Aquí también hay arroyuelas en las riberas del lago. Ignoro cómo las llaman, pero son como aquellas que acunaron a mi madre. He recogido un buen ramo y de regreso quería gritar que llevaba arroyuelas en flor. Un polvo púrpura cubría el camino.
Ahora que se atenúan los calores, recuerdo las noches frescas de las verbenas de mi barrio. Mi sorpresa cuando su mano buscó mi mano. Al abrazarla, su cabello olía a melocotón en flor y de su cuello nació un temblor de luciérnagas.
Miro mis manos ahora, sobre la mesa de pino. Repaso con las yemas de los dedos las vetas de la madera. Las dejo reposar un momento. En ellas guardo la memoria más secreta de otras manos, de espaldas interminables, piernas que he recorrido con admiración, mejillas dulces, pechos frescos y vientres prometidos, muslos cálidos como refugios de invierno.
Hay mucho amor grande en tu ramo de arroyuelas púrpura.
ResponderEliminarAmorcillos con luciérnagas, pocas deben quedar, solo en sueños se ven.
Memoria de amores.
Mientras recordemos, estamos vivos.
ResponderEliminarSanto tacto, santo olfato, santo recuerdo. Nos siguen nutriendo.
ResponderEliminarLos recuerdos eternos e importantes nunca cambian, a pesar del tiempo transcurrido.
ResponderEliminarBesos
Tanto amor guardas em ti : ainda bem !
ResponderEliminarBeso, amigo mio.
¿Cuántas parejas habrán comenzado este día, fiestas en media España?
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