Hoy también ha llovido y, como ayer, después de la lluvia la luz lo ha inundado todo. Está la tierra lavada, la primavera suelta y la naturaleza más libre. He querido desentenderme de las noticias, que podré oír, matizadas, ampliadas o corregidas mañana. Aun así, me han llegado las recomendaciones para adaptar la docencia presencial al formato virtual en el ámbito universitario. Encuentro en todo un vacío: ¿qué pasará en el próximo curso? Por teléfono, para otras cuestiones, hablo con mi amigo, poeta y profesor universitario Javier Dámaso Vicente y charlamos un rato sobre esto. A pesar de que todo debe aparentar normalidad, la pregunta hoy es si podemos ignorar los riesgos que corremos si no nos preparamos suficientemente para que el próximo curso escolar pueda comenzar de forma virtual, arbitrando todas las medidas y adecuando ya nuestras guías docentes y programas. Quizá no tengamos ya confinamiento, pero sí permanecerán muchas de las medidas que evitan las concentraciones y reuniones en espacios cerrados.
Me sorprende la manera en la que unos atacan las decisiones de otros cuando allá donde gobiernan los de los unos toman las mismas medidas que los otros antes o después. No veo que se haya aceptado que estamos en un tiempo en el que las antiguas formas de oposición política y de gobierno han cambiado. O deberían hacerlo. Saldrán más rápido y mejor los países que lo entiendan sin menoscabo de las bases democráticas de una sociedad. Si abundara la salida mala de esta crisis, aunque solo fuera por un pequeño tiempo, la civilización actual se entregaría a la catástrofe. Ya ha ocurrido antes.
Sobre lo anterior, releo un libro de J. Ferrater Mora, Las crisis humanas (es una selección de El hombre en la encrucijada, que no tengo aquí, publicada en 1972). Plantea cuestiones bien interesantes para nuestro tiempo, que hemos olvidado por el gran crecimiento que hubo en el mundo desde los años ochenta hasta principios de este siglo. Tras plantearse la dualidad entre progreso material y progreso moral, se pregunta:
¿Cabe integrar en formas de vida material y moralmente más elevadas a sociedades cada día más vastas y, en último término, a la sociedad entera? ¿Es el hombre un ser capaz de renovarse y mejorar indefinidamente, o es una "mala bestia" cuya historia ha sido, es y será un tejido de insensateces y crueldades? ¿Nos reserva el futuro catástrofes sin cuento, alentadoras perspectivas o una mediocridad enfadosa?
Todo lo humano, dice Ferrater Mora hacia el final del libro, es una espada de dos filos. Lo que conviene es procurar que solo el filo mejor penetre por el futuro.
Seguiré leyendo unos días más este libro. En estos días es normal que el presente sea lo urgente, sobre todo en los casos individuales de aquellos que vivan en la angustia o que se encuentren luchando en primera línea contra la epidemia, pero el resto no debemos caer en el despotismo del presente, que es un tiempo frágil, engañoso e inexistente por sí mismo. A mi edad, veo el mundo desde un páramo elevado. No sé lo que me resta de vida, quizá me lleve por delante este virus o quizá tenga aún un buen puñado de años que me permitan ver los cambios que vendrán, quizá después de unos años convulsos, pero yo solo podré contribuir ligeramente al futuro, que es siempre cosa de los más jóvenes, ¿pero qué piensan los jóvenes sobre lo que está ocurriendo?
Vuelve a llover cuando redacto esto. ¡Qué hermoso otoño tendremos!
Eso espero, el hermoso Otoño como si fuera un sueño.
ResponderEliminarLa lluvia presente en estos días.
ResponderEliminarBesos
Todo son incógnitas, Pedro, y lo que acontece respecto a lo dispares que son las actitudes y comportamientos de unas administraciones y otras, incluso de unas comunidades y otras, no dejan de ser consecuencia de lo frágil que venía siendo nuestra organización social. Pero esta no nos es dada por nadie: se elabora, se pacta, se acuerda y se funciona. ¿Por qué todo eso que parecía tan afirmado vemos que quiebra en mayor o menor medida o al menos se desajusta creando confusión? Fragilidad por un lado, incumplimiento por otra, palos en las ruedas por parte egoísta de algunos. Malo que no importan más los hombres y las sociedades que los negocios de las entidades políticas. Salud y seguir.
ResponderEliminarLa pregunta es muy pertinente, ¿que piensan los jóvenes sobre lo que está ocurriendo?, están callados.
ResponderEliminarObservo que las personas que están pensando en estos días de una forma más lúcida, crítica y equilibrada son las mismas que ya lo hacían antes. Y viceversa. Quien sabe, tal vez se estén produciendo ya pequeños cambios mentales que más adelante puedan llegar a manifestarse. Pero de momento no los veo por ningún lado.
ResponderEliminarEsperemos que triunfe el filo mejor. Es cuestión de supervivencia que los políticos abandonen sus mezquindades.
ResponderEliminarEL hombre, lobo para el hombre. Ojalá cuando pase todo esto nos volvamos mejores personas, pero como comentas, los dirigentes siguen liados con sus guerras dialécticas (si esto es ahora, con lo que ocurre, imagínate después). Los jóvenes tienen que darse cuenta del mundo en el que viven, el que les están dejando sus padres, y actuar en consecuencia (si se animan).
ResponderEliminarSupongo que por mucho que cambie la sociedad, después de esta pandemia, la lluvia seguirá de la misma forma, a veces lenta, mansamente y otras, de forma desordenada, con truenos y relámpagos, supongo que de todo habrá y nosotros recordaremos este aciago mes de abril del 2020, mirándolo a través de una ventana y entonces, será la hora de juzgar a los políticos en sus desacuerdos y egoísmos.
ResponderEliminarBesos