La primera blancura de la nieve
trae la feliz noticia del silencio.
La ciudad abandona su existencia,
deja de ser, no existe más, no importa.
Todo es ya cielo leve,
presente necesario,
imposición del tiempo que nos sana,
que busca nuestra infancia
como regalo. Tómala, eres tú
antes de ti. Tendrás un nuevo tiempo
de su mano si aceptas la promesa
de esta nieve que cae
hoy sobre la ciudad,
sin que se dé importancia,
como si siempre fuera
la condición del ser, ver cómo nieva
sobre todas las cosas y la gente.
La nieve, tiempo raso.
©Pedro Ojeda Escudero, 2021
Como sin darle importancia, pero que anuncia un año más en ese calendario de cada uno
ResponderEliminarMe gusta la nieve y la extraño...
Un don para la tierra, la nieve. Dicen los labradores. Y no solo estos.
ResponderEliminarA por ese nuevo tiempo. Silencio.
ResponderEliminarDo teu poema, gosto.
ResponderEliminarUma cidade completamente sob neve , assisti há poucos anos em Edimburgo e, sinceramente, não me agradou : além da brancura ficar rapidamente suja , a neve transforma-se em gelo e é um risco enorme de queda.
No campo e na serra, sim... adorei!
Beso, amigo mio
Y a su paso, con su gélida blancura, nos sonríe.
ResponderEliminarBesos, Pedro.
He sentido esa nieve rozando mi piel y el frío de la ciudad latiendo como un corazón salvaje.
ResponderEliminarQué bonito es leerte.
Un abrazo enorme, Pedro.
La nieve cae sobre los vivos y sobre los muertos (recordando a Joyce).
ResponderEliminarTrae la nieve, silencio y calma blanca en los copos de agua helada, que caen del cielo hasta la tierra para empaparlo TODO.
ResponderEliminarBesos