Uno de los textos de esta miscelánea en la que consiste Restaurante chino Gran Hong Kong (A Fortiori Editorial, 2022) de Luis Felipe Comendador comienza con una afirmación (La verdadera poesía pide distancia, que el poeta haya sabido distanciarse de la realidad que la empujó) y termina, significativamente, con su negación (Pero me gustan tanto los poemas urgentes...). Pocos libros definen a un autor tanto como este de Luis Felipe Comendador, una de las voces más personales de su generación que, en las últimas décadas, ha decidido ejercer su independencia fuera de los circuitos oficiales de la poesía en los que transitó con éxito en la década de los noventa, lo que no le ha impedido construir una carrera literaria sólida en la que se acumulan libros de una creatividad extraordinaria.
Son ciento treinta y seis páginas de apuntes, reflexiones, poemas (el poema inicial, dedicado a su padre, es de lo mejor que ha escrito el autor), pequeñas notas autobiográficas, etc. Podría tratarse de un diario, pero el autor ha borrado todo rastro de fecha; podría tratarse de una escritura ensayística fragmentaria sobre el poeta y sus relaciones con la poesía, pero se huye de cualquier intento de sistematización; podría tratarse de apuntes de lecturas y los pensamientos que surgen a partir de ellas, pero se juega continuamente con la ironía; podría tratarse de anotaciones biográficas bien verdaderas, bien fingidas (no por ello menos auténticas), pero el autor se cuestiona a sí mismo de forma continua; podría tratarse de revelar las circunstancias que son el núcleo de su pensamiento (sociales, históricas, éticas), pero en muchas ocasiones se llena al descreimiento y se cuestiona el propio pensamiento. Como anuncia el título, Restaurante chino Gran Hong Kong es todo y esto y no lo es (Pan bao y una lista de platos que no entiendes es la vida en Restaurante chino Gran Hong Kong, que, al cabo, también es como mi vida). Cualquier restaurante chino en nuestros países reinventa la comida china de tal manera que, la segunda vez que se visita, todo lo exótico del menú resulta convencional sin dejar de ser diferente a lo que sucede más allá de la puerta de entrada al local en una sociedad en la que todo es un gran trampantojo. A la manera del arte pop y de la estética y el pensamiento postmodernista, Luis Felipe Comendador juega inteligentemente con todo esto para dar lo mejor de sí mismo.
Los lectores no deberían acercarse a este libro como una definición inamovible del pensamiento o la estética del autor, sino como una búsqueda continua (Ítaca es la búsqueda y el destino es la nada), una indagación en la propia personalidad y en sus contradicciones como ser humano y como escritor, hasta en su sentimiento de derrotado en todos los aspectos del arte y de la vida (Estoy solo y moriré solo un día, porque en la vida todo se hace a solas, hasta el amor) o en la práctica del desapego de aquello que se posee (aprender a desprenderse de cada cosa en el justo momento en que la tomas). En conclusión, una búsqueda contradictoria en la que la propia búsqueda nace del cuestionamiento de las convenciones y de la ruptura del significado esperable según las habituales normas de comportamiento:
¿Llegaré alguna vez a tener una relación adulta con algo o con alguien?
Ojalá eso no suceda jamás.
Todo puede ser aquí materia literaria: lecturas, anécdotas, ideologías, costumbres, y todo puede mezclarse para articular una propia expresión en esa diversidad tan amplia y mudable:
Por eso quiero ser un hombre Cinzano que sustituya al hombre Burberry's que he sido siempre, de tonos arena, de ocres, de un siena que juega más a confundirse que a ser.
En el fondo, la materia que hila todo el libro es la propia experiencia vital en su totalidad (como ser humano, como escritor) entendida como esencia de la escritura más allá de que pueda o no ser verdad lo vivido: El mejor material de trabajo creativo viene siempre de la propia experiencia y de la percepción de la realidad subjetiva de uno mismo. Es esta subjetividad verdadera de la experiencia biográfica del artista la que levanta afirmaciones como la necesidad de una poética desastrada y divina que es respuesta vital al diario prosaico de los hombres. Luis Felipe Comendador construye su poética a partir de todas estas relaciones y la hace hecho biográfico y definición artística: En 1957 nací yo, pero Borges ya había escrito la Historia de la eternidad y Girondo había publicado En la masmédula... ¿Qué podía hacer? Justo ahí es en donde comienza el prodigio de la creatividad del autor, negándose para afirmarse en sí mismo (tengo la alta obligación de aparecer en mis letras, exactamente como soy, a la vez que plasmar la postal del mundo justo como la percibo...). Una raíz poética que nace de la verdadera condición posmoderna, aquella que no se deja seducir por las grandes ideas y creencias que han provocado tanto dolor en la historia y prefiere mirar al ser humano a la altura de lo humano en sus contradicciones y necesidad continua de búsqueda para reconciliarse sin llegar nunca a estar completo y saciado, un deseo permanente de interrogarse que mantiene la vida, una actitud que eleva a ética y necesaria la escritura desde una perspectiva personal, contradictoria y fuera de las convenciones.
Hace tiempo leí de él un poema titulado "Con la fe a cuestas" y me pareció tan honesto, tan de verdad y tan desde las tripas q busqué algo de su obra y leí dos poemarios suyos , mucho más suaves pero sí, coincido contigo es muy muy bueno.
ResponderEliminarBuscaré este, muchas gracias.
Un beso
Ya me estrañaba que fuera una reseña gastronómica.
ResponderEliminarQue pena não encontrar em Portugal os livros que aqui analisas...
ResponderEliminarBeso, amigo mio
Buena reseña, como siempre. Luis Felipe Comendador debe estar muy agradecido con tu entrada.
ResponderEliminarSaludos cordiales