Sin embargo, hay playas que son profundos arañazos cuyas cicatrices solo sanan con sus propias aguas saladas. Como la eterna sacudida de las olas cuyo peligro reside, exacta y fríamente, en que no podemos dejar de mirarlas.
De esas playas no te curas nunca. Nos hacen daño Y, al mismo tiempo, ejercen una hipnótica fascinación sobre nosotros. Hay periodos en que podemos dejar de mirarlas. Pero son círculos viciosos que nos gusta revisitar o que trae el vaivén de las olas, sin que las invoquemos, sin que alcancemos a explicarnos qué inconsciente estímulo nos ha llevado esta vez hasta ellas.
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Con mucho salitre, barro y tiempo.
ResponderEliminarBesos y abrazos
A foto está espectacular.
ResponderEliminarO sal conserva, não é?
Bons sonhos, meu querido amigo
Tener cerca una y visitarla día tras día, eso nos cicatriza a nosotros mismos.
ResponderEliminarSaludos!
El agua salada sana, no solo las cicatrices del cuerpo, sino las del alma, ¡sería un gozo tenerla cerca!
ResponderEliminarUn beso.
yo muero por una como sea
ResponderEliminarel mar , las olas, el retumbo, las rocas, las dunas, hasta las gaviotas incluidas
bss
De ahí nuestros delirios, y su encanto.
ResponderEliminarBesos, Pedro.
con las amarguras viejas blanca cera y dulce miel
ResponderEliminarDe esas playas no te curas nunca. Nos hacen daño Y, al mismo tiempo, ejercen una hipnótica fascinación sobre nosotros. Hay periodos en que podemos dejar de mirarlas. Pero son círculos viciosos que nos gusta revisitar o que trae el vaivén de las olas, sin que las invoquemos, sin que alcancemos a explicarnos qué inconsciente estímulo nos ha llevado esta vez hasta ellas.
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