Los alcaldes españoles y sus concejales de urbanismo han desarrollado, en los últimos años, un curioso amor por la escultura urbana. Fruto de esa pasión, las calles, las plazas y los jardines se llenan de piezas de bronce y otros materiales, muchas de ellas de un dudoso gusto estético y casi todas sin un gran valor escultórico. Aunque algunas sí aciertan con el tema y el lugar en el que se instalan e incluso su concepto y realización artística son apreciables, el exceso las devalúa. Hay plazas no muy grandes que cuentan con más estatuas que bancos en donde sentarse. Curiosamente, la pasión por las estatuas ha sido paralela a la de las fuentes, cuyo mantenimiento pesa ahora abrumadoramente sobre las arcas públicas, tan faltas de recurso en tiempos de crisis que aumentan las cuantías de las multas por cualquier infracción, quizá para que corra el agua por las fuentes inauguradas en los últimos diez años por los mismos que deciden ahora multar casi por cualquier cosa.
La escultura urbana se ha concebido siempre como la expresión colectiva de homenaje a un personaje que simboliza los valores de la comunidad o que ha hecho algo significativo por ella (alguien importante en la localidad en un momento determinado) o a un ideal (por ejemplo, alegorías de la libertad, de la independencia del país, etc.). De hecho, muchas se erigieron por suscripción popular. Algunas no representaban este sentir colectivo y eran impuestas por los gobernantes y toleradas por la gente sólo hasta que cambiaban las circunstancias políticas: en todos los países, en todas las épocas, se han desplazado, destruido o retirado estatuas. Ésta es una de las razones por las que se debe ser muy cauto con las estatuas que erigimos en nuestras ciudades y recurrir a ellas sólo en casos muy determinados.
Hay que indicar que la mayor parte de las miles de estatuas -tienen nivel de plaga- que se han inaugurado con toda pompa y fotografía en el periódico local en nuestras ciudades en los últimos tiempos no tienen ese carácter: de hecho son esculturas urbanas situadas a ras de suelo y muchas tienen dimensiones correspondientes a las proporciones de lo representado en la realidad. Algunas son alegóricas a algo que tradicionalmente sucedía en ese lugar o un arquetipo social de la zona, muchas ni siquiera tienen esa intención y responden a motivaciones dispares.
Suelen encargarse sin concurso previo y su confección está muy alejada de lo que piensa la gente. De hecho, las nuevas técnicas permiten al artista realizarlas con programas de diseño tridimensional que envían el producto directamente a la fundición sin que el escultor haya tomado en sus manos un cincel o modelado una maqueta a escala. El escultor trabaja en el ordenador más como un diseñador gráfico.
Curiosamente, la mayoría de las obras que se han erigido en los últimos años tienen un concepto artístico poco o nada innovador y parecen clones unas de otras. De hecho, hay esculturas que uno no sabe bien en qué ciudad las ha visto porque da igual en qué ciudad se levanten.
Ocupar así el espacio público en pocos años, impide que cada generación piense qué quiere situar en ese espacio: los que vengan en los próximos años no tendrán ya calle en la que poner sus propias estatuas porque todo ha sido invadido en estos tiempos. A no ser que retiren las nuestras para poner las suyas o que las pongan unas junto a otras hasta que no podamos andar por las aceras.
Su escaso valor artístico y su excesivo número convierten este tipo de obras en meros elementos decorativos del espacio que ocupan: son parte del mobiliario, como las farolas, los bancos o las papeleras. Por lo tanto, pueden ser retiradas sin gran pérdida y sin que nadie las eche mucho de menos en la siguiente remodelación urbanística de su entorno. Una decoración un poco cara, desde luego.
La escultura urbana se ha concebido siempre como la expresión colectiva de homenaje a un personaje que simboliza los valores de la comunidad o que ha hecho algo significativo por ella (alguien importante en la localidad en un momento determinado) o a un ideal (por ejemplo, alegorías de la libertad, de la independencia del país, etc.). De hecho, muchas se erigieron por suscripción popular. Algunas no representaban este sentir colectivo y eran impuestas por los gobernantes y toleradas por la gente sólo hasta que cambiaban las circunstancias políticas: en todos los países, en todas las épocas, se han desplazado, destruido o retirado estatuas. Ésta es una de las razones por las que se debe ser muy cauto con las estatuas que erigimos en nuestras ciudades y recurrir a ellas sólo en casos muy determinados.
Hay que indicar que la mayor parte de las miles de estatuas -tienen nivel de plaga- que se han inaugurado con toda pompa y fotografía en el periódico local en nuestras ciudades en los últimos tiempos no tienen ese carácter: de hecho son esculturas urbanas situadas a ras de suelo y muchas tienen dimensiones correspondientes a las proporciones de lo representado en la realidad. Algunas son alegóricas a algo que tradicionalmente sucedía en ese lugar o un arquetipo social de la zona, muchas ni siquiera tienen esa intención y responden a motivaciones dispares.
Suelen encargarse sin concurso previo y su confección está muy alejada de lo que piensa la gente. De hecho, las nuevas técnicas permiten al artista realizarlas con programas de diseño tridimensional que envían el producto directamente a la fundición sin que el escultor haya tomado en sus manos un cincel o modelado una maqueta a escala. El escultor trabaja en el ordenador más como un diseñador gráfico.
Curiosamente, la mayoría de las obras que se han erigido en los últimos años tienen un concepto artístico poco o nada innovador y parecen clones unas de otras. De hecho, hay esculturas que uno no sabe bien en qué ciudad las ha visto porque da igual en qué ciudad se levanten.
Ocupar así el espacio público en pocos años, impide que cada generación piense qué quiere situar en ese espacio: los que vengan en los próximos años no tendrán ya calle en la que poner sus propias estatuas porque todo ha sido invadido en estos tiempos. A no ser que retiren las nuestras para poner las suyas o que las pongan unas junto a otras hasta que no podamos andar por las aceras.
Su escaso valor artístico y su excesivo número convierten este tipo de obras en meros elementos decorativos del espacio que ocupan: son parte del mobiliario, como las farolas, los bancos o las papeleras. Por lo tanto, pueden ser retiradas sin gran pérdida y sin que nadie las eche mucho de menos en la siguiente remodelación urbanística de su entorno. Una decoración un poco cara, desde luego.
29 comentarios:
He bautizado a esta especie de tendencia con el palabro "Urraquismo"
La mayoría me resultan "hododosas" y las próximas generaciones harán bien en fundir para reciclar los recursos.
Recuerdo que la primera vez que vi la estatua de la chica que está junto al río (esa que está mirando la ribera con actitud melancólica y el pelo al viento) fue una mañana en la que iba medio dormida al instituto y juro que me pegué un susto de muerte. Seguí dándome sustos los dos días siguientes a pesar de que sabía perfectamente que esa estatua estaba ahí.
Un par de ellas, vale. Pero tantas... eso ya es vicio. Creo que hay cosas mejores en las que invertir todo el dinero que se está derrochando (si se me permite usar esa palabra) en estatuas.
Un saludo.
Cris.
Qué bueno que lo dices tú... si, había notado algo de eso.... Creí que era una vieja tradición que plantaran plazas y crecieran los enanos jejeje.
Besos
¿Para cuando una escultura de ZP y de Rajoy dandose caña?
;)
Un abrazo, amigo Pedro.
Los "pongos" de Aparicio...La lechera de tu foto, el señor leyendo el periódico, la castañera, el herrero, los niños de las canicas...Para qué seguir. Horrorosos. No son verdaderas esculturas, qué más quisieran.
Son un gasto que no entiendo, como el de esos servicios (retretes) de diseño, en los que nunca he visto entrar a nadie. El peor de todos es uno , presuntamente destinado a los minusválidos, inútil desde que se colocó, hace ya unos añitos.
Sus razones tendrán...
Un abrazo
pos a mi me gustó la lechera, bueno es reconocer en aquellos oficios el desarrollo de un pueblo y país
En mi ciudad hay una dedicada a una famosa Sra. llamada Lolita Pluma, lo cual me parece una tremenda hipocresía, pues ya se podían haber gastado lo que costó la obra en ayudarla en vida. Pero es que vivimos en el país de guante blanco.
Besos mi querido maestro.
Es cierto, en cada ciudad proliferan como setas, no voy mucho a Burgos pero cada vez me sorprende,algo nuevo, éste año ha sido la escultura del señor del periódico justo antes de entrar a la Plaza Mayor, aunque creo que la más antigüa es la del peregrino sentado en el banco delante de la Catedral. Decir que fuera también está de moda, Fernando Pessoa en el Café Brasilia en Lisboa. Siempre con historias, en Santiago creo hay tres señoras mayores que según la leyenda preguntaban la hora a los estudiantes para entablar conversación, en Girona tenemos a la muchacha que simboliza un aniversario de la Democracia española (visto en el blog de Selma), en Oviedo Woddy Allen..etc.
A este paso pronto veremos a tamaño natural la escultura de Pedro Ojeda, leyendo el Quijote, en un banco de la calle de Santiago en Valladolid.
Menos mal que en la fotografía que encabeza la entrada, justo detrás de la lechera, tenemos el cuento de la lechera, la caja Madrid, ahí hay dinero para que sigan aumentando, con la venia del Sr. Rato.
Aqui en Jaén tenemos algunas que te dejan fuera de juego, por lo que no sabes que pueda ser y el lugar que han elegido para ponerlas. A veces pienso que si lo quieren hacer peor no puede salirle mejor. Un abrazo
En Tarragona ví a una señora mayor, metiéndole mano al paquete del señor de bronce, que había sentado en el banco a su lado...qué gracia me hizo.
Es cierto todas estas estatuas están cortadas por el mismo patrón.
saludos.
Decoración para el óxido futuro.
Me ocuparé de ellas.
Firmado.
Juan Palomo.
;)
Es verdad Profesor. Nunca había pensado en ellas, pero ahora que lo diice, hay montones por todas las ciudades en los lugares mas céntricos. Deduje que estaban por las fotos que las sacan pero ya veo que hay motivos mas de peso i de criticables, como són el que sean sólo fruto de un diseño gráfico.
Un abrazo.
Es verdad Profesor. Nunca había pensado en ellas, pero ahora que lo diice, hay montones por todas las ciudades en los lugares mas céntricos. Deduje que estaban por las fotos que las sacan pero ya veo que hay motivos mas de peso i de criticables, como són el que sean sólo fruto de un diseño gráfico.
Un abrazo.
Tienes razón. Para una que se salva, hay cientos de infumables.
En "mi residencia habitual" hubo un tiempo que había querencia por Juan de Ávalos... y se hincharon a colocar bronces, hasta que se descubrió que eran restos de obras suyas destinadas a cementerios, ahora están aquí "decorando" fuentes y plazas.
Por cierto, ¿qué decir de las fuentes en las rotondas!?
un abrazo
date una vuelta por Oviedo y verás, parece que lleva comisión, ya las contabilizaré y te lo envio
Hola Pedro
Supongo que el fondo es lo que cuenta, ya que el barrio la población en su mayoría eran agricultores y ganaderos.
A título personal , te diré que, lo poco gusta y lo mucho cansa. Me refiero en general las estatuillas que hay por la ciudad.
Saludos
Fuen
Pues sí que los mismo servirían para cualquier ciudad. De hecho cuando he visto la foto, a primera vista, me ha parecido que era Oviedo, que es la primera ciudad en donde vi tantas de estas esculturas, pero luego viéndola más despacio, podría ser cualquier otro sitio.
Viendo desde lejos, en cambio, encuentro acertado bajar el bronce de los pedestales y dedicar una emblemática estatua a una mujer de pueblo, por ejemplo, de a pie y sin aspiraciones de trascender...lo encuentro muy enriquecedor urbanamente, aunque todo tienen un límite y supongo que el exceso le quita encanto.
Por suerte somos libres de disentir! :D
Abrazos.
Não posso deixar de concordar contigo, meu amigo. Mas antes estátuas do que rotundas ( algumas verdadeiramente pavorosas), que são a obsessão dos autarcas portugueses!
Um abraço grande y muchas gracias por tus amables palabras no blog.
También estoy sorprendida... nunca se me habría ocurrido pensar en cuánto espacio ocupan estas esculturas peculiares y en lo que suponen para las nuevas generaciones que en el presente invadamos los límites urbanos. Curioso, sin duda...
Sin duda que tendrá sus inconvenientes pero creo que es justo reconocer profesor, que acercan la belleza y la estética a la población, a las personas que caminan habitualmente por esas calles o a los turistas. Personaliza las ciudades, aunque implique que ocupen espacio y desentonen... pero me parace un buen modo de aproximar el arte a la vida cotidiana.
"La Modernidad es utilitarista. Concibe el progreso técnico, avalado por la ciencia positiva, como lo máximamente útil. Ahora bien, se trata de una utilidad para el dominio, la producción, el rendimiento: en definitiva el terreno de la economía y la política. La belleza por el contrario estaría situada al margen de toda aplicación práctica, en el campo del sentimiento subjetivo, el capricho extravagante, el goce privado."
Es solo una opinión. Pero sin duda la suya me parece muy certera, aunque la realidad tenga tantas perspectivas...
saludos.
creo que la mayoria de las estatuas son horrendas
la mayoria de ellas sobran pero creo que en este incendio figurado si que salvaria unas cuantas.
las que dan mas realce a nuestras tradiciones y cultura y pocas mas por no decir ninguna puesto que en mi ciudadson de mas que dudosa factura
Las primeras sorprendieron.. pero ya..
Quería agradecer a Hernando que recuerde una de las Entradas de la desaparecida Jaima "en Girona tenemos a la muchacha que simboliza un aniversario de la Democracia española (visto en el blog de Selma)".
Sus comentarios, los de Cornelius, de Marian, de Antonio , de muchas otras visitas y los tuyos Pedro están a buen recaudo.. las guardo como un tesoro..
Besos.
Es un virus, seguro. Aumentan en número y tamaño. Esto unido a la sustitución de los jardines por plazas duras, entiendase, de cemento, facilita mucho la sana huida de nuestras queridas ciudades.
En Madrid tenemos un barrendero de metal en una plaza, que da sensación de limpieza. ¿Se habrá colocado para subsanar ausencia de barrenderos reales?
Coincido plenamente contigo en que las estatuas parecen clones unas de otras. Me gustan las de nuestra ciudad, especialmente la del calógrafo del campo grande, yo le llamo "la estatua del instante".
Saludos desde un faro en mitad del mar.
Mar
Por lo que se ve, es una plaga a nivel internacional.
Siempre me pregunté el por qué no las hacían de hielo o de oro, que para el caso, iban a durar lo mismo en el sitio donde las colocases.
Una desaparecería por la propia naturaleza y la otra por la propia naturaleza... humana.
Un abrazo
como la escultura de la foto he visto muchas diferentes por varias ciudades de españa, como bien dices... no te cuento como son las de mi ciudad porque te morirías de pena.
biquiños,
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