miércoles, 5 de septiembre de 2007

En el Delta del río Ebro. (Final.)

La vocación y destino del Ebro hace feraz esta plataforma que los siglos han construido para que nos asomemos al mar. Hay una explosión de muelle verdor en estas tierras que nos conducen al final del camino. Los hombres han aclimatado aquí el arroz y el limo acumulado premia el esfuerzo.


En Riumar casi se ha protegido la playa por entero de la colonización del ladrillo y por un momento creemos volver a décadas atrás, cuando todo era más asumible y la diversión no se había convertido en un parque temático organizado. Las duchas y los aseos están fuera, a más de cien metros de las dunas y las conchas se clavan en los pies acostumbrados a la arena limpiada por medios mecánicos de otros lugares. Aquí el viento ya no es de tierra sino de mar, de mar adentro, como corresponde a este pecho que nos regala el río sobre el agua.
Pero no es aquí donde me traía el viaje y por eso me embarco para navegar por los últimos quilómetros del Ebro y durante el breve viaje puedo ver las lagunas y los caprichos que por obra del tiempo, de la naturaleza y del hombre han ido cambiando este paraje vivo y en tránsito. El Delta, Deltebre, no es estático, sino mudable. Quizá mañana ya no lo encontremos y no podamos asistir a esta entrega del río en su final anunciado.
Allí, allí: aquellas olas y bancos de arena indican la auténtica desembocadura de esta lengua dulce sobre el colchón salado del mar.

Ése es el final de mi camino.

Juan Ramón Jiménez, en el Diario de un poeta reciencasado (1916) encontró el mar para descubrir su nueva voz poética y señalar el camino a una línea de la vanguardia lírica española que tanto personalizó en sí mismo.


Yo no aspiro a tanto: solo el mar, el mar solo. Y contemplarlo, en ese eterno conocerse y desconocerse que decía el poeta, para darme cuenta de por qué he llegado ante él, como el agua de este río que se entrega, pacífica y fértil, al mar. Pero yo, ¿desde dónde he venido y cuál ha sido mi caminar auténtico?


9 comentarios:

Caelio dijo...

río épico e histórico que dio nombre y cultura a una tierra.

Río, por tanto vertebrador de nuestro pasado. Algunos lo quisieron dominar.

Recuerdo en una de mis incursiones en Zaragoza, en un bar de moda vendían unas camisetas con la leyenda:
apadrina un murciano. Tiene sed .

Mucho de lo que has podido disfrutar, habría desaparecido.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Con la regulación que tiene el Ebro ya han desaparecido unos cuantos quilómetros cuadrados del Delta. Con el trasvase...

Álvaro Fernández Magdaleno dijo...

Pedro, tendrías que reunir los apuntes de tus viajes, y hacer un libro de viajes (valga la redundancia) sería fantástico.
Un abrazo.
Álvaro

Diego Fernández Magdaleno dijo...

Reitero lo escrito por mi hermano Álvaro.
Abrazos,
Diego

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Álvaro, Diego: gracias por vuestras palabras y leerme con tan buenos ojos.

Silvia_D dijo...

Yo sin el mar no podría vivir...
Preciosa entrada y fotos.
Besos^^

Pedro Ojeda Escudero dijo...

DIANNA: para mí, hombre de tierra adentro cuyo paisaje es la meseta, el mar recuerda a estos campos pero los sublima en azules y verdes. Gracias por tu atenta lectura. Un beso.

Myriam dijo...

¿ Y has encontrado la respuesta?

Pedro Ojeda Escudero dijo...

MYR: quizá sí, pero no me lo confieso. Besos.