Partir de los elementos de la naturaleza o de los residuos que los seres humanos dejamos en un espacio concreto para construir una reflexión artística sobre el paisaje es el núcleo de Pajarazos, esta exposición de David Bestué (Barcelona, 1980) que se muestra en el Patio Herreriano de Valladolid hasta el 7 de enero de 2024, paralela a Ciudad de arena, que se puede ver en el espacio Fabra i Coats de Barcelona y con la que comparte filosofía, aunque difiera en los resultados. De hecho, el punto de partida de la vallisoletana era la destrucción del patrimonio histórico de la ciudad de Valladolid a partir de escombros y materiales de desecho. Sin embargo, en algún momento del proceso, Bestué se encontró con un poema de Olvido García Valdés, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2022, que tuvo una fecunda estancia en la ciudad durante unos años junto a su marido, el también poeta y profesor de instituto Miguel Casado. El poema de García Valdés recogía los elementos de la naturaleza como materiales poéticos de gran intensidad que simbolizaban el paisaje y la relación de la voz poética con él:
Renueva ahora los brotes, envía
primero la amapola a los caminos,
que el chopo tome fuerza y el álamo,
el almendro. Anuncia del trigo las espinas,
azules, la crespa hoja del roble, acoge
como tuyas las alas de esos árboles cipreses
que te saludan pajarazos.
Este es el proceso de construcción de las obras artísticas de Bestué. En las piezas hay laurel, pétalos de girasol, bungavilla, aciano y rosa, lodo, paja, humo, polvo de mimosa, tierra, menta, jazmín, madera de ciprés, etc., en perfecta unión con pasta de papel, resinas, mallas metálicas, caucho... Cada una de las piezas es un objeto hermoso en sí mismo por el resultado, las texturas, pero su significado es más profundo: cada una de ellas se nutre del paisaje que representa o simboliza.
No es nueva la técnica de llevar la naturaleza al arte. De hecho, algunos de los colores y texturas que más admiramos en los artistas clásicos y que definen su sello personal se conseguían con el barro del Guadalquivir o insectos locales. Al abandonar el realismo, Bestué consigue evocar formas y conceptos que representan el mismo paisaje del que parten los materiales con los que trabaja sin que pueda caber la distracción o la anécdota. El espectador asiste al milagro cotidiano del paisaje, esencia ya tras el proceso artístico.
Asistimos y procesamos. ¿Una flor o un cucharón?
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