jueves, 20 de septiembre de 2007

El desgarro de la bestia.

El motivo central del cartel -y de la excelente y recomendable obra- de Aullidos, del Teatro Corsario, desbordadamente barroco y vanguardista, centra la mirada del paseante. Hoy no hablaré del argumento de esta pieza de títeres para adultos, que tiene más que ver con otras leyendas, y haré de mirón indiscreto del cartel encolado en las paredes, que nos lleva al mundo más oculto en nuestro cerebro y juega con los mismos elementos que la vieja leyenda de la bella y la bestia tan maltratada por la corrección de los cuentos infantiles y el mundo de Disney. Con mejor tino se escondía, bajo piel humana, en la historia de Tarzán. Y en algunas de las versiones de King Kong, en las que la bestia es domesticada por la sexualidad de la mujer.
Porque hay dos direcciones en este miedo y en este instinto que estudia la antropología. En una, la mujer es destrozada por la pulsión sexual del monstruo. En otra, el deseo sexual de la bestia acaba haciéndolo esclavo de la atractiva hembra, que lo domina y ejerce un control sobre el animal que lo hace refinarse hasta el cortejo.
En las sociedades en las que el sexo se condena como pecaminoso, la mujer entregada a la bestia debe ser doncella y esperar al príncipe que venga a librarla del dragón. Las historias acaban tras la boda porque saben que después ya no hay príncipes ni princesas. O se modifican para simbolizar el triunfo de la fe sobre el paganismo, como en la leyenda de San Joge y el dragón. En esas mismas sociedades, el hombre debe luchar contra la bestia que se simboliza en el animal pero, en el fondo, va dentro de él y quiere desbordarlo.
El juego de seducción no es más que esta lucha de miedos y dominios que llevamos tan adentro, atados como estamos a nuestras herencias culturales.
Del amor y del cariño hablaremos otro día.

2 comentarios:

Pablo A. Fernández Magdaleno dijo...

Hace unos años pude ver un fantástico montaje de títeres para adultos de Teatro Corsario sobre varios cuentos de Poe en el Teatro Principal de Rioseco.
Por cierto, ¿el animal, la bestia es el instinto?
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

"La maldición de Poe. Títeres de terror" era su título. Muy bueno, también. En cuanto al animal del cartel, en el argumento de la obra, no. No quiero desvelarlo por los que no hayan visto la obra.
En el misterio poético de la leyenda, según lo veo yo, puede tener varias facetas: el instinto sexual (que también es el mismo de la supervivencia a través de los hijos)con todo lo que ello implica de dominación, placer y dolor; pero también es lo que nos hace menos humanos; es el ansia pero también nuestra perdición cuando nos nubla la racionalidad (o nuestra salvación, que para eso hay gustos). Hay tantas lecturas en las leyendas: desde San Jorge hasta el hombre lobo. Algunos, querido Pablo, incluso dirían que es lo más creativo de nosotros mismos.