Como si tuviéramos pocas tareas, nos marcamos continuamente finales y comienzos. La vida se nos ha llenado de calendarios, avisos, agendas, citas, apremios. En papel, electrónicos, en post it, ya no nos es suficiente el nudo en el dedo angular o la anotación en el dorso de la mano. El ser humano se asusta ante el abismo del caos y necesita ordenarlo, trocearlo en parcelas controlables con las que regular la vida. Somos así de temerosos y desvalidos. El final del día de hoy, por lo menos, llega con aviso suficiente para estar preparados.
martes, 31 de diciembre de 2013
lunes, 30 de diciembre de 2013
Eso es la vida y no otra cosa
Mi perro era una mezcla de pastor alemán y pastor alsaciano. Era de color canela y mi padre lo trajo a casa cuando tenía apenas unos días, en el bolsillo de su abrigo. En los bolsillos del abrigo de mi padre cabía un mundo entero, pero esa es otra historia. Tuvimos otro perro antes, Piraña, que murió envenenado con meses de vida, pero eso es también otra historia.
Cuando era un cachorro, jugaba con él alrededor de una enredadera tupida que crecía en una verja en el jardín que había trabajado mi padre delante de nuestra casa. Yo daba vueltas alrededor de la enredadera intentando engañarlo y tomaba los giros para que no me alcanzara, tras haberle hecho creer que iba por el otro lado. Tardó tres o cuatro vueltas en comprender que le bastaba con darse la vuelta y correr en sentido contrario para salirme al encuentro y sorprenderme. Desde entonces jamás pude engañarlo.
Ya adulto lo paseaba por las afueras de mi ciudad, en donde comenzaban los baldíos, cerca de la acequia que recorría, como una vena, aquellas tierras. Durante unos días nos encontramos con un hermoso galgo perdido o abandonado. Mi perro salía corriendo detrás del otro. El galgo le sacaba veinte, treinta, cincuenta, sesenta metros y se detenía a esperarlo. Mi perro corría todo lo que podía, jamás le había visto hacerlo tan rápido. Cuando estaba a punto de alcanzarlo, uno o dos metros, el galgo volvía a correr, con elegancia y sin esfuerzo, girando su cabeza de vez en cuando para mirar a mi perro, como animándolo. La persecución se repetía varias veces, hasta que mi perro no podía más y me buscaba, fatigado. Se sentaba a mi lado y yo lo acariciaba e intentaba calmarlo con palabras. Tardaba varios minutos en reponerse. Durante varios días persiguió a aquel galgo y nunca intentó ningún tipo de estrategia o atajo para alcanzarlo. No sé si hubiera podido. Pero nunca dejó de intentarlo mientras el galgo paró por aquellos lugares. Una y otra vez, con la esperanza de poder alcanzarlo y la certeza de que nunca lo conseguiría.
Eso es la vida y no otra cosa.
domingo, 29 de diciembre de 2013
Tres fotografías
No sé si hay algo más apropiado para una tarde de invierno que abrir una caja y encontrar fotografías antiguas. En casa estás solo, fuera ya es de noche y hace frío. Ya has leído la prensa del día y has dado una cabezada en el sofá. Lo único que sabes seguro es que no te apetece oír en la radio las retransmisiones deportivas y tampoco ponerte a planchar. Te sirves un café cargado no tanto para despejarte como para matar la tarde y decides que es hora ya de abrir esa caja que lleva tantas mudanzas contigo, que ha ido pasando de casa en casa y en la que crees saber lo que está pero no el daño que puede hacerte. Como jugar a la ruleta rusa. En las primeras fotografías solo te reconoces por lo que te han contado de ti: hay un ejercicio disciplinadamente serio por el que te repites en voz alta lo mismo que tantas veces has oído a tus padres contar sobre aquellas imágenes. Hay un momento en el que comienzas a recordar con cierta precisión cuándo se tomaron, lo que hacías, con quién estabas y lo que pensabas en aquel momento. Pasan por tus ojos gente querida y gente a la que quisiste pero ya no pertenecen a tu presente. Personas que recuerdas y otras hoy desconocidas pero que están allí, a las que sonríes y te pasan un vaso o un balón. Varias chicas a las que abrazas y cuyos nombres, de pronto, recuerdas. De algunas también recuerdas su voz o sus besos. Poco a poco aparecen fotografías con mucho significado para ti: fuiste feliz en aquellos momentos. Se te nota y no puedes negártelo aunque el tiempo haya dejado un poso de tristeza sobre tus recuerdos. Pero no te engañes: mira esas fotos, quizá sirvan para reconciliarte con tiempos de los que quisiste borrarte. Poco a poco, fotos de un presente más cercano, más reconocible y amable. Pocas, porque ahora las tienes en tu ordenador y todavía no has tenido tiempo o fuerzas para imprimirlas, quizá temas que todo vaya tan rápido que cuando las selecciones para enviarlas a la página de Internet de la empresa que ahora imprime tus fotografías sean ya pasado. Cómo recordarás estos tiempos dentro de unos años. Escoges tres fotos por su significado común. En la primera debes tener unos siete años. Recuerdas cuándo se tomó, en el colegio. A todos se os mandó formar en un pasillo para hacer la foto oficial del curso. Como tú no habías llevado chaqueta, te prestaron una que te venía grande. Ni el bolígrafo ni el folio ni la pajarita de goma son tuyos: son los mismos para toda la fila de alumnos. Posas como debía hacerse, con la seriedad de quien era un buen alumno. La segunda tiene una cuidadosa anotación en el dorso: 15 de enero de 1974. Tenías 10 años y te la hicieron para el primer carnet de biblioteca pública, con el que pasaste horas y horas leyendo libros y tebeos en un parque de tu barrio. La tercera es de 1986, para la orla de la Licenciatura en Filosofía y Letras. Tenías 22 años y no sabías qué iba a ser de ti unos meses después, cuando terminaras la carrera. Querías ejercer de profesor y escribir. Quizá no tenías más certezas. Curioso ejercicio este de abrir una caja de fotografías que has arrastrado de mudanza en mudanza.
sábado, 28 de diciembre de 2013
Si te pones de puntillas puedes ver el mar
Si te pones de puntillas puedes ver el mar. Si miras más allá de la desembocadura, río abajo, más allá de la otra orilla, puedes verlo. Un mar de invierno, galerna hermosa y libre. Si te aúpas un poco más puedes verlo calmado y terso, listo para la caricia. Si te pones de puntillas puedes mirar el mar y reír al llenar tus ojos de su horizonte.
viernes, 27 de diciembre de 2013
Agua de riego
Hay pocos misterios como el del agua que penetra en la tierra en busca de la semilla para hacerla germinar. Como los dedos de un dios antiguo. Todo huele a barro húmedo, certeza de que hay primavera detrás de todo invierno y de que nadie podrá arrebatárnosla.
jueves, 26 de diciembre de 2013
La edad de la razón como final esperanzado de Todo lo que era sólido de Muñoz Molina y noticias de nuestras lecturas
Al final de su ensayo, Muñoz Molina proyecta la esperanza de que, a consecuencia de todo lo que nos ha sucedido, nos haya llegado, al fin la edad de la razón: "Ya no nos queda más remedio que empeñarnos en ver las cosas tal como son, a la sobria luz de lo real. Después de tantas alucinaciones, quizás sólo ahora hemos llegado a la edad de la razón". En el núcleo del texto, el autor había desarrollado la idea de que gran parte de lo que nos ha ocurrido como sociedad se debe a que hemos vivido en una ilusión como país, un espejismo que nos ha conducido a no distinguir lo real de lo no real. La circulación de dinero en un país que no tenía suficientemente asentadas las estructuras ni la mentalidad democráticas, en el que los partidos políticos pronto se convirtieron en estructuras fuertemente jerarquizadas, nos llevó a la necesaria catástrofe. En efecto, tiene razón Muñoz Molina al afirma que la democracia hay que enseñarla porque no es lo natural ni lo fácil. Y en España nadie ha hecho pedagogía democrática. Hubo entusiasmo de libertad en la época de la Transición y necesidad de acuerdos en la Constitución del 78, pero después el flujo del dinero se mezcló con las estructuras caciquiles y los intereses políticos. A partir de ahí falló todo: los medios de comunicación, los dirigentes políticos y la misma sociedad, anestesiada ante la cultura del todo gratis y la facilidad para vivir en un espejismo de opulencia. El dinero pervierte siempre. Y lo hace más tal y como llegó a España a partir de finales de los ochenta: fácil y sin control alguno en un país sin cultura democrática.
La esperanza de Muñoz Moilna es que hayamos aprendido, que los españoles dejemos de ser súbditos para ser ciudadanos con todo lo que implica este término. Ser ciudadano es un esfuerzo diario. Yo quisiera también caer en la esperanza pero las noticias no son felices: los partidos políticos siguen sin reaccionar y tienden a conservar las mismas estructuras que les han llevado a su descrédito; no hay renovación de los políticos y muchos de los que están en el poder nacional, autonómico o local son los mismos que tomaron las decisiones que nos han traído hasta aquí o que ayudaron a tomarlas sin que asuman las consecuencias de sus actos; todavía hoy la gente se mueve por las tripas y no por la razón en materias como los localismos y los nacionalismos; las nuevas caras que aparecen en la política dentro de esos partidos políticos son de una mediocridad aterradora -lo mismo sucede con las nuevas generaciones que ocupan cargos de todo tipo-; en general, los medios de comunicación siguen haciendo juego a los grandes poderes y la información más parece ruido tendencioso que investigación propia; la sociedad no termina de tomar conciencia de ciudadanía y aparece derrotada y resignada.
Me temo que no soy tan optimista como Muñoz Molina, aunque también pienso que la única solución para la verdadera y definitiva modernización de España es la que él señala: que los españoles decidamos, definitivamente, ser ciudadanos.
Un magnífico ensayo el de Muñoz Molina, que quedará como uno de los textos esenciales en el diagnóstico de lo que ha ocurrido en los últimos decenios en España y en el estudio de las claves como sociedad de este país desde el siglo XIX hasta nuestros días.
Noticias de nuestras lecturas
Mª Ángeles Merino, con sus mujeres galdosianas, nos pone acertadamente sobre la mesa algunas de las claves del ensayo de Muñoz Molina: la religión, la educación, la cultura y el nacionalismo. Todo ello tan mal gestionado por nuestros políticos.
Pancho llega al análisis de la impotancia que el dinero fácil tuvo en la destrucción de nuestra sociedad. Y comenta una de las claves del tono sincero de la obra: lo autobiográfico, una de las esencias del estilo de Muñoz Molina.
Antonio Aguilera comenta, con todo acierto, algo esencial de Todo lo que era sólido: el narcisismo y megalomanía de nuestra clase política. Y nosotros, que se lo hemos tolerado.
Myriam concluye su aportación a la lectura de Todo lo que era sólido con el resumen de las claves histórico-sociológicas que nos han conducido hasta la situación presente.
Para aquellos que no pudisteis ver el programa Salvados del último domingo, os dejo el fragmento con la entrevista que Jordi Évole le hizo a Muñoz Molina en este enlace. Reconoceréis, en lo que dice el escritor, una buena parte de los contenidos del libro que hemos comentado en este mes de diciembre.
Termina Pancho su extraordinaria aportación a la lectura de La estafeta romántica de Galdós. Quiero resaltar dos cosas hoy de ella: la selección de las citas (una acertada antología de frases clave) y la forma de desentrañar la técnica galdosiana, aquí, por ejemplo, cómo nos hace desear la continuación.
Como sabéis, la próxima semana comenzamos la lectura de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, el poemario de Pablo Neruda publicado en 1924 que nos ocupará durante el mes de enero.
Ya sabéis que recojo en estas entradas de
los jueves los comentarios que los seguidores del Club de lectura hacen
en su blog hasta el miércoles y aquellos que me dé tiempo del mismo
jueves. Si me he olvidado de alguno, os agradecería que me lo hicierais
saber.
miércoles, 25 de diciembre de 2013
Ese momento que define el día
No fue en vano el día. Todo, en el campo, invitaba a la mirada densa. Cada tiempo tiene su labor, cada jornada ese momento que la define. La acequia venía llena y el aliviadero bajaba el agua, fresca y alegre, hacia el cauce del río, con el canto de un beso infantil que se arroja al aire para que otro lo recoja. No sé si hacía frío, pero yo no lo sentía. Me había traído hasta allí un presente que quería cerrar un pasado y abría un surco hacia el horizonte. La vida consiste, en definitiva, en eso. La felicidad no es otra cosa sino saber llegar a ese momento y darse cuenta.
martes, 24 de diciembre de 2013
Elogio de la esencia
Por estas tierras mías, el campo ahora está desnudo de todo adorno. Por eso, más cierto. Nada falta, nada sobra. Forma esencial que pocos miran, encogidos en las solapas del abrigo, camino de cosas que no importan. Qué hermoso es el invierno que prepara la primavera.
sábado, 21 de diciembre de 2013
La Navidad es un género literario
La Navidad es un género literario que no admite posturas intermedias. O lo odias o lo amas, pero no podrá dejarte indiferente. Hoy no se lleva la Navidad triste pero si se repasan los cuentos tradicionales y los mejores textos literarios sobre la Navidad destacan en seguida aquellos que contienen la tristeza como materia moral para enfrentar al lector con su propia hipocresía. Incluso la primera narración navideña, toda la historia del nacimiento de Cristo contenida en los evangelios canónicos y en los apócrifos, tiene ese contenido: el nacimiento en un pesebre, la degollación de los inocentes y la huida a Egipto; es decir, la pobreza humilde pero digna, la injusta ira del poderoso atemorizado por el hijo de un carpintero y el sentimiento del desterrado. La felicidad que no depende del otro, el miedo del gobernante y no del gobernado, la huida como forma de resistencia.
La pequeña cerillera, de H. C. Andersen quizá sea el más triste de todos los cuentos tristes: una niña que para calentarse en una noche de fin de año enciende los fósforos que pueden darle de comer. Hoy, que no está de moda el cuento triste, nadie parece querer enfrentarse a ese momento en el que la niña, descalza y acurrucada en una calle llena de nieve, enciende, una a una, las cerillas. No hay más salida para ella que la que le da Andersen: la muerte y la esperanza en una vida eterna más justa porque en esta parece que no es posible la justicia para los marginados de la sociedad. Ni siquiera Charles Dickens llegó a tanto en su Canción de Navidad, puesto que permite al viejo y avaro Scrooge cambiar de vida.
La tristeza, en estos días, se condensa también en el temor a que la felicidad se rompa en cualquier momento y se convierta en amago de tragedia, como en La gran familia, cuando Chencho se pierde. No hay mayor soledad que la del que está solo cuando hace frío y el resto del mundo se divierte. En esos casos el frío se palpa y quizá por eso no nos gusta sentirlo si no sabemos que todo terminará bien, que Cristo es el Hijo de Dios, que la cerillera vivirá en un cielo sin frío ni hambre junto a su abuela, que Scrooge aprenderá a sonreír y amar, que Chencho será encontrado. Quizá sea así, que necesitamos que alguien nos cuente en Navidad el cuento más triste del mundo pero solo si termina bien porque ya está la vida para darnos otros finales.
Me gustaría contaros un cuento alegre de invierno que no oculte la realidad ni la disfrace de tonos pasteles, en el que la felicidad no nazca de la compasión del poderoso ni de su limosna, ni de las cifras de la tarjeta de crédito, una felicidad que sea la mejor forma de resistir a la injusticia y a las medidas que aumentan la desigualdad, una felicidad que sea la espoleta de la resistencia y el cambio y no la dormidera que nos ciega. Porque de tristeza tenemos ya la saca de los regalos llena, de una tristeza impuesta, gris y pegajosa, que nos han echado encima para que caminemos de forma lenta y no veamos ni oigamos ni gritemos ni riamos. Pero ese cuento debe comenzar siempre con la sensación del frío que hace en las casas o en las calles cuando uno está solo y debe quemar, uno a uno, los fósforos para calentarse.
Me gustaría contaros un cuento alegre de invierno que no oculte la realidad ni la disfrace de tonos pasteles, en el que la felicidad no nazca de la compasión del poderoso ni de su limosna, ni de las cifras de la tarjeta de crédito, una felicidad que sea la mejor forma de resistir a la injusticia y a las medidas que aumentan la desigualdad, una felicidad que sea la espoleta de la resistencia y el cambio y no la dormidera que nos ciega. Porque de tristeza tenemos ya la saca de los regalos llena, de una tristeza impuesta, gris y pegajosa, que nos han echado encima para que caminemos de forma lenta y no veamos ni oigamos ni gritemos ni riamos. Pero ese cuento debe comenzar siempre con la sensación del frío que hace en las casas o en las calles cuando uno está solo y debe quemar, uno a uno, los fósforos para calentarse.
viernes, 20 de diciembre de 2013
Noticias de un solo día en España
Ante el resultado de la subasta de la luz de ayer jueves, que encarecía el coste en un 11%, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) la ha suspendido hoy y se abre un plazo de dos semanas para que se decida si se anula la subasta y se convoca otra o se fija el nuevo precio por una media de las subastas anteriores. Aun así, el precio de la luz para el consumidor final se ha doblado en España en los últimos tiempos y se ha convertido en uno de los países europeos con las tarifas más altas. Cuando se liberalizó el mercado eléctrico y se privatizaron las compañías, se nos aseguró que ello contribuiría a mejorar el servicio y a abaratarlo. Ni una cosa ni otra ha sido verdad. La subida continuada del precio de la luz ha dado lugar a un nuevo concepto: pobreza energética. Un número cada vez mayor de familias españolas no pueden pagar la luz. El partido en el gobierno ha frenado una iniciativa apoyada por toda la oposición según la cual se fijaban unos mínimos energéticos que impedirían cortar la calefaccion en los hogares más necesitados. Este es un ejemplo más de cómo se han hecho las privatizaciones y las medidas de liberalización del mercado en España desde los útlimos gobiernos socialistas de Felipe González. Un informe del Tribunal de Cuentas conocido esta misma semana ha demostrado que, en España, la privatización de los servicios públicos es más cara y de peor calidad que la gestión pública de los mismos. Continuamente saltan escándalos a la prensa en los que se demuestra que el mismo político que privatizó un servicio cuando estaba al cargo de la administración correspondiente, ocupa al poco tiempo un sillón de alto ejecutivo o consejero en la empresa que obtuvo la gestión del servicio.
Sin una demanda social que lo respalde, el Gobierno ha aprobado un Proyecto que reforma la Ley que regula el aborto, devolviéndolo a una situación de hace décadas. Si en su tramitación parlamentaria no se cambia, lo que era un derecho de las mujeres pasará a ser considerado de nuevo como un delito salvo en unos casos concretos. No es solo que se anulen las medidas más cuestionadas de la anterior ley -sobre todo la que permitía abortar a las menores sin consentimiento paterno-, sino que se devuelve la situación, de facto, a 1985.
El juez que investiga los casos de financiación ilegal del partido en el gobierno, ha enviado una comisión judicial y varios agentes de policía para recabar toda la información documental. Los españoles se han desayunado con la noticia que durante 14 horas se ha registrado la sede principal de este partido en Madrid. Una noticia de menor alcance pero contenido similar afecta a uno de los primeros sindicatos españoles.
Hoy también ha amanecido y, a la hora en la que escribo, hace tiempo que se ha hecho de noche. Por estas tierras ha dejado de llover y ha vuelto el frío. Los españoles que tienen trabajo han acudido a su jornada laboral y los escolares han iniciado las vacaciones de Navidad. Aquellos españoles que no tienen trabajo y que no se han desesperado o marchado al extranjero, han buscado una colocación. La mayoría, sin éxito. Después de trabajar por la mañana, he comido con una buena amiga de hace años, que me soporta con su constancia cariñosa. El local, una taberna de barrio con buena comida casera en el menú del día, estaba lleno de un ruidoso grupo que celebraba una típica comida de Navidad de compañeros de trabajo. Por la calle, la gente iba a sus cosas, sin demasiada urgencia. Por la tarde, he asistido a la demostración de violín de los alumnos de la profesora de mi hija, una mujer entregada a la enseñanza de la música. Elena ha sido solista en una folia y en el Adagio de Albinoni. También ha interpretado una parte de un concierto de Mozart. He leído algo de poesía de Walt Whitman. Cuando termine de escribir este texto voy a cenar una ensalada. Se me olvidaba, también he ido al gimnasio, he puesto una lavadora y he planchado. Mientras planchaba, he escuchado las noticias en la radio y el presidente del gobierno declaraba que respeta las actuaciones judiciales, como si eso debiera ser noticia. He pensado en lo que haré el fin de semana. Iré a ver a mi madre, limpiaré la casa, saldré a correr por el Campo Grande, como todos los días, cincuenta minutos. Muy posiblemente vaya a ver la última película de Woody Allen. Escribiré y quizá me haga acompañado el sendero verde por el valle del río Esgueva, hasta Renedo. Pero no creo que se me quite esta sensación en la boca del estómago.
jueves, 19 de diciembre de 2013
Retrato de tipos y espacios en Todo lo que era sólido de Muñoz Molina y noticias de nuestras lecturas
Muñoz Molina siempre ha sido un gran retratista de personajes y ambientes. No solo en sus textos narrativos. Todavía recuerdo la magnífica serie de artículos publicados en 1998 en el periódico El País con motivo del juicio sobre el caso GAL en los que retrataba los personajes principales de aquella negra historia de terrorismo de estado. Esos artículos, además de toda una lección de periodismo judicial, supusieron un precedente claro de lo que encontramos en Todo lo que era sólido.
En Todo lo que era sólido, tras sentar las bases iniciales del ensayo, se dedica el autor a retratar ambientes y personajes. Destacan, por contraste, los despachos de la administración municipal en los que comenzó a trabajar y la desproporcionada terminal T4 del aeropuerto de Barajas. Pero también los tres retratos iniciales con los que arranca el libro: el constructor valenciano, el financiero brasileño y el presidente Rodríguez Zapatero. De los tres el lector saca la misma conclusión. la superficialidad de sus planteamientos, una sensación de que no saben bien lo que tienen entre manos pero se muestran muy seguros del camiino a seguir.
Entre esos espacios y esos personajes, el autor, Muñoz Molina, se convierte en un hombre asombrado ante la desproporción de todo, un observador al que la dirección tomada por la sociedad no deja de parecerle una pérdida del horizonte humano. Es impagable la descripción que de sí mismo hace cuando acude a visitar al financiero brasileño en la oficina de Nueva York en la que trabaja.
Noticias de nuestras lecturas
Pancho comenta con todo acierto los pasajes en los que Muñoz Molina retrata el crecimiento desmesurado en España de la circulación de dinero y la trasformación del urbanismo del país.
Antonio Aguilera nos muestra una de las facetas más presentes en Todo lo que era sólido: la corrupción y el saqueo de lo público que ha tenido lugar en España porque nos desentendimos de la política.
Luz del Olmo tira de refranes en su entrada para comentar las cosas que nos han pasado y que tan bien retrata Muñoz Molina.
Paco Cuesta busca en cada uno de nosotros la falta de origen sobre la que otros han cimentado la catástrofe relatada en Todo lo que era sólido.
Los personajes galdosianos tomados por Mª Ángeles Merino siguen con su comentario de la obra de Muñoz Molina. Ahora hablan de pelotazos...
Myriam completa y desarrolla de manera admirable el tema del cainismo español que se refleja en la obra de Muñoz Molina.
No os perdáis la nueva entrada de Pancho sobre la novela de Galdós, con una excelente mirada sobre la ténica del autor para traernos noticias histórica o los avatares psicológicos de los protagonistas.
Ya tenemos cabecera para la lectura de Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda, poemario que leeremos en enero. Me la ha remitido una de las comentaristas habituales de La Acequia, Rita, a la que varios de nosotros tuvimos ocasión de conocer con motivo de la Ruta de El Hereje del pasado curso. Además, acaba de abrir su propio blog, que podéis conocer en este enlace.
Como prólogo de nuestra próxima lectura de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda, bien puede valer la entrada que publicó Purificación (Pamisola) hace unos días, sobre Confieso que he vivido.
Manuel Casadiego también publicó una excelente interpretación del Poema 10 de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Más que recomendable.
El martes pasado tuvo lugar, en la sala habitual de la Biblioteca General de la Universidad de Burgos, la reunión de diciembre del Club de lectura en su formato presencial. Fue un encuentro intenso e interesante porque Todo lo que era sólido daba para hablar de lo que nos ha pasado en España. Hubo intercambio de opiniones y varios puntos de acuerdo: la ceguera en la que vivimos (casi) todos, la impunidad con la que dejamos actuar a los corruptos, a los corruptores y a los que facilitaron su indeseable labor y la calidad del texto de Muñoz Molina, no exento de esperanza. La siguiente reunión tendrá lugar el martes 21 de enero de 2014. Comentaremos Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda.
Ya sabéis que recojo, en estas entradas de
los jueves, los comentarios que los seguidores del Club de lectura hacen
en sus blogs hasta el miércoles y aquellos que me dé tiempo del mismo
jueves. Si me he olvidado de alguno, os agradecería que me lo hicierais
saber.
miércoles, 18 de diciembre de 2013
Lo más parecido a una postal navideña de buenos deseos
Sabéis cómo me enfurruñan las fiestas de Navidad. A estas alturas de diciembre ya tengo realizados todos los rituales de paso. He comprado una agenda y un calendario de cocina y he rellenado ambos con las anotaciones que me advierten de los cumpleaños de amigos, fechas de exámenes y reuniones y proyectos varios. Como cada año, he decidido qué fechas han dejado de ser importantes o interesantes para mí y qué nuevas fechas lo son. En algunos casos la decisión ha sido rápida y fácil, como quien suelta un lastre, en otros no tanto porque siempre duele olvidarse de algunas fechas que en el pasado fueron importantes. Sin embargo, las nuevas anotaciones llenan de alegría, como si sembráramos los días futuros de deseos de alegría. El tiempo decidirá, cuando lleguemos a pisar ese día señalado en el calendario, cómo ha crecido lo que plantamos. Como cada año, he tenido que apresurarme a terminar determinadas cuestiones del trabajo para tenerlas cerradas antes de que lleguen los días festivos y ya nadie esté para nadie porque todos nos dediquemos a ir corriendo de un lado a otro como si de ello dependiera nuestra vida. Y todo ello con el telón de fondo de un país que se ha venido abajo.
Pero a pesar de cómo me enfurruñan las fiestas de Navidad no puedo evitar recordar mi infancia o los ojos de mi hija cuando era pequeña y todo se llenaba de luces. Así que, aunque solo sea por lo poco que pueda quedar en mí de mi infancia, publico hoy esto que puede parecerse a una postal de buenos deseos para estos próximos días y el año 2014 dirigido a todos los que leeis este espacio que ya es tan vuestro como mío. La cabecera de esta entrada es la postal bloguera que cada año prepara Neogeminis. Podéis ver en este enlace quién es quién en ella. Eso sí, La Acequia seguirá pulicándose durante la Navidad, aunque quizá falte algún día. Intentaré no estar muy enfurruñado.
martes, 17 de diciembre de 2013
Paseo al sol de un otoño casi invierno
Hay tanta gente buena en el mundo que merece la pena seguir luchando. Buscadme hoy junto a la ribera de este río de aguas lentas y amorosas. Buscadme hoy a la hora en la que el sol ha podido con la niebla y el frío y merece la pena salir a pasear con calma, deteniéndose a cada paso como si nos asombráramos de que las cosas permanezcan ahí y no las hayamos visto. Porque todo está en su sitio aunque se empeñen en ocultárnoslo.
lunes, 16 de diciembre de 2013
La tarea pendiente del ciudadano
Visto lo que va de siglo, la gran tarea pendiente de los ciudadanos es
volver a implicarse en la política. Curiosamente, la época de bonanza
produjo un desinterés parecido a una anestesia local: estábamos
conscientes pero no nos dolía mientras otros se aplicaban a la rapiña.
La primera reacción en la época de crisis es sociológicamente lógica:
del desinterés hemos pasado al desentendimiento. La indignación fue solo
un síntoma de fiebre gaseosa. Cuando todo era un parque temático en
occidente pensamos que los políticos que elegíamos eran meros gestores a
los que contratábamos para ser eficaces. Demasiado tarde hemos
descubierto por un lado su mediocridad y por otro su condición de peones
de los poderes financieros y su avaricia corrupta. Los políticos de las
últimas décadas han tendido a permanecer en el cargo y para ello sabían
que no podían enfrentarse a los grandes poderes globales ni
contrarrestar su imparable crecimiento porque eso supondría su final de
forma mucho más rápida que la pérdida de confianza del electorado.
Cundió interesadamente la idea de un pensamiento único financiero y de
gestión económica de la bonanza simplemente porque nuestros políticos no
estaban capacitados para el pensamiento a largo plazo y solo
planificaban los meses que faltaban para las elecciones siguientes y las
medidas propagandísticas que podían llevarles a obtener votos. Y los
ciudadanos, delegando la responsabilidad política como quien contrata a
un jardinero, nos apartamos de la esforzada consciencia que supone la
verdadera democracia y dejamos que el jardinero decidiera por nosotros
las flores que debíamos plantar. La riqueza sobrevenida y aparente es lo
que tiene, la pereza. Por eso, no hay nada que moleste más a un
gobernante actual que las reclamaciones de los ciudadanos, es decir, que
los ciudadanos ejerzan como ciudadanos. No están acostumbrados y quizá
sea la mayor revolución pendiente..
domingo, 15 de diciembre de 2013
¿Cuál es el nivel de hipocresía social aceptable? Misántropo, versión y dirección de Miguel del Arco basado libremente en el original de Molière
En sus últimos años, ya enfermo, Molière escribió uno de sus títulos esenciales, El misántropo (1666), en el que retrataba un tipo humano y una sociedad. El protagonista de la obra, Alcestes, es un hombre de tanta rectitud moral y de valores que no puede soportar la hipocresía de la sociedad, inmersa en una fiesta continua de vanidades y regida por la hipocresía y el interés. Sin embargo, Alcestes no puede controlar sus emociones y se enamora de Celimena, una mujer que aunque afirma amarlo en todo momento, no quiere renunciar a la vida en sociedad que más rechaza Alcestes. De ahí deriva un conflicto intensificado para el protagonista: al malestar que le supone la sociedad se le añade el dolor que le produce el amor. Es una de las obras más difíciles de Molière precisamente por este carácter del protagonista. En teoría, cualquier espectador con sentido de la rectitud se muestra inclinado hacia Alcestes pero la extremada rectitud de sus valores morales dificultan la empatía porque nadie está dispuesto llevar a tal extremo la exigencia de moralidad que dificulte su propia integración en el mundo. El espectador lo ve sufrir y destruirse por no saber adaptarse, por no tener un margen de concesión. Sin embargo, cualquier decisión lo destruiría como personaje. Es decir, en su esencia está lo que nos atrae de él y lo que le destruye. Por eso, el espectador suele empatizar mejor con la pareja Filinto y Elianta, que intentan, desde el amor que sienten por Alcestes, salvarlo de sí mismo y protegerlo de la sociedad.
Era difícil el reto que se proponían Miguel del Arco y Kamikaze Producciones al actualizar la obra de Molière. Su propuesta no parte del montaje de un clásico sin más sino traerlo a nuestra época. No suelo ser partidario de la actualización de los clásicos, pero Miguel del Arco ha sido honesto, no afirma poner en escena El misántropo sino misántropo, un texto basado libremente en la obra de Molière. Las razones de su propuesta parten de un cuidadoso estudio de las mismas tesis dramáticas del autor: "cuando pintáis a los hombres, hay que hacerlo del natural. Se desea que esos retratos tengan parecido, y no habréis hecho nada si no lográis que se reconozca en ellos a las gentes de vuestro siglo" (La crítica de la escuela de las mujeres, citado en el prospecto del montaje). La deconstrucción de la obra de Molière y su reescritura, sabiamente pensada por Miguel del Arco, nos propone un escenario y unos comportamientos y costumbres contemporáneas: un callejón sucio al que salen los personajes desde el local en el que se celebra la fiesta que Celimena ha organizado al personaje poderoso para el que trabaja. Los personajes se han convertido en miembros de un partido político, ejemplos de nuestra sociedad corrupta y sin valores, que solo piensan en halagar a los poderosos y participar del reparto de beneficios y prebendas sin importarles ni el bien común ni los valores que dicen defender.
En esencia, el conflicto de Alcestes es el mismo que en la obra de Molière: se muestra incapaz de poder tolerar la hipocresía social y habla siempre con la verdad, lo que le trae numeroso problemas. Además, el amor que siente por Celimena le expone doblemente al dolor: al que siente ante una sociedad hipócrita se le suma el que le provoca el sentimiento por una mujer que no solo no quiere renunciar a esa misma sociedad sino que está dispuesta a aprovecharse de todas las estrategias que le lleven hacia el éxito.
En esencia, el conflicto de Alcestes es el mismo que en la obra de Molière: se muestra incapaz de poder tolerar la hipocresía social y habla siempre con la verdad, lo que le trae numeroso problemas. Además, el amor que siente por Celimena le expone doblemente al dolor: al que siente ante una sociedad hipócrita se le suma el que le provoca el sentimiento por una mujer que no solo no quiere renunciar a esa misma sociedad sino que está dispuesta a aprovecharse de todas las estrategias que le lleven hacia el éxito.
El resto de los personajes son parte de esa sociedad hipócita. Entre ellos se encuentran todos los grados: desde aquellos que manejan los hilos hasta los que se limitan a sobrevivir aunque sigan guardando dentro de sí unos valores morales que les hacen apreciar a Alcestes e intentar salvarlo, a la vez, de sí mismo y del mundo. Pero la tragedia de Alcestes es inevitable. La propuesta de Miguel del Arco marca con mucho cuidado todos los pasos en este proceso (excelente la proyección de la sombra como hombre de arena del protagonista): desde la comedia inicial hasta el drama último en el que Alcestes debe cumplir su carácter como personaje que consiste, a la vez, en la afirmación de su esencia y en su separación radical del mundo con todo el dolor que ello le supondrá porque la misantropía de Alcestes en Molière -y más aún en este montaje- no es solo una crítica social sino también un drama íntimo y profundo. Miguel del Arco ha limado todos los aspectos de figurón que pudiera tener el personaje para llevarlo hacia ese terreno mucho más doloroso. El espectador se siente interrogado en todo momento, necesita responder a la pregunta esencial de la obra: ¿en qué lugar se encuentra él mismo? En efecto, en qué lugar estamos cada uno de nosotros en la fiesta de hipocresía y vanidad que supone el mundo y cuál es el nivel de hipocresía propia y ajena que toleramos y que aceptamos en nuestro comportamiento para poder vivir en sociedad.
Todo en ese montaje funciona: los actores (individualmente y como grupo), el escenario, el tiempo, el diálogo, el vestuario y la iluminación. Incluso los números musicales. Quizá sea demasiado repetitivo el uso del efecto de cámara lenta, una concesión efectista de Miguel del Arco que hubiera tenido que reducirse.
Vi la obra, estrenada el 18 de octubre en el Teatro Palacio Valdés de Avilés, en el Teatro Calderón de Valladolid ayer sábado 14 de diciembre.
Vi la obra, estrenada el 18 de octubre en el Teatro Palacio Valdés de Avilés, en el Teatro Calderón de Valladolid ayer sábado 14 de diciembre.
viernes, 13 de diciembre de 2013
Emboscarse
Dan ganas de emboscarse hasta que pasen las fanfarrias. Luego el camino estará más expedito. Uno de los problemas que tenemos en España es que nuestros políticos no proponen más que ruido mientras juegan por debajo de la mesa con cartas marcadas.
jueves, 12 de diciembre de 2013
Ceguera y aspereza civil: dos claves de inicio en Todo lo que era sólido y noticias de nuestras lecturas.
Todo ensayo nace de premisas iniciales que soportan el resto de la argumentación. Muñoz Molina propone dos muy interesantes para comenzar Todo lo que era sólido: la ceguera ante lo que ocurría en la España de la burbuja inmobiliaria y lo que él llama la aspereza civil.
La primera es común a todos los países que han vivido una burbuja inmobiliaria como la que se dio en España a partir de los gobiernos del PP presididos por José María Aznar (1996-2004), en los que se liberalizó todo el suelo disponible y se dinamizó la economía española de forma casi exclusvia con el motor de la construcción sin establecer los controles necesarios. Si el efecto más inmediato fue la creación de millones de puestos de trabajo y la rápida circulación de dinero en España, las demoledoras consecuencias de aquello explican las causas de que en España la crisis última haya sido más profunda que en otros países: escasa formación de los trabajadores y fragilidad de los puestos de trabajo generados, corrupción generalizada, crecimiento irresponsable basado en la megalomanía de los políticos españoles, falta de inversión de los beneficios en el fomento de una economía sostenible y propia, extensión de una cultura de nuevo rico en la sociedad española, destrucción de los valores éticos y sociales que marcan un comportamiento cívico, etc. Como señala Muñoz Molina, los españoles demostramos un grado elevado de ceguera para no darnos cuenta de que repetíamos los mismos errores que otros países que habían tenido la misma tentación de crecimiento fácil. Es más, adorábamos a los políticos y a los personajes más significados que lo hacían posible y no veíamos ni sus malas maneras ni su interés personal ni los casos de corrupción que los salpicaban. O, lo que es peor, las disculpábamos. Pero esto es común a todos los países en los que ha sucedido una burbuja inmobiliaria de la magnitud que tuvo España. Una de las causas y de las consecuencias de este tipo de crisis es, precisamente, que la sociedad se convierte en sorda y ciega y pierde todo comportamiento basado en la buena ética.
La segunda base sobre la que construye su argumentación es más propia de España. Se explica en raíces históricas nacionales y es una idea que Muñoz Molina ha reiterado en varios de sus escritos. Me refiero a la aspereza civil y la violencia verbal con la que se manifesta. En contra de lo que podría esperarse, este clima de confrontación no ha sucedido en épocas de carencias o problemas graves. En la Transición española se dieron una serie de pactos -acuciados muchos por la excepcionales circunstancias históricas- que favorecieron la llegada de la Democracia. Aunque estos pactos fueron contestados por ambos extremos del abanico político -incluso con violencia y asesinatos-, la mayoría de los partidos políticos y de la sociedad española favoreció una salida constitucional en la que se integró. Ante la necesidad, la sociedad reclamó pacto, estabilidad y una altura histórica.
En efecto, en la época de euforia económica sucedió algo que merecerá un estudio por parte de los sociólogos e historiadores de años venideros precisamente por haber sucedido cuando nos creíamos ricos: la aparición en la primera línea política de un estado de confrontación permanente a pesar de que todo parecía ir bien en el país. Desde mi punto de vista, esto se debió a varias causas que paso a describir.
La primera, indiscutible, es la forma en la que salió del poder Felipe González. Sobre todo desde su última victoria electoral en 1993. Los últimos años de Felipe González en el gobierno evidenciaron una decadencia de su figura que fue aprovechada por los medios de comunicación contrarios para comenzar una crispación social como estrategia para terminar a toda costa con la larga etapa en el gobierno del PSOE. Aquello ha sido reconocido, explícitamente, por varios de los que participaron, por lo que no es rumorología sino historia. José María Aznar supo aprovecharse de esa política de crispación social y definirla políticamente mucho mejor que sus antecesores al frente del PP con aquella célebre frase: Váyase, señor González. Aznar es el típico ejemplo de político que llega en el momento oportuno y sabe aprovecharlo y que cinco minutos antes o cinco minutos después no hubieran pasado a la historia.
La segunda es la estrategia de varios medios de comunicación que radicalizaron sus mensajes. La política de los empresarios de este sector comenzó a extenderse más allá de la propiamente informativa. Aparte del fortalecimiento de la prensa en papel por aquellos años -aún Internet no les había hecho daño-, el reparto de las televisiones privadas y las nuevas emisoras radiofónicas fueron el objetivo fundamental de empresas que también se relacionaban con otros sectores, como el de la construcción. De hecho, los gobiernos nacionales de uno y otro color y los autonómicos comenzaron una estrategia a través de inversiones indirectas en estas empresas de la comunicación, favoreciendo a unas o a otras según su afinidad y lealtad. Hubo casos verdaderamente escandalosos. Estos medios de comunicación han radicalizado su mensaje desde entonces y hoy vivimos casi en un territorio de banderías que no beneficia a nadie y que se ha crispado más aún con la aparición de la conocida como TDTparty. Algunos empresarios, para terminar de potenciar esta radicalización, tienen acciones en medios de comunicación contrarios que procuran atizar el fuego del conflicto para ganar la fidelidad de sus seguidores, cada vez más repartidos en compartimentos estancos. Con ello se crea una base de audiencia potencial que se proyecta en su peso en la opinión publicada, con los consiguientes beneficios por ingresos publicitarios o por posicionamiento como herramientas para la divulgación de estrategias electorales.
La tercera es la actitud con la que el PP ha accedido al Gobierno nacional tanto en 1996 como en 2011. No me refiero, ahora, a su ideario político, sino a las maneras. En ambos casos, significados miembros de este partido han demostrado un afán revanchista y un cierto tono de suficiencia, contrario a todas las maneras de la corrección política en una democracia asentada. Con ocasión de perder el poder en 2004 tampoco encajó bien la derrota y las acusaciones al PSOE de urdir una gran conjura siguen hasta hoy. Todo ello no ha contribuido a un clima de sosiego sino que ha fomentado, interesadamente, esa aspereza civil de la que habla Muñoz Molina.
La cuarta tiene su raíz en algunas claves de la política de José Luis Rodríguez Zapatero tras su acceso al poder en el 2004. Ni Zapatero ni Aznar son parte de la generación que protagonizó la Transición. A esto se suma que cada vez un sector mayor de la población se siente desvinculado de los pactos que llevaron a la Constitución española de 1978, bien por edad bien porque se han liberado de los temores y compromisos de aquellos años. Una de las grietas de esos pactos es, precisamente, todo lo englobado en la Memoria histórica. Un sector cada vez más amplio de la izquierda demanda la corrección o anulación de algunas de las bases que llevaron a aquel pacto: la concepción misma del Estado -República o Monarquía, centralismo o federalismo, independentismo, etc.-, la reparación de los derechos de las víctimas del franquismo o la condena de la dictadura de Franco a la manera de lo que sucede en Alemania con el nazismo. Esto ha provocado la reacción contraria, manifestada de una forma radical en los medios de comunicación afines a la derecha.
La quinta, el descrédito cada vez mayor de las instituciones básicas del estado español actual: partidos políticos, sistema parlamentario y Monarquía. Este descrédito se ha generado también en la época de abundancia: las imágenes de políticos imputados o condenados que no eran apartados por sus partidos, la conversión de la Monarquía en una familia mediática cada vez menos respetada por la opinión pública, el estado de algarabía continua del Congreso de Diputados, etc Sin duda, el perfecto ejemplo de cómo se ponen las semillas de la futura decadencia.
Todo ello está en la base de esa aspereza civil de la que habla Muñoz Molina. En España solo se amortiguaron los efectos de la Guerra civil provocada por el golpe de Estado de los generales en 1936 -que se sublevaron contra el poder legítimo del momento- en los pactos que llevaron a la Constitución de 1978. A partir de los últimos años de Felipe González la crispación ha regresado al país, alimentada por medios de comunicación necesitados de la cercanía al poder para subsistir y sedientos de cuotas de audiencia aun a costa de una escalada verbal que a todos perjudica. Hay poca altura política incluso para solucionar problemas históricos fácilmente solucionables, como las fosas comunes que aún existen en España con los cuerpos de las víctimas de los represaliados por el bando franquista.
La mediocridad cada vez mayor de nuestros gobernantes -tanto en sus maneras como en sus discursos- sirve, a la vez de espoleta y de mal ejemplo en un país que siempre ha estado abonado a estos radicalismos. Lo único sorprendente, en este caso, es que se diera en los mejores momentos económicos de los últimos cien años.
Ambas cosas, ceguera y aspereza civil llevaron a que no se pudiera llegar a un acuerdo de desarrollo sostenible del país que nos hubiera ahorrado las consecuencias más dramáticas de la crisis. Un ejemplo: uno de los mejores ministros de educación de los útlimos años ha sido Ángel Gabilondo (2009-2011). A pesar de que estuvo a punto de conseguir un gran pacto de estado para reformar la educación en España, a última hora todo fue imposible precisamente por la estrategia de crispación según la cual al enemigo político no se le debía dar esa baza. Es curioso que los dos grandes partidos políticos españoles solo hayan llegado a un gran acuerdo en los últimos tiempos: una reforma urgente de la Constitución española no sometida a referendum y obligada por la Unión Europea para limitar el déficit público.
Noticias de nuestras lecturas
Antonio Aguilera vuelve al Club de lectura por la puerta grande, con su primer comentario revulsivo de Todo lo que era sólido, abordando la burbuja inmobiliaria.
Pancho comienza su aportación sobre la obra de Muñoz Molina por el comentario de la portada, la cita y la autocomplacencia que nos cegó ante lo que iba a ocurrir. Excelente, como también su segunda entrada, en la que aborda las causas generales del descrédito del sistema parlamentario y una característica de la obra de Muñoz Molina: cómo parte del retrato de personajes concretos que adquieren calidad de tipos sociales que aclaran lo que en España ha pasado en los últimos años.
Paco Cuesta redacta un magnífico análisis de la perspectiva ideológica de Todo lo que era sólido, una reflexión que integra y no disgrega.
Mª Ángeles Merino sigue con su sagaz forma dialogada de comentar el ensayo de Muñoz Molina, aquí para explicar que donde había dinero ya no lo hay...
Myriam realiza una excelente aportación a la lectura: parte del texto de Muñoz Molina para hacer un análisis de las raíces de los comportamientos tan españoles mencionados por el autor y que están en la raiz de todo.
Gelu publica su tercera entrada sobre La estafeta romántica de Galdós. Llama mucho la atención el uso de las obras literarias en Galdós para la contextualización de una época.
Mª Ángeles Merino sigue con el comentario de Intemperie. Llega aquí al momento en el que el muchacho debe tomar las riendas de su vida y hacerse cargo incluso del pastor.
Ya sabéis que recojo en estas entradas de los jueves los comentarios que los seguidores del Club de lectura hacen en su blog hasta el miércoles y aquellos que me dé tiempo del mismo jueves. Si me he olvidado de alguno, os agradecería que me lo hicierais saber.
miércoles, 11 de diciembre de 2013
El paseante descubre la Catedral de Burgos
Y estaba allí y no la veía. De tanto ceño y urgencia la ciudad se me había hecho laberinto oscuro y frio. El horizonte era la punta de mis zapatos. No sé cuántas esquinas he doblado en estos tiempos sin encontrar el camino. De pronto, las cosas han ido más lentas y hubo una intuición de luz y altura. Fue pasar de la sombra a la luz más deslumbradora. Como si todo se hubiera preparado para que este día -gozoso y preciso- surgiera delante como si nunca hubiera estado allí o como si alguien, con la ternura de quien te conoce y quiere, la hubiera restaurado solo para ese momento en el que el sol, al doblar aquella esquina, abría la penumbra de las calles y consiguiera marcar la salida del laberinto y que te reconciliaras con ella.
martes, 10 de diciembre de 2013
El oficio más sabio
Te llevaré a la fuente, amor, para sorprender la sonrisa en tus ojos y en tus labios la dulzura. Hoy no quiero al mundo, me he levantado regañón y ceñudo. Me basta con pasear de tu mano hasta que todo cobre la dimensión del ingenuo rumor del agua y, poco a poco, se aclare la niebla. Hay días así, en los que buscar que pase el tiempo es el oficio más sabio.
lunes, 9 de diciembre de 2013
Reflexiones sobre la Doctrina Parot y la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos
Esta entrada de hoy, que sé polémica, quiere ser respetuosa con las víctimas de aquellos delincuentes que se han visto beneficiados por la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ha resuelto contra la aplicación de la llamada Doctrina Parot en España. No soy jurista y lo que expreso a continuación tiene más que ver con mi condición de ciudadano alarmado por la radicalización y la intransigencia que percibo en el ruido de los medios de comunicación, que ha calado notablemente en la opinión pública.
En este espacio me he manifestado en varias ocasiones contra el terrorismo de ETA y siempre he mostrado mi solidaridad con sus víctimas. También quiero expresamente detestar los crímenes de violencia sexual y asesinatos cometidos por aquellos delincuentes a los que se aplicó en su día esta Doctrina y que, como consecuencia de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, salen a la calle en estas fechas. Reconozco que en las últimas semanas he pensado en varias ocasiones manifestar mi opinión al respecto y que si no lo he hecho no ha sido tanto porque me faltara valor como por ese respeto a las víctimas. Sin embargo, dos cosas me llevan a escribir este texto ahora: en primer lugar, una persona muy querida había notado que en la La Acequia no había opinado sobre esto; en segundo lugar, ver cómo una parte de los medios de los medios de comunicación españoles -casi todos, en realidad- han convertido este asunto en una parte más del desgradable espectáculo mediático en el que se trasformado el debate en España, que ha perdido su carácter sosegado y con la misma radicalidad opina de fútbol que de política o de decisiones políticas. Y con el mismo interés por las audiencias fomenta la intransigencia que muestra con morbo -hoy mismo, en un telediario de máxima audiencia- el dolor de una madre por la muerte de su hija de tres años en el incendio de su vivienda. Hoy en España no se puede razonar sobre nada en los medios de comunicación, solo se sabe gritar y ofender en busca de dos cosas: el tertuliano se convierte en un monigote esperpéntico para ser contratado por su carácter vociferante antes que por sus opiniones; los medios de comunicación viven de generar banderías y acaparar audiencias.
Soy consciente también de que la Doctrina Parot fue una hábil estrategia jurídica de apoyo a las medidas políticas que pretendían el final de ETA y que, como tal, ha servido como una parte de las acciones que la sociedad española democrática elaboró con aquella finalidad. Las cosas deben llamarse por su nombre. Entre estas acciones se encontraba también la Ley de Partidos y las negociaciones mantenidas por los gobiernos de uno y otro color con la banda territorista. Estas acciones en el límite de lo legal -y otras fuera de la legalidad- han sido usadas por todos los gobiernos del mundo en situaciones similares. España no es un país diferente en esto al resto.
Como se sabe, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, cuyas sentencias España se ha comprometido a respetar, ha dictaminado en contra de la aplicación retroactiva de la Doctrina Parot, no de esta Doctrina, cuya esencia se mantiene vigente sin mayores problemas. Es decir, el endurecimiento de las penas que reclaman la mayor parte de las personas que se han manifestado contra la sentencia del Tribunal Europeo, ya se aplica a los condenados con la nueva situación desde hace años. Hablamos, por lo tanto de unos casos concretos porque antes de la aplicación de la Doctrina Parot de forma retroactiva los delincuentes salían a la calle cuando habían cumplido sus condenas incluidos los beneficios de redención de penas y los juzgados desde entonces llevan incorporadas ya las medidas que ahora se reclaman como si no existieran.
Con todas las salvedades anteriores y pronunciándome de nuevo contra el terrorismo etarra y la violencia sexual y los asesinatos cometidos por estos delicuentes que ahora salen a la calle tras haber cumplido sus condenas, tengo varias preguntas.
En primer lugar, me gustaría saber por qué la mayoría de aquellos que están en contra de que salgan a la calle los terroristas de ETA una vez cumplidas sus condenas proceden de sectores que son incapaces de condenar los crímenes cometidos por el franquismo. Las personas que en los medios de comunicación alientan contra la sentencia del Tribunal Europeo y ven en todo lo sucedido una conspiración de Estado en la que se encuentran el Presidente del Gobierno anterior, el actual, los últimos Ministros del Interior y los jueces del Tribunal Europeo de Derechos Humanos no ven mal que un Ley de punto final elaborada en el postfranquismo impida juzgar a los que cometieron crímenes bajo la dictadura franquista. En un medio de comunicación de la llamada TDTparty, significativamente inclinado hacia el conservadurismo más radical, he visto a un reportero preguntar a los vecinos de un pueblo del País Vasco qué les parecía que un terrorista etarra pusiera, tras salir de la cárcel, una cristalería en los bajos del edificio en donde vive la viuda de un hombre asesinado por él. Evientemente, es algo manifiestamente rechazable. Pero en ese mismo medio de comunicación jamás he visto un reportaje similar -en el que el entrevistador opinara y forzara las respuestas- en el que se preguntara qué le parecía al hijo o al nieto de un asesinado por el franquismo que su padre o su abuelo aún permaneciera en una cuneta o que aquel que fue culpable de su asesinato siguiera como una de las fuerzas vivas de su pueblo o qué le parecía al familiar de un torturado por la policía franquista que el torturador cobrara la pensión correspondiente del Estado democrático y que en España no se le pueda juzgar por lo que hizo.
En segundo lugar, me gustaría saber si de verdad estas personas que se manifiestan de forma tan radical son conscientes de lo que significa que una medida legislativa o una Doctrina jurídica se aplique de forma retroactiva. Es decir, de la inseguridad jurídica que esto significa y de los peligros de aplicarla según la alarma social creada por los medios de comunicación y de dejar en manos de los legisladores actuales acciones tan arriesgadas jurídicamente y que desde su inicio son seriamente cuestionadas como contrarias a los Derechos Humanos.
Descontados los terroristas de ETA, me gustaría saber si somos conscientes de cuántos presos van a salir a la calle tras la sentencia del Tribunal Europeo y si esto justifica la alarma social creada. Evidentemente, aquellos que han cometido crímenes basados en la violencia sexual tienen un alto índice de posibilidades de volver a cometer los mismos crímenes por los que fueron condenados y todos nos sentiríamos más seguros si fueran controlados de alguna manera que no vulnerara sus derechos de ciudadanos libres por la policía. Medidas suficientes han sido probadas en países democráticos sin atentar a sus derechos pero que tranquilizan a la opinión pública. Sabiendo todos que la absoluta seguridad no existe con ninguna medida policial o legislativa. Me gustaría saber qué se propone que no esté en el nuevo Código en vigor y que pueda ser homologable con un sentido de la justicia democrática.
Desde hace unos, en España se ha hecho espectáculo mediático de las entradas y salidas de los juzgados. La alarma social creada por los medios de comunicación en la opinión pública ha hecho que se endurezcan severamente las penas y que ya no se confíe en la función redentora de la prisión. Pienso que no es el camino acertado como detesto el linchamiento o la justicia como venganza. Aunque sienta el mismo temor que cualquiera ante la posibilidad de que uno de estos criminales viva en mi barrio tras haber cumplido su sentencia.
No me gusta el ceño airado que se les ha puesto a mis compatriotas. No me gusta una sociedad en la que no se puede debatir sin gritos. No me gusta una sociedad tan maleable y asustadiza cuya capacidad de raciocinio está sesgada por los medios de comunicación que han hecho de la opinión un espectáculo. No me gusta una sociedad que te expulsa de ella en cuanto aplicas la serenidad y no el forofismo de los habituales tertulianos, sean de la ideología que sean.
sábado, 7 de diciembre de 2013
Caminar en la niebla fría temiendo perder la mano de alguien
Ha oscurecido pronto, tan pronto que parecería que el sol no hubiera salido en todo el día. Hoy, en mi ciudad, hace un frío de los de antes. Un frío húmedo de niebla aunque no haya niebla y que trae por primera vez en la temporada la cencellada hermosa y terrible. Hace frío. Un frío de cuando las madres nos ponían fajas y camisetas interiores de tirantes y bufandas y guantes y verdugos. De aquellos tiempos en los que en las casas no había calefacción y solo se calentaban la cocina y el salón y cuando alguien venía de fuera entraba el frío como una cuchilla y todo el mundo gritaba que cerraran la puerta, que se escapaba el gato.
- Cierra la puerta, que se escapa el gato, que pareces de Madrid.
Recuerdo un abrigo de paño, gris oscuro, que me hicieron con uno que se le había quedado viejo o pequeño a mi padre. Pesaba y me hacía adulto pero abrigaba. Todo era gris oscuro aunque yo, como niño, no lo percibía. Ni siquiera aquella niebla que se agarraba a los edificios durante semanas y que no permitía ver a dos metros me parecía gris oscura aunque lo fuera en cuanto atardecía.
Hoy, en mi ciudad, hace un frío de los de antes. No sé si por el catarro que arrastro desde hace días me he sentido extraño y desorientado. Y he metido la nariz entre mis manos para soplar en ellas y calentarla. He notado, de pronto, el peso de aquel paño gris oscuro de mi infancia y he visto los rostros de mis vecinos malhumorados, refugiados en las solapas de sus abrigos. Una madre llevaba a su hijo de la mano y tiraba de él como si tuviera la urgencia de llegar a algún sitio o como si huyera de algo o como si toda la vida no fuera más que eso, caminar en la niebla fría temiendo perder la mano de alguien. Seguro que tengo fiebre porque he oído la voz de mi padre llamándome desde la esquina mientras daba palmadas con las manos enguantadas para que no me entretuviera porque había que llegar pronto a casa para refugiarse del frío. De este frío húmedo que se mete en los huesos y no hay quien se lo saque en todo el día o en toda una vida, ni siquiera cuando llegas a la cocina de casa y está todo caliente gracias al carbón al rojo vivo de la bilbaína y tu madre te hace un tazón de chocolate rallando una tableta y mojas en él una rebanada de pan cantero con el misterioso don de su miga blanca. Y sonríes como en un oásis sin ser consciente de que tras la puerta está el frío, ese frío que recordarás toda tu vida como una de las marcas de tu memoria que te recordarán siempre quién eres y de dónde vienes.
viernes, 6 de diciembre de 2013
Las esperanzas del siglo XX
Cuando se revise el siglo XX dentro de un tiempo habrá tres cosas que dan esperanza al mundo: la lucha por la extensión de la democracia y los derechos civiles de todos los individuos, la lucha por la igualdad de las mujeres y la lucha contra la discriminación por razones de raza. Queda pendiente para el siglo XXI la esperanza de la lucha por el medio ambiente. Los enemigos de la esperanza no merecen pasar a la historia más que como fuerzas oscuras que buscan el predominio injusto de unos sobre los otros contra las que hay que estar en permanente alerta. No deberíamos olvidar el dolor con el que se ha conseguido cada uno de los derechos que gozamos y la fragilidad de su carácter.
jueves, 5 de diciembre de 2013
El intelectual que opina (prólogo a una lectura de Todo lo que era sólido de Antonio Muñoz Molina) y noticias de nuestras lecturas, con el recuerdo del tercer aniversario de nuestra comida quijotesca
La publicación de J´Accuse el 13 de enero de 1898 en la primera página del periódico L´Aurore suele proponerse como la fecha de aparición del intelectual comprometido en los medios de comunicación modernos. Aunque no sea cierto puesto que toda la historia de la prensa no es otra cosa, la repercusión que tuvo el texto de Émile Zola por la personalidad del autor, la importancia del asunto que se trataba y la rápida difusión de esta carta abierta dirigida al presidente de la República francesa, consagra esta fecha como la cristalización de la idea moderna del intelectual. Desde entonces, esta figura ha tenido múltiples evoluciones y un cierto desgaste que, en algunos medios muy interesados, la han llevado al descrédito.
Cuando la filosofía o el pensamiento se limitaba a hablar de cosas en apariencia nada terrenales o su difusión se daba entre círculos minoritarios, el debate poco podía afectar a las personas que en él intervenían. A pesar de ello, Sócrates tuvo que tomar la cicuta que le tendió la mano del verdugo. A partir de la Ilustración, los pensadores comenzaron a tratar de asuntos muy concretos casi de forma única. Y, lo que es más interesante, usaron de la imprenta y de la prensa desde su inicio de una forma radicalmente nueva: ensayo y artículo de periódico son géneros hermanados desde entonces. De hecho, puede afirmarse que en las páginas de la historia de la prensa periódica está la historia del pensamiento occidental desde el siglo XIX hasta la actualidad y que no hay un solo pensador de relevancia en el último siglo que no haya sido colaborador en algún periódico. Y el diario, por su misma concepción, tiene un compromiso con la actualidad.
La generalización y el acceso a la información a través de Internet ha provocado, además, que aquellos pensadores que nos parecían tan alejados sean ahora una realidad muy próxima. Los vemos en televisión, conocemos su rostro por las fotografías y los avatares más pequeños de su biografía. Por eso, ser un intelectual que opina sobre cosas concretas de nuestra realidad tiene hoy mayor riesgo que nunca. Someterse a la mirada crítica de aquellos a los que les molesta lo que se dice exige una pulcritud y una coherencia que pocas personas tienen. O ninguna, porque todos somos humanos y cometemos errores y caemos en la incogruencia mayor o menor entre nuestro pensamiento y nuestra vida. El problema no es esto sino cuánto margen nos darán nuestros enemigos y, sobre todo, cuánto nos perdonarán nuestros seguidores. Porque a veces tenemos esa cosa: no perdonamos al que opina aquellas cosas en las que incurrimos a diario.
Antonio Muñoz Molina, novelista de éxito desde la aparición de su segunda novela (El invierno en Lisboa, 1987), es también uno de esos intelectuales que opinan en la prensa sobre cuestiones de actualidad y que también ha utilizado el ensayo con regularidad, especialmente sobre temas literarios. No puede entenderse la obra de Muñoz Molina sin esta faceta suya, tan constante e importante desde los primeros artículos publicados en el diario granadino Ideal (recopilados en el Robinson urbano, 1984). Son miles de páginas las que ha publicado así y que contribuyen a crearnos la imagen de un escritor con un pensamiento cívico cuya raíz es la postmodernidad (es decir, la poca solidez de las grandes ideologías, el individuo como un superviviente de la historia que debe pactar consigo mismo y buscar su integridad biográfica y ética en compromisos con los otros y su entorno) y la relación con una línea de pensamiento que lleva hasta lo mejor del republicanismo democrático español de las primeras décadas del siglo XX, especialemente en la defensa de la sociedad civil como máxima expresión de la democracia y la importancia de la educación y la cultura en el mundo actual.
Como pensador sobre cuestiones de actualidad, sus opiniones durante mucho tiempo han coincidido con lo que se conoce como socialdemocracia. Contrario al franquismo y a su influencia en el pensamiento de la derecha española tras la Transición, opuesto también a los maximalismos de la izquierda que sigue sosteniendo la pureza de las ideas marxistas a la manera del sueño soviético, ha coincidido en vivencias biográficas y en ideas con una mayoría amplia de la población española. Por su posicionamiento, no ha dejado de recibir críticas desde los sectores que quedan a un lado y a otro. Un cierto apartamiento de la vida pública española (junto al hecho de que haya residido durante gran parte de los últimos años en Nueva York) y la evolución de la población española, junto a la radicaliación de la opinión públicada por los medios de comunicación en los últimos tiempos hace que comience a parecer menos coincidente con la opinión mayoritaria, como suele pasar en tiempos de radicalización con aquellos que mantienen ideas más centradas y a los que se les exige un mayor compromiso con las ideas más radicales. Quizá no sea Muñoz Molina apropiado para tiempos de radicalización de opiniones pero, precisamente por eso, siempre es oportuno leerlo. Además, claro, de por estrictos motivos literarios.
Todo lo que era sólido nace como ensayo reflexivo sobre lo que ha ocurrido en España en las últimas décadas. Por eso mismo es arriesgado: todos hemos estado ahí y todos tenemos opinión sobre lo que ha ocurrido y todos podemos recordar dónde estuvo o no estuvo el autor o, mejor dicho, cada uno querrá opinar sobre dónde querría que hubiera estado el autor, como si este fuera un individuo obligado a pensar de una u otra manera. De ahí a la crítica feroz o incluso el ataque personal hay un paso. A Muñoz Molina le ha sucedido en varias ocasiones, tanto por ganar el Premio Pleneta como por haber aceptado el cargo de director del Instituo Cervantes de Nueva York o el Premio Jerusalén, o por no haber sido lo suficientemente crítico con algunos gobernantes próximos a su ideología. Este es uno de los mayores riesgos al que se somete el autor de un ensayo como el que nos ocupará el mes de diciembre. El otro será la relevancia del análisis al que somete a la sociedad española.
Noticias de nuestras lecturas
Cien años hay del comienzo de la entrada pórtico de Paco Cuesta sobre Todo lo que era sólido y su final. Cien años que explican cosas.
No os perdáis la acertada forma en la que enlaza Mª Ángeles Merino la lectura de La estafeta romántica con la de Todo lo que era sólido: una relación epistolar entre dos mujeres burgalesas. Aparte de eso, os recomiendo que prestéis atención a la selección de sus textos y sus enlaces.
Pancho acierta, de nuevo, al abordar La estafeta romántica: con cuánto acierto selecciona, comenta e ilumina los temas, los tonos de los personajes y la técnica epistolar galdosiana.
Luz del Olmo nos demuestra que para Galdós la relación epistolar no solo era una forma de escribir novelas sino parte de su vida. No os perdáis la anécdota reumática...
Myriam publica el colofón a su análisis de las relaciones sentimentales y la psicología de los personajes de La estafeta romántica de Galdós, relatando los casos más significados en los que se comienzan a dar los síntomas por los que se resquebrajará la moral tradicional de aquellos tiempos. Excelente e imprescindible contextualización.
Aniversario de la comida quijotesca
La lectura colectiva del Quijote que comenzamos el 24 de abril de 2008 tuvo como fin de fiesta la reunión en Ibeas de Juarros para comer una buena olla podrida. Ayer se cumplieron 3 años. De aquel proyecto, primera experiencia realizada de lectura completa y colectiva de la novela cervantina en la que se emplearon los medios de la web 2.0, proceden muchas cosas: la amistad entre todos los que tomamos parte, la lectura permanente del Quijote que se mantiene en este espacio, la idea de nuestro club de lectura y un gratísimo recuerdo de las horas que pasamos juntos aquellos que pudimos acudir.
Ya sabéis que recojo en estas entradas de los jueves los comentarios que los seguidores del Club de lectura hacen en su blog hasta el miércoles y aquellos que me dé tiempo del mismo jueves. Si me he olvidado de alguno, os agradecería que me lo hicierais saber.
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Para una lectura de El Quijote,
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