Aprendí la palabra aquenio buscando información sobre el diente de león. Resulta que es el fruto de la planta, formado por los vilanos que todos hemos soplado para ver cómo vuelan sin que quede ninguno agarrado. Soplamos y soplamos para ver cómo se arrancan y mecen en el aire y se esparcen para provocar la expansión de la especie. De niños, ni siquiera relacionábamos la flor del diente de león con los vilanos que aparecían después. Esta de la fotografía aún no ha dado fruto y luce el amarillo espléndido de la flor.
Soplar los vilanos de un diente de león es una cura de humildad. Basta una pequeña brisa para que no seamos más que una parte del ciclo de la vida. Contemplo ahora el vuelo del vilano, qué hermoso y ágil. En su fragilidad, qué fortaleza. Hay quienes van en contra del vilano y se agarran a la planta como si les perteneciera. Serían capaces de provocar la extinción de una especie solo por decir que es suya. Qué estupidez de celos, cuanto egoísmo hay en el mundo. Todo sería mejor si aceptáramos ser vilanos y que nos meciera el viento.
Creo que somos vilanos, antes o después nos daremos cuenta de ello, aunque en la mayoría de los casos será demasiado tarde para esta entidad llamada individuo.
ResponderEliminarSiempre ha habido Caines que estropean todo.
ResponderEliminarSaludos
Impresionante lección la del vilano, perpetúa su especie volando sobre el viento, quizá Bob Dylan se fijó en este fenómeno tan humilde.
ResponderEliminarSaludos
Francesc Cornadó
Un soplo y a volar, en la infancia era un juego. Les llamábamos "abuelitos" y pedíamos un deseo.
ResponderEliminarPintaúvas, pintaúvas, vete a pintar mis uvas a la viña de...
ResponderEliminarGostei da maneira como relacionaste os vilanos que se agarram à planta com os vilões que se centram em si .
ResponderEliminarBeso, amigo mio
Sinceramente, a mi lo de diente de león siempre me pareció un nombre muy rimbombante para una planta semejante. Solo cuando los vilanos vuelan, no conocía la palabra, me parece más apropiado llamarla así.
ResponderEliminarHoy en mi paseo me he encontrado con cientos de "dientes de león" maravillosos y llenos de la luz de la primavera. De niña me encantaba soplar y ver como volaban sus semillas. Hoy todavía lo hago.
ResponderEliminarPrecioso retrato de interior, Pedro.
Un abrazo.
Ya sabes que de aire soy y me muevo y vivo entre países. Así, que estoy muy de acuerdo con lo que dices. Besos.
ResponderEliminarEn la Ribera del Duero, como bien escribe Carmen, los llamamos Pintaúvas y -no sabía que tenía esa tilde, pero ella entiende más que yo- porque aparecen creo, a finales de agosto o comienzo de septiembre, en eso de poderles soplar y consistía en un pequeño juego, porque nos gustaba ver como desaparecían las semillas.
ResponderEliminarLa flor amarilla, nace en primavera e incluso antes, llenando los campos, parece que no tiene nombre por mi tierra, pues lo he preguntado y nadie sabe decírmelo, pero sí recordamos cómo no había que cortarlas o arrancarlas, porque si lo hacías, te dolía la cabeza.
Ahí te dejo mis experiencias con los dientes de león y los vilanos.
Besos
Dicen que la paciencia es el arte de la sabiduría... saber esperar, y soplar y dejar ir es un mensaje de amor... por cierto: ¿los celos se comen? ;)
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