Uno los peligros de Internet es que la información disponible sobre cualquier persona permanece y es de fácil acceso para cualquiera que necesite buscarla. Esta mañana he mantenido una motivadora conversación con Julio, uno de mis compañeros y amigos de la Universidad, profesor de Derecho Procesal. Me ha informado de uno de los conceptos jurídicos que se debaten ahora en su ámbito profesional, sobre todo por la extensión de los datos digitalizados a disposición de todos en Internet: El derecho al olvido. Todos tenemos este derecho pero, como me comentaba Julio, debemos ejercerlo de forma activa, localizando cada uno de los elementos que queremos que se supriman de la información de un buscador o de una base de datos y reclamando su borrado, en lo que estamos amparados por la ley pero no suficientemente. El problema es que muchas veces no somos conscientes de toda la información que existe sobre nosotros en la red ni de si esta información es falsa o verdadera o, si lo somos, el esfuerzo que exige ejercer nuestro derecho es superior, casi siempre, a la satisfacción que obtenemos. En muchos casos -pequeños datos- ni siquiera merece la pena puesto que lo hemos asumido como parte de la necesaria trasparencia que se exige a la tramitación administrativa en una democracia.
Sin embargo, ya no se trata solo de que los bancos o la empresa que nos comercializa la luz en nuestro domicilio nos comunique, por imperativo legal, que tenemos derecho a controlar, canclar o rectificar el tratamiento de nuestra información, sino que nosotros mismos hemos dejado demasiadas huellas en el mundo virtual. Y no me refiero a esa información que facilitamos a un buscador o a nuestro servidor de Internet cada vez que accedemos a una página y que explica por qué en mi ordenador aparece una publicidad personalizada según las páginas que yo haya visitado en las últimas horas o las búsquedas que haya realzado. Si busco información sobre un crucero, al día siguiente la publicidad que tendré será de ofertas de viajes. No me refiero a esta cuestión que todos aceptamos tácitamente al encender el ordenador y sin la cual no sería posible la gratuidad de todo este mundo virtual. Ya es conocido que las empresas en las que solicitamos un puesto de trabajo teclean nuestro nombre en Google o en Facebook y obtienen más información sobre nosotros de lo que expresa cualquier currículum que les hayamos entregado.
Aun recuerdo cuando todas las administraciones -y cada uno de nosotros para los datos que considerábamos importantes- se resistían a renunciar a fijar en un papel la información o las solicitudes o cualquier otro trámite. Casi nadie se fiaba, hace tan solo una década, de que la copia digital permaneciera y pudiera ser accesible cuando la buscáramos. Hoy, el exceso de información ha convertido en problemático el almacenamiento de los datos en soporte físico: es más fácil encontrar estos datos en un archivo virtual y es más barato el almacenamiento digitalizado. Hasta el Boletín Oficial del Estado dejó de publcarse en papel y cualquiera que haya pedido últimamente una beca o tramitado una solicitud, sabe que el sistema le empuja a hacerlo a través de Internet. En algún caso ni siquiera existe la alternativa en papel. ¿Cuántos de nosotros conservamos la costumbre de pasar cada año los teléfonos de contacto de los amigos a la agenda, escribiéndolos a mano?
El silencio polvoriento de los viejos archivos administrativos sepultaba el pasado en un proceso lento: allí quedaban las notas de bachillerato, que no confesábamos si no nos apetecía; las viejas direcciones ya abandonadas; el nombre de nuestros compañeros de carrera, a muchos de los cuales quisimos olvidar a propósito; los errores que cometimos y cuya pena ya cumplimos. Ahora nada está cubierto de ese polvo del olvido: todo está ahí, a la distancia exacta de una pantalla. A veces, como una cadena que se nos ata al tobillo y nunca sabremos quién y cuándo podrá recuperar de Internet el dato exacto que afecte a nuestra vida presente. Filosóficamente, es como si el pasado permaneciera siempre.Por eso mismo, debemos ser más conscientes de que tenemos ese derecho al olvido y que podemos ejercerlo. Como también podemos ejercer el derecho contrario.
Una sociedad que no permite el derecho al olvido es una sociedad que está a un paso de la dictadura.
1984 no era una ficción. Pero como bien dices, nos hemos acostumbrado y convivimos con ello.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bien para quien desee en la web el olvido o el protagonismo, que sea cada uno el que lo ejerza, distinto es
ResponderEliminarel olvido en la sociedad pues es condena y esclavitud
si olvida sus raíces siempre volverá a meter las patas y peor
NO AL OLVIDO Colectivo
Las dictaduras suelen manipular la memoria colectiva e Imponer sus propios recuerdos favorables a sus trincheras
acá se ha tratado de imponer el concepto de gobierno militar a dictadura para suavizar el recuerdo y el redifinir el futuro en los libros de historia
besos
Pues bien Leal, no ha perdido la ocasión para promover que la obra social de la Caixa subvencione con 1,2 millones de euros un proyecto de investigación de la UBU capitaneado por él mismo y su mujer. Mientras el valor de los activos de CajaBurgos, según el profesor Larrinaga, se han devaluado en más de 800 millones de euros en cuatro años, a su presidente le toca el premio gordo antes de Navidad.
ResponderEliminar¿Qué pensarán los otros equipos investigadores de la UBU con presupuestos más que anémicos? ¿Y las asociaciones que no dan abasto para atender a cada vez más necesitados/as? ¿Y los/as estudiantes de la Universidad de Burgos? ¿Y los cientos de desahuciados/as por esta entidad bancaria? Yo, sin embargo continúo con mi reflexiones galdosianas buscando sinónimos de leal: abnegado, altruista, bondadoso, caritativo, digno, fiel, filántropo, generoso, legal, noble, adepto, amigo, honrado, etc
Qué interesante. Desgraciadamente, la tecnología nunca podrá encontrar solución a la mezquindad del ser humano.
ResponderEliminarSaludos.
Hola
ResponderEliminarOlví, siempre será un sentimiento de la arte, y, de la grandeza
Abrazos, del Brazil
De siempre hemos sabido que es imposible estar en misa y tocar las campanas a la vez, todo el mundo sabe que subir algo a internet es como pagar al alguacil para que dé un pregón por las calles del pueblo. No se puede exigir olvido al tiempo que te esfuerzas en difundir.
ResponderEliminarSolamente haz la prueba con tu nombre en Google y te llevarás una sorpresa tanto en La Web como en imágenes. Hasta mi foto aparece en la segunda página.
¿No queríamos una herramienta con este poder?
Sin embargo, no deja de ser un asunto controvertido porque en internet no existe el olvido, ni polvo que valga que atame de amarillento paso del tiempo los días andados. Desaparece por encanto la segunda oportunidad que todo el mundo merece. El Gólgota está lleno de crucificados por el mal uso de la herramienta.
Es el riesgo que se corre con estos caballos tan veloces como el rayo.
Escribes el nombre de un amigo en Google, qué habrá sido de él, y te enteras de que no ha pagado la contribución en su pueblo de no sé qué año. Me ha ocurrido. Mi amigo pagó,seguramente, pero su nombre sigue ahí.
ResponderEliminarDerecho al olvido.
A mí en alguna ocasión me ha venido bien el poder encontrar información sobre otras personas para poder reclamar lo que me correspondía y evitar que la otra persona eludiera sus responsabilidades. Como ves todo tiene su cara y su cruz.
ResponderEliminarBesos
Creo que todo el mundo tiene derecho al olvido.
ResponderEliminarLa tecnología e fantástica pero muy traicionera.
Rita.
Interesante observación. No había reparado en ella hasta leer tu entrada. Tomo nota.
ResponderEliminarComo la vida en un pueblo pero a nivel mundial. ¡Qué horror!
ResponderEliminarBesos
Es muy bueno que sepamos que tenemos ese derecho, pero tal como están las cosas y como se perfilan, dudo mucho de que podamos ejercerlo...
ResponderEliminarBesos
los derechos, prácticamente no requerirían de ser escritos, todos estamos concientes de lo que significan y nos asisten,
ResponderEliminarolvidar, recordar, ser...en todo caso nos es inalienable
.
al final, sí es necesario glosarlos porque siempre viene un zángano impopular a querer arrebatárnoslos
.
un abrazo
los derechos, prácticamente no requerirían de ser escritos, todos estamos concientes de lo que significan y nos asisten,
ResponderEliminarolvidar, recordar, ser...en todo caso nos es inalienable
.
al final, sí es necesario glosarlos porque siempre viene un zángano impopular a querer arrebatárnoslos
.
un abrazo
¿Es posible que esto que resulta tan sugerente y atractivo a la vez es la trampa para tenernos a todos bajo control. Nos han dado la zanahoria y ahora el palo. Y para siempre; sé como te llamas sé quien eres y sé dónde trabajas.
ResponderEliminarSí, es muy posible.
Besos.
Muchas veces manejamos herramientas de las que no conocemos todos los entresijos. Y por ahí se nos escapa el derecho al olvido.
ResponderEliminarda miedo.
ResponderEliminarbiquiños,