Hoy sí que ha caído un golpe de agua en Béjar. He salido al balcón de la calle Mayor a ver la luz después de la lluvia y la calle mojada. ¡Qué luz la de después de una tormenta!
Esta pandemia vírica debería hacernos reflexionar sobre algunas cosas sustanciales. Sabemos que muchos científicos nos venían advirtiendo sobre nuestra forma de vida, la manera en la que como especie hemos diseñado el progreso. Por una parte, la agresión al planeta como sistema ecológico, con la contribución al cambio climático; por otra, las consecuencias de una globalización basada prioritariamente en lo financiero y en la producción barata de productos que, en realidad, no necesitamos más que para ese espejismo en el que hemos basado artificialmente el estado de bienestar. Es complejo social y políticamente cambiarlo porque muchos de los menos favorecidos quieren vivir como vivimos en occidente las clases medias. ¿Quiénes somos para decir a los demás que no vivan como nosotros lo hacemos, dar lecciones éticas de cómo deben comportarse desde nuestra comodidad y seguridad, impedir que vengan a occidente desde los lugares del mundo que hemos sometido y a los que hemos depredado? Sobre todo, porque el ecologismo a la moda se ha convertido por aquí en marca de distinción social con bastante hipocresía personal en su práctica. No se puede ser ecologista si esto significa consumir productos fabricados a miles de quilómetros, viviendo en una urbanización alejada del término urbano a la que todo ha de llevarse -hasta el servicio doméstico- y con varios automóviles en la familia. Así solo se lava la conciencia para poder dormir bien por las noches.
Han sido los científicos los que nos han advertido de cómo nuestra forma de vida acelera la peligrosidad del comportamiento presente y futuro de bacterias y virus, como un horizonte de colapso de nuestra especie. Todos hemos oído reiteradamente a lo largo de estos años que el abuso y el mal uso de los antibióticos dificultará controlar enfermedades. También que la vida en macrociudades hiperconectadas es un campo abonado para los virus contra los que aún no se ha expuesto el ser humano, pero lo hará porque cada vez quedan menos zonas vírgenes, y contra las mutaciones de los que ya conocemos. Por otra parte, no hay suficiente inversión en la investigación médica y se ha permitido que la industria farmacéutica sea uno de los negocios más lucrativos. Y socialmente, cada vez son más los marginados dentro del primer mundo, sin una eficaz asistencia médica.
Hace tiempo lancé en este blog una serie de entradas que titulé Pensar el mundo a principios de siglo, en la que abordaba alguna de estas cuestiones. La globalización ha sido financiera y de producción industrial, pero no otras cosas necesarias. En realidad, los cambios mentales que ha implicado hasta ahora nos han derivado más hacia el consumismo global y una visión del mundo como tierra sin frontera para el negocio y el turismo. No hemos sabido abordar correctamente lo que implica también esta nueva fase de globalización: facilidad en la circulación de personas, incluso de aquellos a los que consideramos como inmigrantes ilegales; reacciones violentas desde los fanatismos integristas; comprensión del otro como alguien con los mismos derechos y obligaciones; cohesión de las sociedades con ideas de progreso, justicia y derecho a la diferencia; defensa eficaz y urgente del medio ambiente; normativas que sirvan para todo el planeta, etc.
Lamentablemente, hemos aceptado la globalización solo mientras contribuya a nuestro falso estado del bienestar, pero en todo lo demás hemos fortalecido sentimientos nacionalistas y proteccionistas y caído en la crispación. De ahí el fuerte rebrote de movimientos políticos que deberían asustarnos más de lo que lo hacen basados en populismos, segregacionismos, supremacismos, intereses de sectores económicos o de clase. Movimientos que encontramos en ambos lados de la antigua manera de entender la política. Nos hemos olvidado de que los males de la globalización, que es inevitable, no se pueden combatir desde las viejas fronteras nacionales ni los conceptos de clase defasados. Un virus ha venido a demostrarnos que no hemos pensado a tiempo todo esto, que hemos estado a otras cosas. Ojalá aprendamos. Todos, porque cada uno de nosotros tiene su propia responsabilidad en el asunto y no podemos dejar de pensar en ello antes de pedir desaforadamente cuentas a quienes nos gobiernan.
Sin embargo, en todos los lugares se pretende volver a la vida que teníamos antes de este virus.
Me conformo con esta luz del atardecer. De todos los lugares me llegan noticia de esta luz, de un horizonte más nítido. Ha bastado un mes de ralentización de nuestra vida para que se haya reducido tanto la contaminación que podamos apreciarla a simple vista por esa presencia de la luz.
Tú sí que eres un privilegiado, pasando el confinamiento con vistas a una calle mayor, aunque esté vacía.
ResponderEliminarPor lo demás, muy de acuerdo, y un abrazo.
Ahora, ha tenido que venir una crisis sanitaria que ha provocado un "bichito microscópico", nos damos cuenta de muchos de nuestros errores y carencias, uno de ellos está relacionado con el sector primario, acabo de leerlo, debido a que no pueden venir a recoger la fruta de Huelva o de Murcia, los mal pagados "sin papeles" o migrantes de conveniencia de los empresarios, esta fruta se pudrirá; viendo el problema, tanto al gobierno como al sector empresarial-caciquil, han reconocido que antes se pagaban salarios de miseria en el campo y en consecuencia están "habilitando ideas" para que los españoles sean quienes la recojan con salarios más dignos, en fin, una más ¿cuantas van ya?.
ResponderEliminarTe leo y estoy de acuerdo. Habrá que hablar mucho, pensar mucho... quizás las generaciones que vengan lo hagan mejor, ojalá.
ResponderEliminarUn abrazo
ResponderEliminarA inicios de marzo, la psicóloga Francesca Morelli -graduada en Psicología Clínica y Comunitaria en la Universidad La Sapienza en febrero del 2003- advirtió algunas lecciones que nos está dejando el coronavirus y a las que pocos están prestando atención:
“El cosmos tiene su forma de equilibrar las cosas y sus leyes cuando están al revés”.
Deberíamos ser más ecuánimes y comprometidos con nuestras ideas pero que difícil es abandonar la malentendida conquista del bienestar.
ResponderEliminarOjalá la menor contaminación en el clima se asocie también a una menor contaminación en la forma de vida que llevamos (esa globalización atroz en la que nos movemos). Por favor, que Nada vuelva a ser igual que antes. Que cambiemos nuestro mundo.
ResponderEliminarHola Pedro.
ResponderEliminarEstamos deseando que pase esta crisis para seguir viviendo como o hacíamos. Nunca aprendemos.
Cuídate mucho.
Un abrazo.
La tormenta más dura trae la luz más hermosa.
ResponderEliminarLa Madre Tierra se defiende como gato panza arriba. Esto es un aviso.
ResponderEliminar¿ Será la propia Naturaleza la que ha decidido pararnos porque a las advertencias no hemos hecho caso?
ResponderEliminarEsa luz especial que todos estamos viendo, en unos lugares más que en otros, nos pide que nos detengamos para pensar y reflexionar que no hace falta tener tantas necesidades innecesarias, porque nos estamos perdiendo lo esencial.
Besos