Estos días de confinamiento tengo la sierra a la vista como una tentación constante. Allí está y recorro con la imaginación sus callejas y los caminos que trepan hacia el agua. Comprendo la dureza de la condena de Tántalo.
Es curioso. Echo de menos, sobre todo, andar sin dirección fija. Con las manos en los bolsillos, despreocupado, como quien no tiene más oficio que no ir a ningún sitio en concreto.
Echo de menos, aquí, ver el cambio de las estaciones, algo que sí ocurría cuando trabajaba en Cataluña y me desplazaba cuarenta kilómetros diariamente. En fin, aguantaremos todo. Ir sin rumbo fijo es fantástico. Seguro que conoces la deriva situacionista, claro.
ResponderEliminarUn abrazo
Lo suficiente que me prohíban para que me entren ganas de salir al campo, a nadar, a perderme.
ResponderEliminarLo suficiente que me prohiban para que me entren mas ganas de salir, pasear, nadar,perderme.
ResponderEliminarSaludos
Ponemos a prueba la mente. Andamos sin andar: a través de libros, películas, fotos, recuerdos, ejercicios suaves de conversación si estamos con alguien...No es lo mismo, es otra cosa. Ya recuperaremos el andar integral cuando pase. Ve haciendo planes, es una manera de pre-andar.
ResponderEliminar(¿Qué tal lo llevas?)
Nunca hemos vivido algo así y nos han roto los esquemas. Me voy a mí paseo pasillo, con la imaginación..
ResponderEliminarSalud y ànimo
Dentro de todo lo feo, la Naturaleza, nos lo agradecerá...
ResponderEliminarBesos pacientes, y a la espera, Pedro.
Te comprendo perfectamente, a mí me pasa lo mismo. Me gusta tanto, caminar sin rumbo!
ResponderEliminarBesos
Me he concienciado tanto, Pedro, que no quiero ni andar. No sé si es bueno...
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