Larra fue un hombre decididamente partidario del concepto de civilización de su tiempo. Sus grandes preocupaciones, manifestadas en sus escritos -sobre todo en los artículos políticos y costumbristas sobre la España de su tiempo- se originaban, sobre todo, en las reticencias que determinadas fuerzas tradicionalistas oponían al desarrollo completo de esa civilización moderna, lo que provocaba confusión y conflicto. Aunque sin llegar nunca a establecer un planificado proyecto político -como tampoco lo llegó a escribir como crítico o escritor-, siempre apostó por abrir las puertas a la modernidad. De hecho, mucha parte de su frustración como hombre público y pensador se ocasionó al comprobar que España no le acompañaba al ritmo y por el camino que él creía conveniente.
En El doncel de don Enrique el doliente, Larra parte de la confrontación del mundo de la civilizada Europa del siglo XIX con el pasado que reconstruye en la narración:
nuestra nación, como las demás de Europa, no presentaba a la perspicacia del observador sino un caos confuso, un choque no interrumpido de elementos heterogéneos que tendían a equilibrarse, pero que por la ausencia prolongada de un poder superior que los amalgamase y ordenase, completando el gran milagro de la civilización, se encontraban con extraña violencia en un vasto campo de disensiones civiles, de guerras exteriores, de rencillas, de desafíos, y a veces de crímenes, que con nuestras extremadas instituciones mal en la actualidad se conformarían.
En El doncel de don Enrique el doliente, Larra parte de la confrontación del mundo de la civilizada Europa del siglo XIX con el pasado que reconstruye en la narración:
nuestra nación, como las demás de Europa, no presentaba a la perspicacia del observador sino un caos confuso, un choque no interrumpido de elementos heterogéneos que tendían a equilibrarse, pero que por la ausencia prolongada de un poder superior que los amalgamase y ordenase, completando el gran milagro de la civilización, se encontraban con extraña violencia en un vasto campo de disensiones civiles, de guerras exteriores, de rencillas, de desafíos, y a veces de crímenes, que con nuestras extremadas instituciones mal en la actualidad se conformarían.
En el fondo, aunque parece negarlo, Larra propone un camino para su presente. La España de su tiempo estaba igualmente instalada en el conflicto. Hay algo necesario en una época de transición convulsa como la que le tocó vivir a su generación: buscar en la historia momentos similares -aunque no sean idénticos- en los que poder proponer el drama que supone para los individuos y las sociedades no llegar a espacios de entendimiento civilizado. El civilizado siglo XIX parece proponer otra forma de solucionar esos conflictos. El choque entre los tiempos convulsos del pasado en el que la historia aún no podía aceptarlas y las nuevas maneras de entender el mundo, las relaciones personales y la libertad, protagonizan en realidad estas revisiones literarias del pasado. Gustaron, aparte de que tuvieran más o menos calidad literaria, porque extremaban las dificultades para llevar a cabo lo que sentían los que ya eran modernos en una época aún regida por muchas condiciones del pasado. Era una forma de explicar lo que a tantos les estaba ocurriendo.
De esta novela hay suficientes ediciones en el mercado y tenéis una buena edición digital de acceso y descarga gratuita en este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Con este título damos por terminado el curso.
Noticias de nuestras lecturas
Mª Ángeles Merino comienza la lectura de la novela de Larra y la sitúa ante las preocupaciones del propio autor y de su época y la necesaria revisión de la historia. No os perdáis las ilustraciones.
Pancho culmina su comentario de la novela de doña Emilia Pardo Bazán que nos ocupó hace unos meses. Y lo hace en una entrada excelente tanto en su punto de arranque como en la conclusión. No os perdáis la forma de ilustrarla.
Tras ello, Pancho retorna a La saga/fuga de J.B. de Torrente Ballester, que leímos aquí en 2014 pero en la que sigue encontrando fuente de inspiración. Llega ahora a una de las cosas que más me hicieron disfrutar de la novela: las disquisiciones literarias y lingüísticas. Una buen dosis de humor gallegosalmantino...
Tras ello, Pancho retorna a La saga/fuga de J.B. de Torrente Ballester, que leímos aquí en 2014 pero en la que sigue encontrando fuente de inspiración. Llega ahora a una de las cosas que más me hicieron disfrutar de la novela: las disquisiciones literarias y lingüísticas. Una buen dosis de humor gallegosalmantino...
Comienzo a recoger sugerencias de lecturas para el
próximo curso. Recordad que leeremos en común diez títulos -uno al mes-,
alternando autores vivos con clásicos, siempre en español. Podéis dejar
vuestras sugerencias como comentario a esta entrada, a través de correo
electrónico o en mi muro de Facebook o en el del Club de lectura (os invito a seguirlo a través de este enlace).
Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos. El listado de lecturas del presente curso, en este enlace
Como saben los lectores habituales de este blog, este club nació con una aventura: la primera lectura colectiva completa del Quijote que usaba los recursos de la web 2.0. Aquí quedó aquella locura como la única guía de esta novela en abierto y gratuita para consulta de los intersados. Además, cualquiera puede unirse, comentar y aportar ideas. Como Adrián, alumno mío en el Grado de español de la Universidad de Burgos, que se ha lanzado a leer el Quijote y se ha hecho un autorretrato quijotesco como los que se publicaron durante aquellos meses de lectura gozosa. ¡Qué grande, Adrián! A ver si alguien se anima a seguir tu ejemplo y me remite nuevos autorretratos de lectores cervantinos.
Autorretrato quijotesco de Adrián
No conozco mucho de Larra, he leído algunos de sus artículos, poco más. Uno está lleno de carencias y cada vez va quedando menos tiempo para poder subsanarlas. Una decena de años es bastante en la vida de una persona como decía la Pardo Bazán. Da tiempo de escribir una obra maestra en internet como La acequia.
ResponderEliminarEsta Saga/fuga es densa, con unas cuantas páginas (pocas) llenas una entrada. Creo que ir así, poco a poco, es la única manera de no darle carpetazo y disfrutar con su lectura.
Gracias por recoger las pequeñas aportaciones al club.
Se me echa la hora encima, me voy.
Un abrazo.
Ponerse el mundo por montera, hacer el pino y leer el Quijote es el mejor ejercicio para ponerlo todo boca abajo. También el mejor homenaje a Cervantes en el cuatrocientos aniversario. Podíamos seguir leyendo algo más de Cervantes para el próximo curso.
ResponderEliminarLarra tiene fe en el gran milagro de la civilización y las ilustradas legislaciones. Salvarán a España de parecerse a la Castilla del siglo XIV. Tras la década ominosa, el escritor se sitúa en un tiempo nuevo. Pero el "pobrecito hablador" habla como si esa España civilizada fuera una realidad que contrapone a la barbarie medieval. El lector se queda pensando de qué siglo XIX está hablando, si no es el mismo de los libros de Historia, lleno de golpes de estado, guerras civiles y constituciones de uno y otro signo. Y a qué "refinadas y exquisitas necesidades ficticias satisfechas" se refiere, en aquella población española mayoritariamente pobretona.
ResponderEliminarTu entrada me ha ayudado a comprender mejor a Larra, en su abigarrada introducción histórica, tal es el primer capítulo.
Todo cambiará cuando aparezca el personaje de Elvira, nos damos cuenta que tan maravillosa mujer no es ni medieval ni de cartón piedra.
Recomendaría a tu alumno posturas más relajadas para leer el Quijote. Paseando por ejemplo.
Me gusta que vayamos a leer a Unamuno. Por lo demás,´confío en tu criterio. Por apuntar algo: Llamazares, Josefina Aldecoa, los cuentos de Ignacio Aldecoa, Landero, el último y teresiano de Prada...
Un abrazo, Pedro.
Buenos días, profesor Ojeda:
ResponderEliminarMe encantaría leer a Unamuno en La acequia, con su guía y explicaciones y las aportaciones siempre interesantes de los compañeros.
Como Abejita, confío en su criterio. Encontré no hace mucho, un artículo en ABC de 1996, de Juan Manuel de Prada, -que antes me parecía informado e interesante-, referidas a José Sánchez Rojas que no consideré justas. Por tanto, no le leeré, ni volveré a comprar ningún libro suyo.
Me ha gustado mucho la fotografía, que casi resulta un trampantojo. Mi padre nos dejaba admirados cuando hacía el pino, y mis nietos se encuentran felices boca abajo.
Abrazos.
P.D.: Ah, y la constancia y el trabajo de pancho son increíbles. Un lujo, sus entradas.
Buenas tardes, profesor Ojeda:
ResponderEliminarDespués de enviarle el comentario se me ocurrió enlazarle a
♪ ♫ ♪ ♩♪ ♫ ‘Fito y Fitipaldis’♪ ♫ ♪ ♩♪ ♫
Ah, y aprovecho y de paso me corrijo: pues quería decir “cabeza abajo”, en vez de “boca abajo”.
Y contradiciendo -en parte- la letra de la canción, ¡que importantes, los buenos maestros, y los libros...!
Saludos.
Voy porla mitad
ResponderEliminar👏 👏 Bravo 👏 👏 por el retrato quijotesca de Adrian!
ResponderEliminarEl libro me está costando lo suyo, pero bueno, a veces es así. Me sigue interesando lo de Pancho, y lo del Quijote también, creo que se está convirtiendo en algo así como la Biblia, un libro que lees siempre. Bueno, yo la Biblia no la leo, pero he visto muchas películas.
ResponderEliminarUn abrazo