De donde son los robles no se vuelve. Caminas por las trochas entre quienes salen a recibirte. Voces. Voces que sabes que son tuyas desde siempre. Te dejas abrazar, estás en casa, pasas feliz de brazo en brazo, manos. No se vuelve del monte.
Antes de subirme al autobús de línea, he querido echar un último vistazo a la sierra. El otoño en ella ya declina hacia el invierno. Hay algo, tan adentro, que se ha roto, que miro las cimas como si ya no estuvieran allí, la línea dulce de la Covatilla, el Calvitero, la Ceja, la Peña de la Cruz, hacia la Peña de Francia extremeña. Si cierro los ojos siento los Hermanitos, Peña Negra, el puerto de Honduras hacia el valle del Jerte.
¿De cuántos paisajes soy ya huérfano?
De tantos cuantos sientas y te hagan sentir.
ResponderEliminarTodo llegará, no te preocupes.
ResponderEliminarMe has llevado a la canción de los carboneros que van por las esquinas pregonando carbón de encina, cisco de roble, que la firmeza no está en los hombres ni en las mujeres, que está en las ramas de lis laureles...o en el pecho de una serrana. Ese paisaje siempre será tuyo. La serrana a lo suyo Perdona la digresión carbonera y castellana. Un abrazo.
ResponderEliminarTe vas de paisajes muy sentidos pero descubres nuevos escenarios en los que hay cosas igual de extraordinarias...
ResponderEliminarSomos huérfanos de situaciones y de paisajes.
ResponderEliminarSaludos
El paisaje se nos mete tan dentro que ya forma parte de nuestro ser, por eso la despedida en su invierno, nos deja tristes en los caminos recorridos.
ResponderEliminarBesos
Esas cumbres nos muestran lo pequeños que somos. Mis recuerdos también están en ellas. Mirándolas desde abajo o montándolas desde sus lomos templados.
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