Hubo una época en la que fotografiaba ventanas con la esperanza de verme asomado en alguna de ellas.
Recuerdo una ventana de madera azul índigo abierta sobre el Mediterráneo. Sentado a la mesa pegada a la ventana escribí un poema de amor mientras las gaviotas sobrevolaban los barcos de pesca que entraban en el puerto. Recuerdo que la mesa era gruesa y firme, que la brisa hacía ondular las cortinas y que no era verano. También recuerdo mis pies descalzos sobre el suelo de barro cocido y que escribía con pluma estilográfica. Pensaba que el tiempo, al fin, se había detenido. Ni siquiera sé dónde fue a parar aquel poema.
Para los que sufrimos de vértigo, asomarnos a la ventana es caer hacia adentro.
Nos asomamos cada día y, si, muchas veces caemos hacia dentro.
ResponderEliminarLas ventanas tienen muchas lecturas, solas o con ser humano asomado.
Ventanas hacia adentro, ventanas hacia afuera... y los visillos.
ResponderEliminarYo no caigo ni pa dentro ni pa fuera, simplemente no me puedo asomar.
ResponderEliminarYo también fotografío ventanas y puertas...
ResponderEliminarDisfruto mucho de tus retratos de interior, son preciosos.
Un fuerte abrazo, Pedro.
Me gusta la imagen de "asomarse a la ventana es caer hacia adentro" aunque, la verdad, yo no necesito asomarme a ninguna ventana ni tener vértigo para caer hacia adentro.
ResponderEliminarLas gaviotas, el mar y el encalado blanco me recuerdan a Grecia; siempre visten bien en un poema. ¿Dónde habrán quedado los míos de aquellos años?
Besos
PD- La imagen es preciosa.
ResponderEliminarEs verdad que al ver una ventana, tanto abierta como cerrada, dan ganas de asomarte a ella. Necesitamos saber más de esa insinuación que nos brindan las propias ventanas
ResponderEliminarSeguro que el poema escrito en ese ambiente tan Mediterráneo, se lo llevaron las gaviotas a la persona que te lo inspiró.
El vértigo es una tortura y según yo estudié, está relacionado con las pérdidas.
Besos