Sin darse importancia alguna, amanece cada día. Esta mañana, me he asomado para verlo con la taza de café entre las manos. Cuántos, por menos, convocan una rueda de prensa.
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Mirando la ciudad, uno tiene la tentación de sentirse Fermín de Pas en la torre de la catedral de Vetusta. Desde allá arriba se sentía el dueño de su pequeño mundo porque controlaba los secretos de todos en el confesionario. El Magistral sabía que lo que importa de verdad no son los macrodatos, sino las revelaciones pequeñas de las miserias de la gente, el conocimiento de su intimidad, en donde se encuentran sus debilidades. ¿Hubiera detectado Google que acabaría enamorado de Ana Ozores?
Más inteligente aún el Diablo Cojuelo (me llamo de esta manera porque fui el primero de los que se levantaron en la rebelión celestial, y de los que cayeron y todo; y como los demás dieron sobre mí, me estropearon, y así quedé más que todos señalado de la mano de Dios y de los pies de todos los diablos, y con este sobrenombre), por ser menos soberbio que el Magistral y encargarse de las cosas pequeñas:
demonio más por menudo soy, aunque me meto en todo: yo soy las pulgas del infierno, la chisme, el enredo, la usura, la mohatra; yo traje al mundo la zarabanda, el déligo, la chacona, el bullicuzcuz, las cosquillas de la capona, el guiriguirigay, el zambapalo, la mariona, el avilipinti, el pollo, la carretería, el hermano Bartolo, el carcañal, el guineo, el colorín colorado; yo inventé las pandorgas, las jácaras, las papalatas, los comos, las mortecinas, los títeres, los volatines, los saltambancos, los maesecorales
A Cleofás, el estudiante que lo encontró en una buhardilla, huyendo de la justicia, lo sube a lo más alto para enseñarle la verdad de Madrid, la Babilonia española:
Y levantando a los techos de los edificios, por arte diabólica, lo hojaldrado, se descubrió la carne del pastelón de Madrid como entonces estaba, patentemente, que por el mucho calor estivo estaba con menos celosías, y tanta variedad de sabandijas racionales en esta arca del mundo, que la del diluvio, comparada con ella, fue de capas y gorras.
Cómo hubiera disfrutado el Cojuelo hoy, viéndonos enredados en intereses de poca monta, enriquecimientos personales, peleas tabernarias, banderazos, enredados en la zarza de la postverdad, es decir, de la mentira sentenciosa proclamada como verdad absoluta para derribar el sentido justo del lenguaje atándolo a ideologías totalitarias que tanto daño han provocado y hacer de estas tierras segunda Babilonia.
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En fin, que ha amanecido hoy un día espléndido. Frío en la noche, acogedor al solito del mediodía. Y que nadie me va a estropear este café de primera hora.
Las pulgas son el demonio
ResponderEliminarno tienen perdón de Dios.
Se arriman a las doncellas,
cosa que no haría yo...
... porque no quisieran ellas.
Nos salva el sólito del mediodía, el primer café de la mañana también.Ni Fermín de Pas, ni el Diablo Cojuelo, las sabandijas de la politiquería son del nivel de la vieja del visillo. Nunca se arrastraron tan bajo. Las pulgas del infierno pican lo suyo y juntas son enfermedad. Voy por el diccionario, no ese no...
ResponderEliminarDisfruta todo lo posible de ese cafelito que una vez terminado vendrá el llorar y el crujir de dientes.
ResponderEliminarSaludos
Así hay que ver el mundo, con perspectiva.
ResponderEliminarA falta de conocer las bondades del viejo arte de la esgrima donde todo se resolvía a la primera sangre, debemos entregarnos a batallas interminables para convencernos de que seguimos viviendo que no otra cosa es el motivo final de nuestras disputas digitales.
ResponderEliminarCreo que me atrae un poquito más el atardecer que el amanecer, pero si madrugo un poco, me gusta mirarlo, sin taza de café porque me sienta mal.
ResponderEliminarCreo que es verdad que cuando te subes a las cimas, en mi caso, solo de los montes, más o menos alto, te sientes poderosa. Lo del Magistral puede que dé todavía mucha más satisfacción, aunque esta no sea del todo sana.
Sí, el Diablo Cojuelo, hoy disfrutaría casi tanto como ahora lo hacen "los que nos espían" sin miramiento alguno, para ejercer su poder.
Besos