Una mañana de octubre de 2010, me dediqué a fotografiar los rombos decorativos de la tapia que separaba la calle de la Estación de Valladolid de las vías del ferrocarril. Posiblemente, esta sea la única colección de imágenes que los reúne y da testimonio de su estado en ese año.
La tapia se levantó en los primeros años del siglo XX y sustituía a la antigua valla de madera, ya muy deteriorada. Con el paso del tiempo, tuvo que ser reparada en varias ocasiones y no conozco si los rombos pertenecen al muro original o son posteriores. Publiqué las fotografías en este blog, en una entrada que titulé Nacidos iguales. Motivos para una decoración interior en 38 versos, lo que me indica que originalmente eran treinta y ocho las imágenes (y los versos). En algún momento se perdieron dos y no sé explicar la razón, como si dos versos hubieran tomado la decisión de ser libres y dejar el poema inconcluso. Al subir las imágenes, el orden se ha invertido con respecto a al publicación original y no he querido corregirlo para constatar que la lectura no es igual que en 2010.
Traigo aquí de nuevo las imágenes porque la tapia está siendo derribada para construir el nuevo paso subterráneo que unirá el centro de la ciudad con el barrio de las Delicias y, después, las nuevas edificaciones que ampliarán la estación actual, que se ha quedado notablemente pequeña desde que llegara el tren de alta velocidad. Hay polémica en la ciudad. Por una parte, los partidarios del soterramiento del trazado ferroviario a su paso por el centro urbano; por otra, aquellos que ven el soterramiento imposible e intentan reducir el impacto de las vías que dividen la ciudad. En otras ciudades se optó por hacer un nuevo trazado y alejarlo varios quilómetros del centro, creando un problema de comunicación y servicios en las estaciones nuevas, que no ha sabido solucionarse correctamente en ninguno de los casos que yo conozco. Alejar el tren del centro de las ciudades es un error. De hecho, la mejor opción es siempre soterrar el trazado de las vías y dejar la estación en la ciudad. Sin embargo, la crisis económica que nos trajo la especulación urbanística -en la que entraban también las estaciones trasladadas fuera de la ciudad con la esperanza de que el furor inmobiliario rellenara los espacios vacíos-, detuvo muchos proyectos de soterramiento y es difícil que puedan recuperarse en décadas. Mientras tanto, las ciudades siguen divididas por el trazado ferroviario y hay que tomar decisiones que reduzcan este impacto para evitar que la situación se degrade más. No me parece mal la decisión que se ha tomado en Valladolid, que recupera la idea de que la estación de ferrocarril se quede en el centro y se convierta en un foco dinámico de atracción de viajeros -se levantará una nueva estación de autobuses comunicada con la del tren- y se modernice y embellezca todo el entorno, incluyendo nuevos pasos para peatones y automóviles, menos peligrosos y más abiertos. Es difícil, por no decir imposible, que en el próximo medio siglo sea posible un soterramiento y hay que tomar decisiones que eviten la degradación de los espacios y estructuras que se relacionan con el ferrocarril.
Y esto me devuelve a mis fotografías de 2010. No tengo añoranza por la tapia derribada ahora con la que crecimos todos los vallisoletanos, pero no dejo de pensar en estos treinta y seis rombos que nacieron iguales y el tiempo fue diferenciando y en los dos perdidos como esa parte de nuestra biografía que no sabemos dónde hemos colocado. Me miro en ellos y no sé cómo me ha tratado a mí el tiempo.
Seguro que el tiempo te ha tratado con más arrugas.
ResponderEliminarFelicidades a los vallisoletanos por quedarse la estación en el centro.
ResponderEliminarHay rombos y rombos. Para paciencia la del fotógrafo.
ResponderEliminarY ahí está la vieja estación de tren de Burgos que la mayoría no sabemos para qué la usan. El otro día pasé por delante en el autobús y había luz... Qué suerte tenéis en Valladolid. Feliz domingo, Pedro.
Una reflexión muy acertada:no todos han tenido los misma suerte motivada por los agentes externos...
ResponderEliminarUn tranquilo finde Pedro
Aqui, em tempos muito recuados as estações ferroviárias ficavam bem distantes das povoações, actualmente nem tanto.
ResponderEliminarConcordo contigo quanto à localização das estações e estou recordando a de Atocha em Madrid e a de Santa Apolónia em Lisboa.
Abraço, meu querido amigo, bom domingo e excelente semana
He alucinado con las fotografías de un espacio que me ha perseguido toda la vida, pero que fallece antes que yo. Visto así, parece poesía visual.
ResponderEliminarMe gusta esta "poesía visual", como indica Fackel.
ResponderEliminarQué acierto el que conserves esos 36 versos. Ahora pasarán a ser parte de la historia de esa estación de las Delicias- en Madrid hay otra con ese mismo nombre- que queda muy cerca de Atocha.
En pleno centro de la capital estará muy bien y no como la de Segovia o Burgos que se fueron tan lejos, tan lejos... que es un incordio para los viajeros.
Besos
Lo de los rombos... Interesante, Pedro.
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