Este es un capítulo en el que hay de todo: el anuncio de la competición por la aldeana vestida de hombre entre el maestresala y Sancho; la continuidad de los juicios del gobernador; una carta de don Quijote y otra de Sancho en respuesta con diversas cuestiones, etc.
Cervantes desarrolla mínimante el asunto de la doncella disfrazada porque lo cerrará más tarde, pero mantiene el interés del lector al expresar más claramente la competición por ella que se tienen el maestresala y Sancho, que la quiere para su hijo.
El interés central del capítulo es llevar a sus últimas consecuencias el legado de sentencias de Sancho. Son varias las citadas en el capítulo, la más extensa la del puente, con significativos antecedentes clásicos y folklóricos. Pero esta vez no es el conocimiento del folklore lo que permite salir con bien al gobernador en su sentencia, como en casos anteriores, sino los consejos que le dio don Quijote antes de salir para la ínsula. Este recuerdo enlaza, directamente, con la carta que le envía su amo desde la casa de los Duques y en la que completa aquellos consejos con algunos que los amplían y corrigen, en especial, pidiéndole a Sancho que no se humille tanto y que sea consciente del cargo que ocupa. Don Quijote ha tenido noticias del comportamiento de Sancho como gobernador y por eso sabe ajustar los nuevos consejos al momento. La contestación de Sancho no tiene desperdicio en lo que hace a sus preocupaciones como gobernador y contiene, además, otra sentencia -la de la tendera- que revela de nuevo el carácter de Sancho como juez que aplica el sentido común.
Cervantes quiere ir cerrando la estancia de Sancho en la ínsula y, para ello, nos hace un resumen de las disposiciones del escudero-gobernador: no es, desde luego, un legislador indolente. Como juego irónico dirigido a la sociedad de su tiempo, todas las actuaciones de Sancho quedan recogidas en Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza.
Y se anuncia ya el final: por una parte, don Quijote, en su carta, proclama sus ganas de salir al camino de nuevo; por otra, los burladores de Sancho conspiran para dar la broma final que acabe con él fuera del gobierno.
Cervantes sabe que ya no puede mantener mucho más el interés de la acción con los dos protagonistas separados: ambos se necesitan. Y los lectores. Lo veremos el próximo jueves, con el comentario del capítulo LII.
Cervantes quiere ir cerrando la estancia de Sancho en la ínsula y, para ello, nos hace un resumen de las disposiciones del escudero-gobernador: no es, desde luego, un legislador indolente. Como juego irónico dirigido a la sociedad de su tiempo, todas las actuaciones de Sancho quedan recogidas en Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza.
Y se anuncia ya el final: por una parte, don Quijote, en su carta, proclama sus ganas de salir al camino de nuevo; por otra, los burladores de Sancho conspiran para dar la broma final que acabe con él fuera del gobierno.
Cervantes sabe que ya no puede mantener mucho más el interés de la acción con los dos protagonistas separados: ambos se necesitan. Y los lectores. Lo veremos el próximo jueves, con el comentario del capítulo LII.
18 comentarios:
El Dr. Pedro Recio sigue haciendo pasar hambre a Sancho, es obvio que los duques-verdugos lo van a hacer sufrir hasta el final. Sancho maldice su gobierno, yo creo que ya está completamente harto de pasar hambre. Cervantes nos lo dice muy claro: “Con esta sofistería padecía hambre Sancho, y tal, que en su secreto maldecía el gobierno, y aun a quien se le había dado”.
Pero no por ello abandona Sancho su talento natural, el dilema que le plantean es solucinado muy satisfactoriamente, porque se acuerda en el mejor momento del consejo que le dio D. quijote: Que en caso de duda, se atuviera a la misericordia, “que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo”, lo cual demuestra, una vez mas, la inteligencia y el talento de nuestro buen hidalgo manchego.
El cerco contra Sancho se va cercando: vemos que esto se acaba, parece que tenian pensado rematarle del cargo de gobernador aquella misma noche.
Por otro lado, la lactura de las cartas que se cruzan escudero y caballero se me antoja, sencillamente, deliciosa. Ambas son extraordinarias.
En la carta de Sancho a D. Quijote se ve que el gobernador es y será siempre fiel a D. Quijote, se queja de que pasa hambre, dice que apenas tiene tiempo para nada…en fin, una carta que no revela que Sancho sospeche nada.
Pero si me dais a elegir, prefiero la carta que D. Quijote envia a Sancho. D. Quijote es muy consciente de que Sancho es su escudero, y es sincero con el, sabe que es hombre de pueblo y no renuncia a seguir adoctrinándolo, es maravilloso el inicio: “cuando esperaba oír nuevas de tus descuidos e impertinencias, Sancho amigo, las oí de tus discreciones, de que di por ello gracias particulares al cielo, el cual del estiércol sabe levantar los pobres, y de los tontos hacer discretos…vístete bien, que un palo compuesto no parece palo...”
Pero atención, creo adivinar que la duda sigue rondando el ánimo de Alonso Quijano: es como si D. Quijote no las tuviera todas consigo, o no terminara de creerse del todo el éxito de Sancho como gobernador, pues el lapidario final de la carta me lo da a entender:
“Y a Dios, el cual te guarde de que ninguno te tenga lástima.”.
En fin, nada es eterno, y Cervantes, sin misericordia, nos lo relata de modo inexorable: “Juntándose los burladores de Sancho, dieron orden entre sí cómo despacharle del gobierno”. Señoras y señores, el gobierno de la insula se acaba.
DON QUIJOTE DE LA MANCHA. CAPÍTULO 2.51
Otras dos cartas vuelven a tomar protagonismo, en este caso se trata de un intercambio epistolar entre amo y criado. El autor recurre a la correspondencia entre DQ y S para ponernos al día sobre la convalecencia del hidalgo en el castillo que tras los dos ataques recibidos, se encuentra sumido en la vergüenza de las heridas producidas por un gato y los pellizcos de unas damas. Conocemos de su puño y letra que ya está cansado de “esta vida ociosa”, en contraste con la actividad frenética que S desarrolla en la ínsula, torbellino de trajín que no le deja tiempo de respirar ni de comer. Castillo, ínsula y aldea , localizaciones de distinto nivel de realidad, se traban entre sí a través de las cartas, emergiendo Teresa y Sanchica, que desde el capítulo anterior sabemos que comparten honores de estrellas protagonistas de la novela con DQ y S. De las misivas, conviene destacar el tono respetuoso, nivelador de diferencias de clase social, visible en sendas despedidas: “Tu amigo” de DQ y “Criado de vuestra merced” de S a pesar de su ascenso a gobernador. Antes de la lectura de cartas, S ya ha tenido tiempo de resolver un problema con intríngulis que le proponen y más tarde dispone un conjunto de medidas y normas conducentes al buen gobierno que aún se recuerdan en el lugar.
Tras la ronda por la ínsula que ocupó gran parte de la noche de S y allegados, llegó la mañana con los cuerpos destemplados. Alguno hubo que ni ojo pegó de tanto pensar en la doncella disfrazada , el mayordomo con trabajo extra debido a la hiperactividad que de S exigían los numerosos asuntos a resolver, diurnos y nocturnos.
Resignado a la determinación que Pedro Recio imprime a sus resoluciones, a S no le queda más remedio que aceptar la frugalidad en las comidas como un beneficio para su entendimiento, algo que él maldice en su fuero interno tanto como al gobierno y a quien se lo propuso.
Inmediatamente después se presenta un forastero que cuenta que hay unos jueces atascados en un caso intrincado, cuya solución tiene trampa. Al tratarse de un caso en que las razones de unos y otros no consiguen desnivelar el fiel de la balanza y la vida de una persona está en el alero, S recuerda los consejos primeros que recibió de DQ antes de la partida que le recomendaban misericordia en caso de duda: “pues siempre es alabado más el hacer bien que mal” y “denme de comer, y lluevan casos y dudas sobre mí, que yo las despabilaré en el aire”, - afirma S ya un poco harto de tanta prueba de ingenio - . El mayordomo, urdidor de la farsa, accede a saciarle el hambre, pues ya pensaba
S ordena que el secretario de Bilbao le lea una carta de su amo que un cartero acaba de traer. Entre otras cosas en ella se sorprende DQ de la humildad de S en su gobierno, le advierte que evite el exceso, pues puede ir contra la seriedad del cargo. Que vista decentemente, acorde con el oficio. Para ganarse la voluntad de su pueblo, debe actuar como criado y procurar buena intendencia. Pocas leyes, pero bien aplicadas para que se respeten. Le aconseja que escriba a sus señores con agradecimiento; “que la ingratitud es hija de la soberbia”. Sólo de pasada hace mención a los motivos de su indisposición, que pasan por el bochorno que para un caballero andante supone el gateamiento. Muestra su disposición a abandonar “esta vida ociosa en que estoy, pues no nací para ella.”
S responde a vuelta de correo quejándose de su trabajo full time, que no le deja tiempo ni para comer; añora el hambre que pasaron por los caminos. De los espías asesinos que le advertía el duque, sólo ha descubierto un doctor, natural de Tirteafuera y obsesionado con la dieta , que le habla de una medicina preventiva que él no entiende,. No le ha cogido el pulso a eso que la gente habla del cohecho de los gobernantes, no ha tenido tiempo. Sin embargo, sí lo ha tenido para echarle el ojo a un joven para yerno. Se muestra dispuesto a hacer lo posible para ordenar la actividad de los mercados, que no haya abusos. Le pide a su amo que no busque trifulcas con los duques, teme que reviertan en él como venganza. No ha encontrado nada apropiado que mandarle, como no sea unos “cañutos de jeringas”, todo se andará con el tiempo. Por fin le ruega que pague los portes si Teresa le escribe.
Mientras S emplea la tarde en redactar unas ordenanzas para el buen gobierno, entre las que destaca la pena de muerte para quien agüe el vino, la camarilla que le rodea decide en contubernio despacharle del gobierno. El cómo es algo que iremos descubriendo más tarde.
Me lo imaginé...Cervantes no quiere dilatar más la separación DE LOS PROTAGONISTAS.. y es que ya llevan separados cierto tiempo... y los añoramos... un abrazo
En el capítulo anterior viajamos con el paje hasta la aldea, a la humilde casa donde vive Teresa Panza con sus dos hijos. La burla se translada y, a la vuelta, el fiel mensajero ha de contar, con pelos y señales, como Teresa y Sanchica han mordido el anzuelo. Qué gusto tan amargo nos han dejado las fantasías imposibles de madre e hija.
Este capítulo enlaza con el anterior al anterior, el de la ronda nocturna por Barataria. Amanece y amanece de verdad, esta vez sin paródicas imágenes mitológicas, sin rubicundos Apolos , ni rosadas auroras, ni pintados pajarillos con sus arpadas lenguas.
El maestresala, aquel que acompañó a Sancho, no ha podido pegar ojo , enamoradísimo de la jovencita enclaustrada, la vestidita de varón.
Y el mayordomo, tecleo despacio no vaya a aparecer por aquí, ha de pasar la noche escribe que te escribe, para que sus señores no pierdan ripio del gobierno sanchesco. Admirado queda de sus hechos, aunque haya algún asomo tanto. ¡Cómo has cambiado, mayordomo-director de escena!
Se levanta Sancho y desayuna una mínima ración de fruta confitada y unos tragos de agua enfriada. Tal es la dieta prescrita por el Tirteafuera, para los mandamases, con el fin de avivar su ingenio, dice. Poco y delicado… Pan y uvas comería muy a gusto, que con tanta palabrería, el gobernador pasa hambre canina y maldice, en secreto, el gobierno y quien se lo dio.
Con la conserva y el agua helada bailando en su estómago, ha de resolver lo que le propone un forastero, un acertijo paradójico, para que se devane bien los sesos y diga alguna tontería. El mayordomo y los demás acólitos están presentes.
Le cuenta que un río dividía dos términos de un mismo señorío. Sobre el río, un puente y, al final del mismo, una horca y una casa de audiencia. Cuatro jueces velaban por el cumplimiento de la ley que puso el dueño del señorío, la cual obligaba, al que pasare de una parte a otra, a jurar a dónde iba. Si en lo que juraba se echaba de ver que decía verdad, los jueces lo dejaban pasar. Si decía mentira, moría en la horca.
Pero hubo uno que juró que iba a morir en aquella horca. Los jueces no saben cómo resolver el dilema, si lo dejan pasar, mintió y debe morir. Si lo ahorcan, él juró que iba a morir en la horca, luego dijo verdad.
Los jueces no saben qué hacer, mas conociendo el “elevado entendimiento” de Sancho, enviaron al forastero preguntador, para solicitar su parecer. Eso del elevado entendimiento deja perplejo a Sancho, que afirma tener “más de mostrenco que de agudo”. Pero si se lo repiten, tal vez dé con la respuesta.
Le refieren otra y otra vez el caso. Propone una solución salomónica, la parte que juró verdad la dejen pasar y la que dijo mentira la ahorquen. No es válida, si lo dividen, por fuerza morirá. Así que sigue dando vueltas, hasta que recuerda lo que le aconsejó don Quijote, en vísperas de ser gobernador. Fue aquello de que, cuando la justicia esté en dudas, lo mejor es acogerse a la misericordia: no se le ahorcará.
El mayordomo considera que Licurgo no pudiera dar mejor sentencia que la del “gran Panza”. Fijaos en ese “gran”, que ahora es sincero. Él dará orden para que le den de comer a su gusto, olvidando esas parcas raciones, las prescritas por el falso galeno. No más audiencias por hoy, el asesor de farsas no aguanta más. Es un cargo de conciencia matar de hambre a tan discreto gobernador. Esta noche piensa hacer la última burla del guión, espera que de verdad lo sea.
La promesa de la comida renueva las fuerzas del debilitado Sancho. Denle de comer y vengan casos y dudas. Con el estómago lleno, todo lo despabilará.
(Sigue)
Pedro yo no he sido capaz jamás de leerlo, como ya te dije en una ocasión. Ahora si te diré, que quiero llegue el jueves ya para seguir sabiendo algo más, entradas y comentarios unidos. Gracias a ti y a los que participan.
Espero que la entrada en mi blog no te parezca mal, me llamo la atención el tema y quería darle un poco de vidilla a mi espacio. Un saludo
Una delicia de capítulo descontando la crueldad relatada en el inicio sobre el hambre de Sancho. Tortura pura.
Y si, los necesitamos juntos a DQ y a S.; Las cartas entre ellos, magníficas ambas.
Besos
Lo de "Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza" ha sido un buen broche de Cervan para ir preparando su vuelta al redil quijotesco. Yo también estoy deseando que se junten de nuevo. Besotes sanchotizados, M.
Después de publicado mi comentario, amigo Pedro, he recordado un detalle sobre el consejo de D. Quijote a Sancho y que le dió a éste último la pista para la solución del dilema.
Esta mañana he publicado mi entrada en mi blog, y he añadido este parrafo, que añado aquí:
"Pero no por ello abandona Sancho su talento natural, el dilema del puente -que le plantean- es solucinado muy satisfactoriamente, porque se acuerda en el mejor momento del consejo que le dio D. Quijote: Que en caso de duda, se atuviera a la misericordia, “que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo”. Es curioso, pero esa frase se me quedó tan grabada que en algun alegato en alguno de mis juicios -sobre todo penales- la he usado, os lo juro, dado que es un claro antecedente de la presunción de inocencia y del principio "in dubio pro reo", y del principio general del derecho segun el cual siempre es preferible absolver a un culpable que condenar a un inocente. Me llamó mucho la atención que en aquella epoca de terrible Inquisición, de quema de herejes y de brujas en las plazas publicas, hubiera quien ya anticipara nuestro magnifico logro constitucional: la presunción de inocencia. Ello demuestra, una vez mas, la inteligencia y el talento de nuestro buen hidalgo manchego y el animo compasivo y misericordioso de nuestro universal escritor.".
Un abrazo.
- DE LA PANZA SALE LA DANZA: resistiré la tentación de hacer la gracia de la pobre panza del sr. Panza, pero lo cierto es que la comida, más bien su escasez, van haciendo mella en el flamante gobernador. Sancho maldice su gobierno y se queja amargamente "denme de comer y lluevan casos" "él me va matando de hambre y yo voy muriendo de despecho"
- LA CARTA DE DQ.- Compuesta de sabios consejos y del intercambio de noticias entre dos amigos. Destaco este párrafo, que si nuestros gobernantes se aplicasen, tanto mejoraríamos: "No hagas muchas pragmáticas y si las hicieres procura que sen buenas y que se guarden y cumplan...
- LA CARTA DE SANCHO.- Otra vez se mezclan los datos personales con los del gobierno. Va pormenorizando las medidas adoptadas. Parecen un resumen de despedida.
Se percibe en el capítulo sensación de encierro, deseo de libertad en los dos protagonistas.
Los duques y sus acólitos siguen mofándose de S y DQ, y encima ni siquiera se tienen el uno al otro.
En este capítulo se pone de manifiesto que Sancho empieza a estar harto del cargo (sobre todo por la escasez de alimento que conlleva) y DQ prefiere dedicarse a las actividades propias de los caballeros que recibir las "atenciones de los duques", así que lo mejor que puede hacer nuestro "Cervan", como le llama Merche, es juntarlos ya y que prosigan su camino juntos.
Besos
Así que, aquel día, Sancho come sin reglas tirteafueras ni recios aforismos. Y, al levantar los manteles, entra un correo con una carta de don Quijote, dirigida a su persona. Manda al secretario que la lea para sí, y si no hay algo secreto, que lo haga después en voz alta.
Vaya, otra vez se abren, en mi ordenador, extrañas ventanas emergentes. Espero que no sea el mayordomo, aunque me extraña que no haya aparecido por aquí, en este capítulo. No, no es él. Es…otro personaje. Veamos qué dice. Está hablando consigo mismo en otra lengua. “Agur Maria, graziaz betea,
Jauna da zugaz, bedeinkatua…”
¿Euskera? Sí, debe ser el secretario del gobernador Sancho Panza en la ínsula Barataria, que participa en este capítulo.
Arratsaldeon. Saludo a vuestra merced. Le comunico que acabo de despistar al señor mayordomo, el cual se dirigía hacia este canalículo. El miedo que he pasado atravesando estos angostos pasillos, estrechos incluso para un fantasma, me ha llevado a rezar en mi lengua materna.
Como bien dice vuestra merced, soy secretario del gobernador, por gracia del señor duque, el cual me eligió por saber leer, escribir y ser vizcaíno. Los secretarios vascos somos muy bien valorados por nuestra lealtad, fidelidad, cortedad de palabras y buena letra.
El escritor no puso mi nombre, pero les ruego, por Jaungaicoa, no vayan a confundirme con aquel Sancho de Azpeitia, el derrotado por don Quijote, aquel que preguntaba: “¿yo no caballero?”. Como pueden comprobar, no todos los de mi hermosa tierra desbaratamos las oraciones. Los hay cultos e incultos, como en todas partes.
Vayamos a mi trabajo. Leo, para todos los presentes, la carta de don Quijote de la Mancha al gobernador de la ínsula Barataria. En letras de oro debiera estar escrita tan discreta carta.
(Sigue)
Navego en busca de información sobre la palabra Constitución, ya que me ha "molado" mucho la última frase del capítulo que tratamos esta semana, el 51 de la II parte, y que habla así sobre Sancho y su gobierno: "él ordenó cosas tan buenas que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza.".
Se hace mención en el capítulo a Licurgo ,militar y legislador espartano, a quién Cervantes, por sus infinitas lecturas (no sé si, en adelante, llamarle Enciclopedia con patas en vez de Cervantes), conocería bien.
En España la primera constitución (llamada como tal) se redactó y promulgó en Cádiz en 1812: La Pepa, pero la pobre Pepa, por mucho que le vitorearan los españolitos de entonces ¡Viva la Pepa!, tuvo una corta vida. A los dos años volvió Fernando VII y dijo: ¡constitucionalitas a mí...!. Algo parecido a lo que dijo don Quijote cuando se "enfrentó" al león que llevaban en una carroza: ¡"gatitos a mí"! (o tal vez dijo: "leoncitos a mí").
Veamos, pues, lo que dice. Descuidos e impertinencias, eso esperaba Don Quijote que le contaran del “amigo Sancho”. Le dan cuenta de sus discreciones y agradece, por ello, al cielo; el cual de los tontos sabe hacer discretos. Esto no es muy cortés, pero ahí queda escrito…
Parece ser, pues, que gobierna humana y humildemente. Por eso, le advierte que no siempre resulta conveniente la humildad, aunque su persona lo sea. Corre el riesgo de menoscabar la autoridad que requiere el gobierno Y le aconseja que vaya bien vestido, con el hábito adecuado, sin adornos llamativos y exagerados, limpio y bien compuesto.
Para ganarse la voluntad del pueblo, ha de “ser bien criado con todos” y evitar el hambre de los pobres. Esto último, piensa este vizcaíno, ha de ser su principal empeño; tan imposible es gobernar a un hambriento.
Las pragmáticas han de ser de las que se cumplen, pocas y buenas. Que las leyes que atemorizan y no se ejecutan son como la viga del cuento aquel de “Las ranas pidiendo rey”. Que primero las espantó y con el tiempo se subieron encima. Cuidado no se le suban a la chepa…
Le dice, muy sabiamente, que sea “padre de las virtudes y padrastro de los vicios”. Ni duro ni blando ha de ser siempre, buscará el término medio, tan difícil, creo yo, pues.
A cárceles, carnicerías y plazas ha de ir a menudo. Si despacha con brevedad, brevemente, los presos estarán agradecidos, los carniceros igualarán los pesos y las placeras huirán. Ya estoy viendo a los presos besarle los pies, a los carniceros escondiendo los pesos trucados y a las mozas del partido con el hatillo al hombro.
No ha de mostrarse codicioso, mujeriego o glotón. De mujeriego, creo que no peca este gobernador, tiene razón don Quijote. Otra cosa es lo de codicioso y glotón. Lo que le dice es que, si el pueblo descubre su punto débil, por ahí le atacarán.
Antes de partir para Barataria, don Quijote le dio por escrito unos buenos consejos. Ha de repasarlos, le servirán de ayuda. Le han servido, lo de la horca y el puente, lo resolvió con una de aquellas lecciones.
Don Quijote quiere que escriba y se muestre agradecido con los señores duques, que la ingratitud es gran pecado y la persona agradecida también lo será de Dios. No ha de olvidarse, pues, de agradecer a la duquesa el vestido y los corales que envió a su Teresa.
El caballero le cuenta que convalece de “un cierto gateamiento”, donde las más sufridas fueron sus narices. Pero, tranquilo, que si hay encantadores malos, también los hay buenos.
Le pide que le avise si se confirma lo del mayordomo que hizo de Trifaldi. Uy, no, no quise decir eso. Menos mal que debe andar perdido por ahí y no aparece…de momento.
De todo lo que le suceda, le irá dando aviso, que el camino es corto y esta vida ociosa no es para su persona.
Le han ofrecido un negocio, fuera de esta corte, y ha de cumplir con su obligación antes que con su gusto y el de estos señores. Y le escribe aquello de “amicus Plato, sed magis amica veritas”. Ahora que es gobernador, lo habrá aprendido. Risueño, el andante, pues.
(Sigue)
La carta es celebrada como discreta por los que asisten a su lectura y Sancho Panza, que había estado muy atento, me pide que entre en su estancia y escriba, al dictado, la carta respuesta a su señor don Quijote. Veamos, pues, su contenido:
El señor gobernador no tiene tiempo de rascarse la cabeza, ni de cortarse las uñas que ya tiene crecidas. Dice esto para que el señor de su alma no se espante de la tardanza en dar aviso de su bien o mal en el gobierno. Y recalca que ahora tiene más hambre que antes, cuando iban los dos por esos campos y caminos de Dios.
El señor duque le avisó de la presencia, en la ínsula, de unos espías que deseaban matarlo. Hasta agora no ha descubierto otro asesino que cierto doctor asalariado, el llamado Pedro Recio, natural de Tirteafuera, que con ese nombre…Yo ya sé quién inventó el nombre y el topónimo, mas a callar tocan…A lo que íbamos, se queja de las recias medecinas: dieta y más dieta.
El señor gobernador pensaba comer calentito y beber fresquito, no al revés. Dormiría sobre plumas, entre delicadas sábanas. Y a lo que ha venido es a hacer penitencia, como ermitaño.
Hasta ahora ni derecho, ni cohecho, que no ha visto un solo maravedí.
Anoche, en la ronda nocturna, topa con una hermosa doncella acompañada de su hermano, aquellos disfrazados de varón y de mujer. El maestresala se enamora de la moza y Sancho escoge al mozo para yerno. Se lo pedirán al padre de los disfrazados, don Diego de la Llana. No saben cómo se las gasta tal hidalgo.
El señor gobernador cumple con lo que le han dicho. Visita las plazas y echa el guante a una tendera que vendía avellanas nuevas mezcladas con otras, vejas y podridas. Sentencia que den los frutos a los niños de la doctrina, pobres huerfanitos, que sabrán distinguirlas, menudas hambres pasan las creaturas. También sentencia que la avellanera no entre en la plaza, durante quince días. Fue valeroso, dicen.
Es de la opinión, nuestro gobernador, que no hay gente más mala que las placeras, desalmadas, desvergonzadas, atrevidas…Bueno, bueno, no es para tanto…otras, y otros, peores hay, creo yo.
Procurará mostrarse agradecido por la carta y los presentes de la duquesa a su mujer. A su tiempo lo verá. Y no querría que don Quijote se enojara con los duques, que eso redundaría en su daño. Al señorito también le toca ser agradecido.
Lo del gateado no lo entiende, pero como ya conoce a su señor, supone que será cosa de encantadores.
Le gustaría enviarle algo pero como no sean cañutos para las vejigas que usan las mojigangas para zurrar…menuda industria.
Si le escribe Teresa Panza, le pide que pague el porte y le mande la carta, que ansía tener nuevas de su casa y familia.
Desea que Dios libre a don Quijote de los malandrines encantadores. Y que a él le saque con bien y en paz del gobierno, de lo cual tiene dudas, que tal y como le trata el galeno…
Cierro la carta y despacho el correo. Los burladores se juntan para ver cómo despacharlo del gobierno y Sancho pasa la tarde pariendo ordenanza tras ordenanza, sin descansar. Los regatones, los bastimentos, el vino con lugar declarado, el vino sin aguar, ojo, el precio del calzado, los salarios de los criados, los cantares lascivos de los ciegos, los ciegos fingidos, los mancos fingidos, los llagados falsos…Ordenó tanto y tan bueno que todavía se nombran y se guardan hoy aquellas “Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza”.
Se despide de vuestra merced este vizcaíno que nunca diría eso que Cervantes pone en boca un vizcaíno en la comedia “La casa de los celos”:
“Bien es que sepas de yo buenos que consejos doy, que por Juangaicoa soy vizcaino, burro no. “
Un abrazo de María Ángeles Merino
¿Compiten? juraría que Sancho y el maestresala se han repartido los hermanos cada uno para sus intereses.
Yo también soy un "mostrenco" como Sancho.
Ojalá fueran así los gobernantes y no se dejaran engatusar por las comisiones para hacer la vista gorda.
Este capítulo está divertido.
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