He hecho un ramillete con hierbabuena y arroyuela que he cogido esta mañana junto a la acequia. Ambas están en flor, la humilde y aromática hierbabuena y la elegante y soberbia arroyuela. Blanca aquella, púrpura esta. Las contemplo ahora. De cerca, el aroma a menta lo llena todo, de lejos, la vara hermosa de la litrácea. Una de las ramas de hierbabuena salió con parte de la raíz y la he plantado en una maceta. Durante unos minutos he sido feliz. Las manos me huelen ahora a hierbabuena.
En estos tiempos en los que se opina antes de conocer la información, en los que la convulsión del momento impulsa al insulto, en los que se vive a golpe de impacto, en los que el estudio y la reflexión serena importan menos que la continua exposición en el foro público de las redes sociales, en los que la manipulación reina junto a la distorsión de la realidad, todo nos lleva al desasosiego y la crispación. De ahí la importancia del curso lento del agua que va a regar el campo, el ligero frescor de la mañana, la mata de hierbabuena junto a la acequia. Veo pasar septiembre. Llegarán pronto las lluvias y descenderán las temperaturas. En su justa medida, cada vez atardece antes y el sol nace a diario más tímido.
ResponderEliminar...y así va pasando la vida, querido Pedro.
Lo importante para tí, es que te has detenido, apreciaste lo verdadero, lo real, esas matas junto a la acequia...Ahí has estado presente y es lo que vale, has olido, has sentido... has vivido!
Lo demás es seguir el transcurso de la vida...lo relevante lo has vivido!
Te admiro por eso....
beso,
Ali
Pasa septiembre, ahora todo pasa muy rápido y muy lento a la vez. Me llega el olor de tu hierbabuena con raíces y la esbeltez de las varitas florecidas que se cimbrean junto al agua. El ruido y el odio siguen, nos refugiamos en cosas así.
ResponderEliminarDejé de ver tertulias y de leer a determinados articulistas, el insulto era constante y me acostaba con mal sabor de boca, un buen te (no tengo problemas de sueño) con hierbabuena me endulzaba lo que queda de día.
ResponderEliminarLa observación serena de lo exterior ayuda. Si lo exterior transmite serenidad y calma, mejor. Pero el verdadero esfuerzo es hacer coincidir en nuestra mente la observación relajada con el objeto al que debemos quitar hierro. No siempre tenemos al alcance una naturaleza que nos gusta interpretar como aportadora de serenidad a nuestro mundo emocional. De hecho la naturaleza exterior, que tanto nos seduce, también tiene sus ciclos y su ubicación en lucha por la -su- vida.
ResponderEliminarY la memoria me viene aquella canción de mi juventud:
ResponderEliminarSeptiembre se muere,
se muere dulcemente,
con sus raíces secas,
con sus racimos verdes.
A decir verdad, el letrista tenía poca idea del mundillo rural, porque los racimos verdes a finales de septiembre.
Ahora, luego, la canción daba un giro y aquello de:
Yo esperaba septiembre
para volver a verte...
El síndrome posvacacional llegó después.
Nada como sentarse junto al cauce de un arroyuelo, escuchar su fluir, y relativizar tantas cosas que nos hacen pasar como importantes sin que lo sean.
ResponderEliminarMás de una vez me he sentado junto a un arrollo con mis hijas.
Saludo, Pedro.
Somos seres incompletos esclavos de lejanas realizaciones personales y la vida se nos va escurriendo entre los dedos. Cuando perdimos el sentido de las estaciones perdimos también el disfrute de los momentos.Ahora cada momento es el anticipo de otro momento que nunca llegará porque solo es producto de nuestros deseos perpetuamente insatisfechos.
ResponderEliminarSeptiembre es como comenzar el año, así lo recibimos, un mes para volver a la rutina, pero también de cambios, y de nueva estación.
ResponderEliminarUn placer disfrutar de tu entrada, Pedro.
Un abrazo.
En septiembre vuelven a la ciudad los que no pueden quedarse aquí, donde el tiempo dura mucho.Las nubes del Bisaurín y de Bernera cambian constantemente. Volveremos a la ciudad y aquí, muy pronto.
ResponderEliminarUn abrazo
Un remanso de paz entre tanto bullicio pernicioso.
ResponderEliminarPreciosa fotografía.
Besos
No sabía que esas flores moradas se llamasen arroyuelas, será porque crecen a la orilla de los arroyos, pero también las he visto en pleno campo, junto a los tomillos que con la hierbabuena, dan ese olor tan sano que lleva el aire fresco de los atardeceres en este septiembre que ya se va.
ResponderEliminarDisfrutemos de los momentos felices.
Besos