Esta mañana tenía el cielo color de infancia: azul escolar y blanco nube. Del estuche sacábamos las pinturas y llenábamos el papel de colores puros y formas simples. Nunca fui el más hábil dibujando. Azul escolar y blanco nube: la hierba era verde y el sol amarillo.
Hoy he recitado en las redes sociales la Canción de jinete de Federico García Lorca porque Isabel Ortiz me lo pidió para recordar su tierra, que no podrá visitar este año. No debería pasárseme preguntar a Pilar María Martínez y María José Serrano por aquella su ciudad. ¿Qué pasará con los patios en este mayo que ya se nos avecina? Con las puertas cerradas a las visitas, pero tan llenos de sombra y luz, macetas y paredes blancas. Pilar fue responsable de organizarme allí la presentación de mi libro de poesía piel y María José cedió el patio de su Hostel Myflowers para la ocasión. Ambas nos trataron con tanto cariño, que aún recuerdo todos los pormenores, como el paseo con Pilar, su esposo y su hija por la ciudad. Hasta allí acudió también Amparo desde Jerez de la Frontera y Jesús Garrido con la familia, desde Jaén. ¿Luce el sol igual en Córdoba estos días? Qué pregunta, como si el sol no luciera porque le faltáramos nosotros...
La noticia de la jornada es que ha descendido el número de muertos a causa de la epidemia vírica por debajo de los cuatrocientos. Nadie puede negar que las medidas tomadas están logrando controlar la extensión letal del virus, pero cuánto dolor aún por llegar.
Se habla también de cómo dejar salir a los niños de casa la próxima semana. Un tiempo corto y vigilado. ¿Cómo marcará a los niños esta experiencia? Pienso también en los jóvenes que comienzan a vivir el mundo de las relaciones sentimentales y recuerdo el miedo que recorrió a mi generación cuando se extendió el SIDA causado por el VIH (la primera noticia que en el primer mundo tuvimos de que una pandemia podía afectarnos a todos desde hace más de un siglo). El terror a lo desconocido, la extensión de las teorías conspiranoicas sobre su origen, el triunfo de la información y el éxito de la medicina que ha conseguido que se convierta en una enfermedad crónica y no en una muerte segura y marginada como fue en los primeros años. Se generó temor a las relaciones sexuales y cambió alguno de nuestros hábitos. ¿Sucederá lo mismo con estos jóvenes que durante un tiempo deberán guardar una distancia entre personas? Sin embargo, cuando eres joven te crees inmortal. En un sentido profundo del término, lo eres.
A lo largo de la tarde se ha ido cubriendo el cielo. Anochece lento, se notan ya los días.
Amigo mío, el primer párrafo es de antología. Te felicito.
ResponderEliminarHabrá que ir buscando remedios, medicinas o vacunas para conseguir erradicar esta epidemia. Con el SIDA se consiguió convertir una enfermedad mortal en una enfermedad crónica, gracias al avance de la medicina y la farmacología. Hay que trabajar en este sentido y que los poderes públicos dispongan todos los recursos necesarios y más, para que la investigación científica obtenga los resultados con éxito. Los resultados científicos han de ser públicos y a disposición de todo el mundo. La ciencia debe compartirse, jamás debe quedar confinada entre patentes o intereses comerciales.
Y que todos nosotros nos vayamos mentalizando de que tendremos que convivir con las consecuencias de esta pandemia, hay que adaptarse: "adaptarse o morir". Olvidémos de despilfarros y ostentaciones, extendamos redes de colaboración y solidaridad, no levantemos fronteras, trabajemos juntos...
Abrazos.
Francesc Cornadó
Ayer llovió a cantaros, el agua no se llevó el virus.
ResponderEliminarHablamos todos los días con Granada y Almería, lejos pero cerca. Los jóvenes viven todo esto de otra manera, no suelen ser población de riesgo y creen que no les tocará. Sexo, drogas y rock and rollo, pero llegó el sida, sobredosis... sólo quedó el rock, más domesticado.
ResponderEliminarVamos tirando, entre todos. Un abrazo
En la caja de pinturas había una de color negro que a los niños nos parecía inútil. En la infancia los colores son tal y como viven en el estuche. No faltan las nubes ni el cielo azul, con su sol amarillo y algún pájaro que vuela. Ni la hierba verde salpicada de flores, las montañas picudas y marrones con su poquito de nieve como un helado de cucurucho, la casita de tejado rojo con su camino, los árboles copudos con sus manzanas coloradotas...Los dibujos de los niños confinados serán también así, espero. No sabemos el alcance de esta extraña situación, confío en que no les marque en sentido negativo, la infancia tiene sus armas. La juventud también las tiene. Tal vez les ayude el sentirse inmortales, no sé.
ResponderEliminarMi madre recuerda, sin amargura, los tres años de guerra, más que confinada y con la amenaza de los bombardeos.
Parece que esto va mejorando, ánimo y salud, Pedro.
El primero de los días azules de Machado, a los que se sucederán más pronto, ya verás. En los niños y en los jóvenes, este tiempo de no libertad dejará huella, tiene que ser así, porque son los responsables de que el mundo cambie en el futuro.
ResponderEliminarLa primera frase me encanta, ese azul escolar y blanco nube.
ResponderEliminarTe he oído tu Canción del jinete de Lorca y sí yo también he pensado en esos patios floridos de Córdoba que ahora, estarán solitarios, pero tan bellos como siempre.
La pandemia, parece que poco a poco se va controlando, esperemos que siga así, pero nuestra vida, será distinta, después de esta triste y amarga experiencia.
Besos
Creo que la juventud, por muy inmortal que se crea, gestionará los tiempos y los espacios con sumo cuidado, un confinamiento así y los números estadísticos de la letalidad del virus aconsejan más prudencia que temeridad... es bueno el descenso del número de muertos, ojalá ese número fuera cero... pero el bicho sigue activo y nos acecha en todas partes...
ResponderEliminarSe notan los días sí...