Sobre poesía

Buscar una sombra y asomarse a mirar para contarlo: la mitad del trabajo del poema. La otra mitad es cómo hacerlo. A veces se mira la nada, pero qué bien la cuentan algunos; en otros casos, la vida plena está tan mal expresada que aburre.

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La gran mayoría de las ventas de libros de hoy se debe al diseñador de la portada. Al abrir muchos de esos libros, se tiene la sensación de que se ha desaprovechado una buena ilustración.
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Buscó un buen título para salvar un mal libro.

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Sí, Lope dijo: y escribo por el arte que inventaron / los que el vulgar aplauso pretendieron, / porque, como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto, pero para hacerlo bien hay que ser Lope de Vega.

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Me dijo que lo que decía en sus poemas no era verdad, no le había ocurrido. Incluso citó a Pessoa: El poeta es un fingidor. Evidentemente, no había leído el poema del que procede la cita ni para intentar un ejercicio literario. O no lo había entendido.
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Ya es posible que un programa informático escriba un poema y en pocos años podrán escribir uno nuevo de Federico García Lorca. Si los editores saben fabricar la biografía adecuada y ponerle un rostro que encaje con ella, la mayoría de los lectores no lo notarán.

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En sus poemas parecía contar la vida de otros. En efecto, no hacía más que imitar a sus poetas de cabecera hasta en la pausas versales.

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¿Por qué los poetas a la moda recitan todos igual? En el fondo, porque todos escriben el mismo poema. Una y otra vez.

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El postureo poético mata la poesía.

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Charles Bukowski no tiene culpa por la legión de sus imitadores. Karmelo C. Iribarren, tampoco. Por eso sigo leyéndolos con placer, porque son poetas, sin hacer caso de sus ecos.