Pasear bajo las catalpas en flor tiene algo de exótico. De estar, a la vez, en este parque castellano y muy lejos. En mi infancia, las ciudades se llenaban de plátanos de sombra, resistentes a todo y rápido crecimiento. Estas exóticas catalpas del parque son más elegantes. Ahora, en flor, llenan todo de un aroma dulzón y una elegancia cursi, apropiada para películas ambientadas en las casas de las familias de los ricos colonos en la guerra de secesión norteamericana. Uno espera que, más allá de la mata de romero surja una joven con miriñaque, corsé, gran sombrero y sombrilla blanca acompañada de un joven con levita y sombrero de copa alta que juega con un fino bastón de paseo. Con la catalpa me ocurre igual que con la magnolia. Cuando me cruzo en el paseo con un ejemplar, hay un poso de extrañeza en el aire.
¿De dónde soy yo si ya no entiendo la insistencia de la sociedad en repetir sus errores?
¿Habrá venido con la catalpa la polilla de la esfinge que se alimenta del néctar de estas flores que la invitan con esa delicada forma tubular? Una cosa lleva a la otra. Quizá sean otras las polillas que se hayan apropiado aquí del árbol y, en su nueva condición de esfinge, me interrogan.
Se han instalado olores dulzones, o nauseabundos, atractivos para las polillas que ya creíamos desaparecidas. No nos lo podemos creer.
ResponderEliminarLa catalpa tan hermosa con su miriñaque de señorita Escarlata.
Como bien hubiera podido decir Bertolt Brecht en su poema Preguntas de un obrero ante un libro:
ResponderEliminar¿Quién puso el ramillete de catalpas sobre la mesa del salón de aquella mansión de honorables explotadores de algodón?
Tilo. Paso por sitios, parques paseos... llenos de tilos, que en mi memoria asoció con los pueblos de montaña. Un abrazo.
ResponderEliminarMe da que tu entrada nada tiene que ver con catalpas ni miriñaques ;-)
ResponderEliminarBesos
Reconozco mi desconocimiento sobre la palabra catalpa aunque inmediatamente me has hecho pensar en magnolias y camelias.
ResponderEliminarDado el tema, quizás el viento se lleve como en la película y la novela de marras las polillas y lo que representan.
La acera de mi casa está llena de estos árboles grandotes de crecimiento rápido que llamámos plátanos, pero no reconozco su flor y sí su pelusilla que van tirando y llenando la entrada de mi cancela. Cuando el aire sopla un poco fuerte, parece que se van a caer y si es airón, me da un poco de miedo. Al llegar el otoño, las alfombras de hojas se extiend por todos los lados. Mi amor por ellos, es bastante ambivalente.
ResponderEliminarLa palabra catalpa, la tendré que buscar en el diccionario.
Pues parece que eso de los errores, es de lo más humano y se debe de dar en todo el planeta.
Besos