Bien lo calificas como asombro. Estemos a la expectativa. Que la recurrente contemplación de las arboledas a medida que se dotan de su nuevo florecimiento nos encoja un poco menos de lo que estamos.
Tus versos sobre los árboles me han traído a la memoria los desvelos y el amor que el escritor Chateaubriand sentía por todos ellos. En su obra Memorias de Ultratumba hay una pasaje (que no he logrado localizar) en el que, con su habitual delicadeza, cuenta cómo los iba plantando. Los fue llevando desde de lejanos países que visitó hasta su jardín, y, al caminar entre los frágiles plantones, les dedicaba sus cuidados y pensamientos. Uno de tales pensamientos era recurrente: les “decía” que cuando ellos crecieran y fueran altos y fuertes, él, quizá, podría protegerse bajo sus sombras y disfrutar del espectáculo de sus altas copas y coloridos. Adelantándose así al asombro y al placer futuros. Ese mismo asombro que tú deslizas en tu verso > Solo resta el asombro Un abrazo, amigo Álvaro Medina de Toro
Un ataque masivo de spam me ha obligado a anular la posibilidad de comentarios anónimos en contra de lo que siempre ha ocurrido en La Acequia. En cuanto pueda solucionarlo, volverá a ser posible comentar de forma anónima.
Siempre pasa algo, pasa el tiempo que no es poco.
ResponderEliminarBien lo calificas como asombro. Estemos a la expectativa. Que la recurrente contemplación de las arboledas a medida que se dotan de su nuevo florecimiento nos encoja un poco menos de lo que estamos.
ResponderEliminarSiempre vivimos a la espera de algo o de alguien.Los árboles conocen su ciclo y no esperan.
ResponderEliminarNada para e o tempo menos ainda...
ResponderEliminarBesos, excelente fim de semana , meu amigo.
Contemplar, que no es poco.
ResponderEliminarSaludos
Francesc Cornadó
Pasan las estaciones, al ritmo de sus pájaros, flores... y paisajes con sus árboles desnudos que poco a poco el tiempo los va vistiendo.
ResponderEliminarBesos
Tus versos sobre los árboles me han traído a la memoria los desvelos y el amor que el escritor Chateaubriand sentía por todos ellos. En su obra Memorias de Ultratumba hay una pasaje (que no he logrado localizar) en el que, con su habitual delicadeza, cuenta cómo los iba plantando. Los fue llevando desde de lejanos países que visitó hasta su jardín, y, al caminar entre los frágiles plantones, les dedicaba sus cuidados y pensamientos. Uno de tales pensamientos era recurrente: les “decía” que cuando ellos crecieran y fueran altos y fuertes, él, quizá, podría protegerse bajo sus sombras y disfrutar del espectáculo de sus altas copas y coloridos. Adelantándose así al asombro y al placer futuros. Ese mismo asombro que tú deslizas en tu verso > Solo resta el asombro
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
Álvaro Medina de Toro
Ni imaginas, ¡Cuánto me gustaría, que el asombro y la tormenta, volviesen a sorprenderme...!
ResponderEliminar