El día ha sido cambiante. Se levantó a la mañana despejado, luego se nubló y antes de anochecer nos ha regalado una luz limpia y nueva. Parece que quiere acompañar nuestro cambiante estado de ánimo. He estado a punto de escribir que a media mañana se anubló. A veces me detengo en palabras que no uso normalmente: anublar, nublo, como también invernizo. Estas palabras, como los buenos trozos de carne o dulce, llenan la boca: A mediodía estuvo nublo, pero también las personas pueden nublarse. Yo me nublé hace dos o tres días. Ya llovió, ya pasó la nube.
Ayer aprendí una palabra: ludia, que debe usarse solo en tierras extremeñas. La creí un localismo y la encontré en el Diccionario de la Real Academia, que la recogía. La busqué en su etimilogía y me llevé una sorpresa, como tantas veces. Ludia, que me ha llegado desde Extremadura como levadura o fermento (es decir, lo que se utiliza para hacer subir el pan), viene del latín levitus (elevado) a través de levitum - leudo - leudar - ludiar - ludio/a. Si estuviera aquí mi buen amigo Antonio Gutiérrez Turrión disfrutaríamos con esto, seguro. A él le gusta remontarse a la etimología de las palabras para comprenderlas mejor en su totalidad desde su origen y descifrar los añadidos posteriores. Así que lo que yo creía un localismo extremeño es una palabra que allí quedó del latín y que no he encontrado en otros lugares. Qué cerca tengo Extemadura desde aquí, pero qué imposible pisarla por ahora. Me ha llegado hasta el confinamiento una palabra suya y con eso ya está resuelto el día en positivo. Bueno, también me han hablado hoy del cojondongo extremeño, que desconocía y pienso consumir en cuanto apriete un poco el calor, tanto si nos han dado suelta como si no.
Acabo de ver un vídeo de un corzo corriendo por las calles de Valladolid hoy mismo. Se vio primero en Parquesol, pero la imagen que me ha sorprendido es descubrirlo cerca de la estación de autobuses, en pleno centro, al lado del Campo Grande. Corrió luego el Paseo de Zorrilla hasta Covaresa. Cuántas veces he pisado esos mismos lugares. El corzo extraviado, sorprendido, asustado. Notaba la presencia del ser humano, pero no nos veía. Ojalá haya encontrado la salida del asfalto. Que vuelva cuando la hierba haya cubierto las calles y la hiedra salvaje tape las fachadas de los edificios.
Sí, lo del corzo ha sido objeto de comentario por estos lares y veo que por muchos más... imagínate esa calle un día de no confinamiento la cantidad de coches que pasan por ahí... en cuanto nos hemos confinado, la naturaleza se muestra mucho más confiada, el peor depredador está encerrado, la vida vegetal y la vida animal están pletóricas...
ResponderEliminarMe ha llamado la atención el cojondongo, me ha picado la curiosidad y ahora ya sé qué es, gracias por la pista...
Está bien hurgar en la etimología de las palabras, a mí me gusta, pero soy lego en la materia, lo hago por aficición... pero se me olvida rápido...
Abrazo
De momento, confórmate haciendo pan con ludia, luego, ya veremos.
ResponderEliminarPor aquí los patos y sus crías suben de la orilla del río y van en procesión por las calles, creo que ahora más.
ResponderEliminarPues los días parecen primaverales, como nuestro ánimo, variable. Nubes y claros.
Un abrazo
Si eso ocurriera sería señal de muerte ¿no creés?.
ResponderEliminarNos nublamos y luego sale el sol.
ResponderEliminarSiempre me gustó que me contarán el origen de las palabras, cuentan la vida de los que las usaron por primera vez, son trozos de vida.
El corzo que aquí se paseó por el Palacio de la Isla tal vez se pasee ahora por el Espolôn, por lo más céntrico, como su congénere vallisoletano.
Tu entrada termina de una manera un tanto apocalíptica, aplacemos el fin del mundo. Venceremos.
Besos, Pedro.
Que no se nos nuble la voluntad de ser responsables con nosotros y con los que nos rodean.
ResponderEliminarPedro, por aquí también los días se "anublan" y eso hace que nosotros, quedemos ensombrecidos, porque en tiempos normales, también nos pasa, pero en días tan especiales como estos, nos parece que tienen otra nueva dimensión.
ResponderEliminarEs abril, el de las aguas mil y el de las aguarradillas de abril, unas ir y otras venir. Casi todo parece normal, hasta que aparece ese corzo, corriendo por Valladolid, o saltando las olas del mar en una playa desierta. ¡Es todo tan extraño!
Besos y adelante.
También a mi me gusta aprender sobre la etimología de las palabras, es así como se conoce a fondo una lengua, porque se penetra en el espíritu de la palabra y su razón de existencia.
ResponderEliminarEn Argentina se llama "harina leudante" a la que tiene levadura. Pero ludiar o ludio, nunca las había oído.
Besos
Ese corzo, como otros animales, disfrutan de tranquilidad
ResponderEliminary esparcimiento ahora que estamos confinados. Y que decir de las plantas... que se regocijan, expanden y florecen.
La Naturaleza tiene, por fin, un respiro.
En el centro de Gijón apareció un jabalí, concretamente en un solar fruto de los tiempos de la burbuja inmobiliaria que de momento se quedó en parque para perros, y jabalís. Pero los jabalís hace mucho que merodean nuestras ciudades. Ahora comprendemos que ellos eran tan solo una avanzadilla.
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