Hoy el día no ha sido bueno. En realidad, el día sí: salió el sol por encima de la sierra, que aún guarda la nieve caída al principio de semana; aunque no ha hecho calor, todo ha estado en su orden, incluso ha llovido un poco; anochece tranquilo, regalándonos un cielo de matices. El día ha seguido su curso, pero nosotros no. Tendremos que acostumbrarnos a jornadas así en el confinamiento, atravesaremos muchos estados anímicos diferentes. El de hoy no ha sido bueno.
En casa solo hemos salido un día a comprar lo imprescindible y yo he bajado la basura un par de veces desde que nos encerramos, nada más. No tienen más fortuna aquellos que deben salir a diario por motivos de trabajo: las calles están vacías, el bar en el que tomaban café a diario cerrado, no es recomendable entrar en ningún sitio ni rozar nada, no puedes acercarte a nadie, vas de casa a trabajo y vuelves con la incertidumbre de en qué momento vas a contagiarte tocando una superficie, pulsando el botón del ascensor, apoyándote en la barandilla de la escalera o pasando junto a alguien que tosa, no sabes en qué momento imprudente te infectarás -o tu ropa, o la bolsa de la compra- y llevarás el virus a tu casa, a tu familia. Quizá tú pertenezcas a la mayoría de los infectados, los que no tendrán síntomas, pero no sabes quién de tu entorno caerá enfermo por un gesto inconsciente tuyo o una imprudencia tuya.
En casa solo hemos salido un día a comprar lo imprescindible y yo he bajado la basura un par de veces desde que nos encerramos, nada más. No tienen más fortuna aquellos que deben salir a diario por motivos de trabajo: las calles están vacías, el bar en el que tomaban café a diario cerrado, no es recomendable entrar en ningún sitio ni rozar nada, no puedes acercarte a nadie, vas de casa a trabajo y vuelves con la incertidumbre de en qué momento vas a contagiarte tocando una superficie, pulsando el botón del ascensor, apoyándote en la barandilla de la escalera o pasando junto a alguien que tosa, no sabes en qué momento imprudente te infectarás -o tu ropa, o la bolsa de la compra- y llevarás el virus a tu casa, a tu familia. Quizá tú pertenezcas a la mayoría de los infectados, los que no tendrán síntomas, pero no sabes quién de tu entorno caerá enfermo por un gesto inconsciente tuyo o una imprudencia tuya.
No hay que vivir con miedo, sino con responsabilidad, pero lo que comenzó siendo una noticia lejana de una provincia de China, ya está en tus círculos de conocidos. En los dos últimos días hemos tenido noticia de personas populares que han fallecido, aquellos que están en la memoria de los años recientes de España, pero también amigos y familiares. Deseas con toda tu fuerza que se quede ahí, que la inundación no llegue más cerca.
Por las redes sociales corren bulos y teorías conspiranoicas sobre la epidemia vírica, su origen, su desarrollo y los intereses geoestratégicos, políticos y económicos que pudiera esconder. Mensajes burdos en los que se juega trufando verdades y mentiras y que pueden aplicarse para un caso y el contrario, para acusar a unos o a los de enfrente. También aparecen gurús, salvadores y opinantes de varios pelajes, gente que pretende saber más que un científico que lleva toda la vida dedicándose a estudiar el comportamiento de los virus. En todos los momentos de confusión aparecen los mercachifles y los que obtienen ganancia en río revuelto. No suelo abrir ninguno de esos mensajes, pero cuando lo hago por curiosidad o porque no me doy cuenta, me asombro de que funcionen técnicas tan burdas de manipulación a principios del siglo XXI. Seguimos igual que cuando durante los brotes de peste en la Edad Media recorrían los caminos procesiones de disciplinantes para pedir perdón a Dios y que este retirara la enfermedad, cuando se asesinaba a los judíos de las ciudades en las que entraba la epidemia porque se les acusaba de haber envenenado el agua o la matanza de frailes de 1834 porque se les señaló como causante del cólera de aquel año. Qué fácil es usar el miedo de la gente.
Por las redes sociales corren bulos y teorías conspiranoicas sobre la epidemia vírica, su origen, su desarrollo y los intereses geoestratégicos, políticos y económicos que pudiera esconder. Mensajes burdos en los que se juega trufando verdades y mentiras y que pueden aplicarse para un caso y el contrario, para acusar a unos o a los de enfrente. También aparecen gurús, salvadores y opinantes de varios pelajes, gente que pretende saber más que un científico que lleva toda la vida dedicándose a estudiar el comportamiento de los virus. En todos los momentos de confusión aparecen los mercachifles y los que obtienen ganancia en río revuelto. No suelo abrir ninguno de esos mensajes, pero cuando lo hago por curiosidad o porque no me doy cuenta, me asombro de que funcionen técnicas tan burdas de manipulación a principios del siglo XXI. Seguimos igual que cuando durante los brotes de peste en la Edad Media recorrían los caminos procesiones de disciplinantes para pedir perdón a Dios y que este retirara la enfermedad, cuando se asesinaba a los judíos de las ciudades en las que entraba la epidemia porque se les acusaba de haber envenenado el agua o la matanza de frailes de 1834 porque se les señaló como causante del cólera de aquel año. Qué fácil es usar el miedo de la gente.
Piensas en cómo afecta esta epidemia a comunidades y personas menos privilegiadas que tú. Aquellos que viven en casas compartidas entre varias familias, los sin techo, los que viven solo y la soledad les pesa, las mujeres que conviven con su maltratador, las personas que abarrotan los centros de internamiento de inmigrantes, los campos de refugiados.
El sol se pone, como todos los días. Ya se ha puesto, no puedo distinguir la Peña de Francia. Mañana será otro día.
El sol se pone y el sol sale cada día. Y a ver lo que trae.
ResponderEliminarEn el fondo somos unos privilegiados.
ResponderEliminarA seguir siéndolo, y sé que los seguidores de Pedro entendéis perfectamente lo que digo.
En esta grave crisis vírica, se han puesto encima de la mesa 200.000 millones de euros, alguien se los quiere meter en el bolsillo y repartirlo entre los amiguetes, los fake, bulos, ataques al gobierno y a su coalición están siendo enormes, todo vale, veremos si aguanta y si nosotros, los ciudadanos, dejamos hacer a esa panda de sinvergüenza que aprovechen la pandemia para intentar incrementar sus arcas.
ResponderEliminarUna reflexión sincera y dura, la tuya. La comparto. He elegido un camino interior de contención. No solo por mor de las circunstancias, sino que me pide el pensamiento comprender lo que pueda y aquello que no alcance mejor no menearlo. No quiero caer ni en pesimismos ni en optimismos ni en catastrofismos tan propios de indignos políticos que buscan beneficios y que mucha gente difunde sus bulos y mezquindades.
ResponderEliminarHoy me han pasado un enlace que acaso conozcas, yo no lo conocía, que parece que se dedica a desmentir y contrarrestar mentiras, bulos y rumores imbéciles. Lo seguiré en la medida que vea en él honestidad:
https://www.newtral.es/
Los días pasarán. Retornaremos la normalidad. Peor quienes nunca la volverán a tener.
El virus ha venido acompañado de un montón de patrañas repugnantes y uno ya se ha cansado de pedirle a la gente en las redes sociales que filtre la información, que no reenvíe mierda. Lamentablemente a medida que pasen los días, si no remite la infección, las mentiras y el politiqueo vil y casi diría golpista se irá incrementando. Si la cosa va mejor en cambio volveremos a cierto grado de equilibrio que incluso conseguirá que valoremos las cosas que se han hecho bien desde diferentes instancias.
ResponderEliminarVeremos.
Me gusta leerte. Es difícil encontrar opiniones que sirvan a esta situación, pero creo que la tuya lo hace. Seguramente haremos, la mayoría, lo que sabemos hacer mejor, escribir, tocar, componer, leer, mirar.
ResponderEliminarUn abrazo
Me gusta leer las reflexiones de los que escriben sobre las emociones que os produce el confinamiento. Interesante tu reflexión.
ResponderEliminarEs muy duro lo que nos está tocando vivir, y hay días que vemos un poquito el sol, más que otros, pero es inevitable que todo esto nos produzca incertidumbre, temor y ansiedad, porque somos humanos, y es pura realidad, aunque a veces creamos que tal vez se trate de una pesadilla o película dramática y de terror. Tantas muertes. Y pensar que nos puede tocar a cualquiera.
Mucho ánimo.
Un abrazo.
La verdad es que sólo cuando toquemos fondo nos daremos cuenta del valor de volvernos a reunir. A tocarnos, a respirar el mismo aire... ojalá la mayoría empiece a comprender que no hay sombreros de mago ni varitas!
ResponderEliminarPrimera vez que leo la palabra "mercachifles", pero me gusta, es muy gráfica. Siempre los hay, los que lucran con el dolor ajeno, los que utilizan el miedo de la gente para sus intereses más ruínes. Lingüistas que se meten a politólogos creando teorías burdas conspiro-paraniocas, tal el caso de Chomsky. En fin, que los hay.
ResponderEliminarPero también se manifiestan en momentos de crisis personas altruistas y solidarias que brindan consuelo, asistencia y creatividad de forma desinteresada.
Besos
Miro el horizonte y pienso cómo nos han robado esos momentos de paz que sentíamos, cuando mirábamos ocultarse el sol.
ResponderEliminarBesos
somos privilegiados los que no estamos contagiados, los que tenemos un techo y una ventana o un balcón por donde entra la luz. Estamos encerrados pero saldremos. Lo que me pregunto es ¿saldremos habiendo aprendido alguna lección?
ResponderEliminar¡Qué bien lo cuentas, Pedro! Así estamos todos, encogidos hasta el tuétano...
ResponderEliminarUn poco de sensatez ya les hace falta a más de uno y de dos.
Ánimo y que no decaiga!
Besos.
;)
Pedro, pienso en los que tienen mal ambiente en su casa, en los que tienen mala compañía para vivir este encierro, en los que no pueden refugiarse en su rincón y punto.
ResponderEliminarPienso en ellos también.