 han aparecido en el mercado ediciones -valientes, todo hay que decirlo, porque el consumidor de Bécquer acepta pocas o ninguna innovaciones- que siguen El libro de los gorriones. Leer así las rimas de Bécquer e intuir lo que pretendía con sus obras, nos lleva a un territorio becqueriano que muchos desconocerán, en el que no todo es como nos lo habían contado. Es interesante vencer la resistencia inicial de la costumbre y comprobar cómo Bécquer es más moderno de lo que parece si lo leemos solo como una historia de amor adolescente.
Mª Ángeles Merino, Abejita de la Vega, comenta los capítulos 15 y 16 de Viene la noche, centrados en la sensación del protagonista como un pozo seco. No os perdáis en esta entrada a Esquivias colgado. Al comentar el capítulo 17 narra el segundo viaje del protagonista a Burgos, apesadumbrado. Finalmente, solo como ella es capaz de hacerlo, une la lectura de la trilogía dantesca con la de Bécquer.
Os invito a participar en esta lectura colectiva y virtual de la trilogía dantesca de Óscar Esquivias, continuando la variedad de estilos, propósitos y miradas que nos han enriquecido la lectura del texto cervantino en los dos últimos años.
19 comentarios:
Me va a costar no recurrir a mi antiguo libro de Rimas. Bueno, más de una edición hay en casa, porque Becquer siempre me ha gustado, aun en momentos en que parecía una cursilada lo que había escrito. Quizás fue la lectura de Maese Pérez, el organista, en una clase remota, uno de los hilos que me enganchó a la literatura para siempre.
Es muy complicado doy fe jejejejejeje
Puede resultar muy interesante, sí, esa nueva ordenación con su nueva lectura. Un abrazo muy fuerte.
Buenas noches, profesor Ojeda:
Esta tarde he estado preparando mis libros de Bécquer, y me he dado cuenta que algo faltaba en todos.
Me encantará esta lectura guiada.
Un abrazo.
Bueno, la edición de las rimas y leyendas que yo tengo, muy moderna no se puede decir que sea, ya que es justamente de 1977, de mis tiempos de BUP.
Entre mi libro y los enlaces que nos pones (gracias, por cierto) intentaré aclararme, si es que no me pilla un poco espesa.
Un beso
La lectura de los clásicos en los años de estudiantes, no fue antojadiza, fue ilustrativa, removedora...bueno es que tú pongas sobre la mesa el desafío de leerle ya cargando unos años encima de nuestra propia mocedad.
Gracias por eso, un honor visitar este sitio.
Abrazo desde Uruguay
La prensa escrita en el siglo XIX, fué lugar propicio para publicar, poemas, novela por entregas..etc, sin los periódicos y revistas de aquélla época, pocas cosas nos hubieran llegado en la actualidad.
Seguiré la lectura, ésta distinta lectura de Bécquer de la que yo hice allá por los primeros años de los setenta del siglo pasado, suena ya a añejo, y no me considero mayor.
tuve el libro en casa en préstamo de la biblioteca y lo devolví sin hicarle el diente, tal vez ahora con tu ayuda y guía vuelva a animarme.
biquiños.
Creo que va a ser una travesía apasionante, con la ayuda del Capitán.
Yo he adquirido la edición de Cátedra, supongo que será una buena edición como son la mayoría de sus ediciones.
El ejemplar de las "Rimas" que tengo en casa es la séptima edición (1969) de : "Rimas". Estudio Preliminar Y Notas De Ivonne Bordelois Y María Silvia Delpy, editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1956.
A pesar de ser tan viejo, más que yo, el orden de las rimas coincide con el de CVC. Compararé el viejísimo con el modernísimo y digital.
Esta lectura de Bécquer saldrá muy bien, tanto como la quijotesca y la dantesca. Buenos comentaristas y buen director de orquesta, excelente.
Es un honor el haber casado las dos lecturas, gracias por tus palabras, profesor.
Abrazos
De Bécquer tengo un pequeño ejemplar de versos sobre Toledo que regalaban en la oficina de turismo que hay en la plaza de Zocodover y es muy interesante.
Saludos.
este es uno de mis favoritos del libro Rimas y Leyendas
Rima LXXV
¿Será verdad que cuando toca el sueño
con sus dedos de rosa nuestros ojos,
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?
¿Será verdad que, huésped de las nieblas,
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado sube a la región vacía
a encontrarse con otros?
¿Y allí desnudo de la humana forma,
allí los lazos terrenales rotos,
breves horas habita de la idea
el mundo silencioso?
¿Y ríe y llora y aborrece y ama
y guarda un rastro del dolor y el gozo,
semejante al que deja cuando cruza
el cielo un meteoro?
¡Yo no sé si ese mundo de visiones
vive fuera o va dentro de nosotros:
lo que sé es que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco!
Entre tanta actividad, debo encontrar un hueco para empezar, ufff!!! El tiempo apremia, y parece que este avión despega ya, así que.....en marcha.
Besos Pedro y ya sabes...feliz fin de semana (en las islas será largo por aquello del Día de Canarias)
De verdad le leo.
Pedro ¿qué te parece leerlo aquí?
http://cvc.cervantes.es/obref/rimas/rimas/indice.htm
En mi libro Rimas y leyendas, edición Clásicos de siempre, están en otro orden. Tengo un pequeño lío ¿cuál leer y por dónde empezar? :-(
Más saludos
ESTRELLA: perfecto. Es una de las ediciones electrónicas que recomendé en mi anterior entrada sobre la lectura.
Uy qué lío de libros... El que tengo es "Aula de Literatura Vicens Vives" aunque dudo que tanto las leyendas y las rimas estén completas. Lo veo como el típico libro de instituto donde han escogido ciertas leyendas y ciertas rimas.
Leo que en la época de Becquer también se armaban un taco con quién había escrito qué y aparecían libros inéditos (El libro de los gorriones) igualito que en el XVII... Muy curioso... Besotes becquerianos, M.
Una de las cosas que voy descubriendo es el poco apego que tenía por su obra. Si no hubiera escrito para períódicos, no habríamos conocido prácticamente nada de su literatura.
Tienes razón en que la poesía está mucho más cuidada que la prosa. Se nota la premura con la que tienen que escribir los periodistas. Según he leído por ahí tan sólo había publicado unas quince rimas antes de morir.
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