Me desayuno frente al Campo Grande. Hoy me han extraído sangre para un análisis clínico y había que hacerlo en ayunas. También he entregado un botecito de farmacia con la primera orina del día. La enfermera es eficaz y agradable. Si no se encuentra mareado, puede irse cuando quiera, me dice. Le respondo que tengo más hambre que ganas de marearme, le doy las gracias, los buenos días y me marcho, dejando el sitio para el siguiente. Soy de los que no pueden salir de casa sin haber comido algo. Entro en una cafetería de la Acera de Recoletos y me premio con un café con leche, tostadas de pan con aceite y tomate y un vasito pequeño con zumo de naranjas, que me tomo en la terraza del establecimiento, frente al parque. La camarera que me ha atendido ha competido en amabilidad con la enfermera. Quizá ya vean en mí a un hombre mayor (¿cuándo se traspasa esa edad?) o quizá es que la gente no está tan malhumorada como quieren hacernos ver. En el ambiente, algo anuncia el cambio de tiempo que vendrá el fin de semana. Hace calor ya a estas horas, igual que en las últimas mañanas, pero huele a humedad como en esos días de vacaciones en los que se toma el primer café tempranero en un chiringuito frente al mar. El mar está muy lejos de aquí, pero en un banco a la entrada del parque hay un hombre ensayando una pieza con una guitarra española, repite con insistencia los primeros minutos. Si no me equivoco, es una sonata de Turina. No lo hace nada mal y hasta la mesa que ocupo me llega la música entrelazada con el piar de los pájaros. Al poco, un gorrión se posa a unos centímetros de mi mano y picotea algunas migas que le he arrojado sobre la mesa. Hojeo el periódico en mi teléfono móvil, me quito el esparadrapo que cubre el picotazo de la aguja.
Suelo hacr lo mismo. Es que los rituales pre, durante y post una extracción son estimulantes; si luego el resultado de la analítica lo borda, mejor que mejor. Se crea un tiempo aislado del mundo y de la rutina. Y lo que se desayuna en un bar que pille cerca de donde han realizado la extracción sabe como nunca. Creo que es el mayor aliciente que tengo siempre cuando paso por la hipodérmica. ¿La amabilidad? Creo que depende de personas y en el caso de una cafetería de la actitud con la que llegue el cliente. Aprecio mucho los gestos de amabilidad, cada vez más. Pero esta no existe al cien por cien.
ResponderEliminarEl desayuno de después de la extracción de sangre, en cafetería, sabe a gloria, yo no lo perdono nunca. La amabilidad siempre es de agradecer, pero por Dios que no caigan en el "edadismo" que empezamos a captar a partir de cierta edad y no nos hace gracia.
ResponderEliminarFelices mañanas con música, pájaros y buen tiempo. Esparadrapo fuera.
Lo que cuentas, del bote de orina y el de sangre, es un signo inequívoco de que ya no cumples los 30 años, vas camino de ser abuelo, lo del desayuno es lo mismo que hice ayer junto al rio Genil donde corria un fresquito maravilloso, sigamos disfrutando de lo que podemos y sigamos cumpliendo años hasta donde se llegue.
ResponderEliminar¡Qué bien saben los churros!, aunque no haya parque a la vista.
ResponderEliminarEnfermeras, camareras, dependientes... encuentras personas amables que te atienden muy bien, estoy convencido que casi, casi, según te ven así te tratan. Lo que me preocupa últimamente es que muchos no me entienden, apenas saben lo que digo, pero es igual, observamos los pajaritos y vamos haciendo, procurando que nos pinchen poco y que los resultados del pinchazo sean satisfactorios.
ResponderEliminarSalud
Un buen lugar para recuperar fuerzas... Yo también necesito un café nada más levantarme... Todo es mejor con amabilidad... Me gusta la escena del gorrión comiendo las migas de pan que le serviste en la mesa... Te deseo que el resultado de los análisis sea óptimo...
ResponderEliminarEs que todo se ve y se siente mejor si uno de predispone a disfrutarlo, es cuestión de apertura mental y ganas de apreciar los pequeños momentos. Un abrazo
ResponderEliminarQué bueno saber de personas amables; ayudan tanto con esos trámite de toma de muestras médicas, por ejemplo. Bien por ese café y la visita de aquel gorrión.
ResponderEliminarSeguro que en el resultado eres negativo, otrosí en vivo y en directo, muy positivo. Salu2
ResponderEliminarEn el acto simple de desayunar en una terraza frente a un parque es donde se observa la calidad de vida que nos merecemos.
ResponderEliminar(apetito, jardín, buen clima, tomarse la vida con calma, economía que se mueve)
He captado el olor del pan penetrando por los vericuetos que conectan los sentidos. Paladeo. La sonata de Turina puntea en mis oídos mientras la vista viaja hasta la masa de las croquetas que tengo entre los dedos, cerrando el círculo sensible.
ResponderEliminarUn texto inspirador.
La enfermera y la camarera no son la excepción...afortunadamente.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Tu eres guapo, amigo mio...
ResponderEliminarNão entremos em idadismos.
Além disso, ainda existem pessoas amáveis, felizmente.
Que a tua saúde esteja bem, que , isso sim, é o mais importante.
Fuerte abrazo.
Le gente vive enojada, pero claramente elige a quién demostrárselo y a quien no.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Hace bien poco viví un momento semejante al que describes. Con el mismo desayuno y el hambre voraz de una que tampoco puede salir sin desayunar de su guarida.
ResponderEliminarEstrené un bar de éxito que está cerca de mi casa y en el que no había entrado.
Entendí el éxito. Por varios motivos.
Hay esperanza, Pedro. Y tiene sentido.
Me ha encantado la escena del Campo Grande, es precioso ese lugar. A mí también me gusta tomar algo antes de salir, pero si toca análisis no se puede comer nada. Espero que estés bien, y no se deba a nada anormal de tu salud, Pedro. No estás nada mayor, quizá te lo hayas imaginado el que hayan pensado eso.
ResponderEliminarBesos.