A veces una planta te confunde. No por ella, sino por el juego de sus nombres. He aquí una centaurea que podría ser una mantisalca salmantina o viceversa. Este segundo, esconde una diversión de quien se lo puso, puesto que partió del gentilicio para construir el nombre genérico a partir de un anagrama: son las mismas sílabas ordenadas de otra manera. No queda ahí el juego, puesto que siendo una centaurea pasó a ser otra cosa solo con el nombre y de una planta extendida por el mundo se llega a un localismo. Según parece, a la centaurea le pasa mucho, con sus más de 4000 denominaciones, casi todas sinónimas. Andan los expertos eliminando especies por reiterativas y provocando enfados en los lugares que presumían de dar nombre a un género o a una especie singular. A veces nos atropellamos así, apropiándonos de algo que es universal, como cuando decimos que en nuestra tierra eso es así o asá, como si no ocurriera lo mismo en otros lugares y hubiéramos inventado la rueda solo porque le pusimos el nombre de nuestro valle.
¡Qué hermoso lo de centaurea, sin embargo! Dice el mito que con esa planta se curó una herida el centauro Quirón y de así su nombre (propio de los centauros) y la medicina tradicional la ha usado como antibacteriana, antiséptica y antiinflamatoria, algunos afirman que combate la diabetes. No en vano, Quirón era un sabio frente a la brutalidad de sus congéneres. Algo más la rebaja el común, llamándola cabezuela, cardo de bolas, escobones (se usaba para fabricarlos de manera rústica) o verruguicas.
Yo me he quedado con la imagen de Quirón agachándose a recoger un puñado con el que preparar un emplasto para sanar la herida que le causó la torpeza al manejar las armas de Hércules. No agarró bien una flecha y esta le dio en un pie. El centauro se arrodilló y recogió de allí mismo un puñado de estas hierbas. El animal más poderoso e inquietante de la mitología en un gesto tan delicado.
Somos inventores natos de mitologías, un cardo del camino nos basta. Al principio era la palabra y llovieron palabras sobre las florecillaa del campo. Los botánicos complicaron las cosas, pero en esto cada uno va a su bola. En mi pueblo lo llamamos así o asao. Pensaré en centauros y en flechas si un día la descubro entre la hierba.
ResponderEliminarQué interesante lo que cuentas e invita a reflexionar. Fíjate cómo somos que hay millones de humanos y en cada lugar, y en cada lugar de cada lugar, se les denomina de manera diferente. Por cierto, algunos curan y muchos emponzoñan.
ResponderEliminarPues sí, es una planta muy común y abundante en los caminos y tierras sin cultivar.
ResponderEliminarNo tenía ni idea de la historia que comentas sobre su nombre, mitología y sus propiedades curativas. Hasta ahora para mí era un cardo de los pequeños y de color morado.
Besos
Qué bonito Pedro, el mundo de la poesía es un pañuelo;hace unos días me puse a traducir precisamente un poema de Hölderlin titulado "Quirón", dedicado al centauro, claro. Me quedan aún algunas estrofas por traducir, cuando lo termine lo comparto con una centaurea, me has inspirado. Gracias. La traducción la tengo encabezada con un "El amor es hábil y tiene manos". Un abrazo
ResponderEliminarRealmente, um texto bem interessante - como são sempre os teus.
ResponderEliminarBeso, amigo mio.