Quizá mi pasaje preferido de la novela de Larra es cuando se nos describe a Elvira como lectora. Sucede en el capítulo VII, cuando ya hemos visto explotar el conflicto de la ambición de don Enrique de Villena e intuimos el volcán amoroso que devora a Macías y a Elvira:
Sentóse cerca de la lumbre, después de haber dado las oportunas disposiciones para que durante la noche no faltasen sus dueñas del lado de la condesa, y púsose a leer un manuscrito voluminoso, que entre otros muchos y muy raros tenía don Enrique de Villena, por ser libro que a la sazón corría con mucha fama y ser lectura propia de mujeres. Era éste el Amadís de Gaula. (...) El carácter de Elvira simpatizaba no poco con las ideas de amor, constancia eterna y demás virtudes caballerescas que en aquel libro leía; hubiera dado la mitad de su existencia por hallarse en el caso de la bella Oriana, y aun no le faltaba a su imaginación ardiente un retrato de Amadís cuya fe la hubiera lisonjeado más que nada en el mundo; era éste un mancebo generoso de la corte de Enrique III, a quien había conocido desgraciadamente después que a Fernán Pérez de Vadillo. Habíase casado, en verdad, ciegamente apasionada del hidalgo; pero desde su boda hasta el punto en que la encuentra nuestra historia, se había ensanchado considerablemente el círculo de sus ideas. Fernán Pérez, por el contrario, era siempre el mismo que en otro tiempo había cautivado sin mucho trabajo el inocente corazón de la niña Elvira; pero ésta no era ya la amante que se había prendado de Fernán Pérez; su carácter se había desarrollado de una manera prodigiosa, y un foco de sensibilidad y de fogosas pasiones creado nuevamente en su corazón, había producido en su existencia un vacío de que ella misma no se sabía dar cuenta.
En este pasaje Larra juega con dos cosas que lleva a la época de Macías pero que él conoce en su tiempo y que algunos asocian con los detalles autobiográficos que parece contener esta narración. En primer lugar, la mujer -y, en especial, la mujer joven- se había convertido en una lectora asidua de novelas. Ya lo era antes -mucho antes de lo que se suponía-, pero lo será con mayor intensidad a partir del siglo XIX. En segundo lugar, vincula la lectura con el despertar de la insatisfacción de la joven Elisa. Ella ha crecido, ha cambiado, lo que no ocurre con su esposo. Este carácter de la mujer insatisfecha está en el germen de gran parte de la narrativa del siglo XIX y Larra lo trata en esta novelita histórica como un sello de modernidad.
Son muchas las veces que el trovador Macías ha sido tratado en la literatura. Se conoce poco de él con certeza y creció la leyenda sobre su figura, su obra (un puñado de poemas escritos posiblemente entre 1340 y 1370, muy del gusto del amor cortés de la época) su vida y, sobre todo, su muerte. Los versos que se conservan -en especial los del Cancionero de Baena- y las primeras notas biográficas (Rodríguez del Padrón, por ejemplo) nos hablan de un caballero enamorado que cometió la osadía de enamorarse de quien no debía y traspasar las normas del amor cortés que permitían cortejar sin ser imprudente. La leyenda hace que muera a manos del marido ultrajado según los códigos morales que regían y que el trovador y su amada se conviertan en ejemplo de amor desgraciado e imposible. La leyenda fue recogida y tratada por diversos autores hasta que llegó a manos de Larra. En el teatro, por Lope de Vega (Porfiar hasta morir) y Bances Candamo (El español más amante y desgraciado Macías). Es de suponer que Larra conocía ambas cuando en 1833 escribe su Macías, drama histórico en cuatro actos y en verso, obra que no se estrenará por problemas con la censura hasta 1834, convirtiéndose en uno de los primeros dramas históricos románticos españoles.
Hay diferencias y similitudes en la forma en la que Larra aborda la leyenda de Macías en sus dos versiones. Como obra de teatro, Macías pone su foco en el drama amoroso y su choque brutal contra unos códigos morales con los que la sociedad impide la libertad de amar. Larra no se atreve a dar el salto total al formato nuevo del drama romántico y eso condiciona la obra, aunque no el mensaje fundamental que pone sobre la escena. Como novela histórica, El doncel de don Enrique el doliente desarrolla más la historia del trovador enamorado, los conflictos entre los personajes y las intrigas en la acción. Pero, sobre todo, se extiende en un elemento: la ambición de poder de don Enrique de Villena, que irrumpe en la historia pasonial y la tensiona más. El doncel es esto, sobre todo, un choque brutal entre los jóvenes que sienten como románticos y una sociedad marcada por las luchas de poder. Pierden aquellos, claro.
Sentóse cerca de la lumbre, después de haber dado las oportunas disposiciones para que durante la noche no faltasen sus dueñas del lado de la condesa, y púsose a leer un manuscrito voluminoso, que entre otros muchos y muy raros tenía don Enrique de Villena, por ser libro que a la sazón corría con mucha fama y ser lectura propia de mujeres. Era éste el Amadís de Gaula. (...) El carácter de Elvira simpatizaba no poco con las ideas de amor, constancia eterna y demás virtudes caballerescas que en aquel libro leía; hubiera dado la mitad de su existencia por hallarse en el caso de la bella Oriana, y aun no le faltaba a su imaginación ardiente un retrato de Amadís cuya fe la hubiera lisonjeado más que nada en el mundo; era éste un mancebo generoso de la corte de Enrique III, a quien había conocido desgraciadamente después que a Fernán Pérez de Vadillo. Habíase casado, en verdad, ciegamente apasionada del hidalgo; pero desde su boda hasta el punto en que la encuentra nuestra historia, se había ensanchado considerablemente el círculo de sus ideas. Fernán Pérez, por el contrario, era siempre el mismo que en otro tiempo había cautivado sin mucho trabajo el inocente corazón de la niña Elvira; pero ésta no era ya la amante que se había prendado de Fernán Pérez; su carácter se había desarrollado de una manera prodigiosa, y un foco de sensibilidad y de fogosas pasiones creado nuevamente en su corazón, había producido en su existencia un vacío de que ella misma no se sabía dar cuenta.
En este pasaje Larra juega con dos cosas que lleva a la época de Macías pero que él conoce en su tiempo y que algunos asocian con los detalles autobiográficos que parece contener esta narración. En primer lugar, la mujer -y, en especial, la mujer joven- se había convertido en una lectora asidua de novelas. Ya lo era antes -mucho antes de lo que se suponía-, pero lo será con mayor intensidad a partir del siglo XIX. En segundo lugar, vincula la lectura con el despertar de la insatisfacción de la joven Elisa. Ella ha crecido, ha cambiado, lo que no ocurre con su esposo. Este carácter de la mujer insatisfecha está en el germen de gran parte de la narrativa del siglo XIX y Larra lo trata en esta novelita histórica como un sello de modernidad.
Son muchas las veces que el trovador Macías ha sido tratado en la literatura. Se conoce poco de él con certeza y creció la leyenda sobre su figura, su obra (un puñado de poemas escritos posiblemente entre 1340 y 1370, muy del gusto del amor cortés de la época) su vida y, sobre todo, su muerte. Los versos que se conservan -en especial los del Cancionero de Baena- y las primeras notas biográficas (Rodríguez del Padrón, por ejemplo) nos hablan de un caballero enamorado que cometió la osadía de enamorarse de quien no debía y traspasar las normas del amor cortés que permitían cortejar sin ser imprudente. La leyenda hace que muera a manos del marido ultrajado según los códigos morales que regían y que el trovador y su amada se conviertan en ejemplo de amor desgraciado e imposible. La leyenda fue recogida y tratada por diversos autores hasta que llegó a manos de Larra. En el teatro, por Lope de Vega (Porfiar hasta morir) y Bances Candamo (El español más amante y desgraciado Macías). Es de suponer que Larra conocía ambas cuando en 1833 escribe su Macías, drama histórico en cuatro actos y en verso, obra que no se estrenará por problemas con la censura hasta 1834, convirtiéndose en uno de los primeros dramas históricos románticos españoles.
Hay diferencias y similitudes en la forma en la que Larra aborda la leyenda de Macías en sus dos versiones. Como obra de teatro, Macías pone su foco en el drama amoroso y su choque brutal contra unos códigos morales con los que la sociedad impide la libertad de amar. Larra no se atreve a dar el salto total al formato nuevo del drama romántico y eso condiciona la obra, aunque no el mensaje fundamental que pone sobre la escena. Como novela histórica, El doncel de don Enrique el doliente desarrolla más la historia del trovador enamorado, los conflictos entre los personajes y las intrigas en la acción. Pero, sobre todo, se extiende en un elemento: la ambición de poder de don Enrique de Villena, que irrumpe en la historia pasonial y la tensiona más. El doncel es esto, sobre todo, un choque brutal entre los jóvenes que sienten como románticos y una sociedad marcada por las luchas de poder. Pierden aquellos, claro.
(El próximo jueves haremos el balance final del curso y anunciaré las lecturas del próximo, en el que habrá algunas variaciones en el formato que espero sean del interés de todos.)
De esta novela hay suficientes ediciones en el mercado y tenéis una buena edición digital de acceso y descarga gratuita en este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Con este título damos por terminado el curso.
Noticias de nuestras lecturas
Mª Ángeles Merino da un acertado tono poético a su entrada de esta semana para comentar el concepto trágico del amor romántico que hallamos en la novela de Larra. No te lo pierdas.
El próximo martes tendremos la reunión mensual del Club de lectura en Burgos, en esta ocasión también para clausurar el curso y hablar del siguiente. Será ante un café o una cerveza en una terraza veraniega. Los habituales recibirán un mensaje con el lugar y la hora. Aquellos interesados en acudir, pueden escribirme un correo electrónico aunque no pertenezcan al formato presencial del club y les hago llegar la información.
El próximo martes tendremos la reunión mensual del Club de lectura en Burgos, en esta ocasión también para clausurar el curso y hablar del siguiente. Será ante un café o una cerveza en una terraza veraniega. Los habituales recibirán un mensaje con el lugar y la hora. Aquellos interesados en acudir, pueden escribirme un correo electrónico aunque no pertenezcan al formato presencial del club y les hago llegar la información.
Comienzo a recoger sugerencias de lecturas para el próximo curso. Recordad que leeremos en común diez títulos -uno al mes-, alternando autores vivos con clásicos, siempre en español. Podéis dejar vuestras sugerencias como comentario a esta entrada, a través de correo electrónico o en mi muro de Facebook o en el del Club de lectura (os invito a seguirlo a través de este enlace).
Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos. El listado de lecturas del presente curso, en este enlace
A mí también me gusta mucho la lectora Elvira, llena del espíritu caballeresco del Amadís. Tanto que se arriesga a ser torturada y perder la vida por señalar al raptor de su amiga María. Una mujer insatisfecha, el choque del amor con la realidad cotidiana. Muy romántico y nada medieval, pero a quién importa eso.
ResponderEliminarEl amor que mata y anonada, algo muy literario...o eso creía yo...
Me gusta el lugar que habéis elegido para la reunión, muy cotidiano para mí y tan venerable. Es donde la Andrea de Nada tomaba el té conmigo y devoraba el pastel.
Besos Pedro.
Esta Elvira lectora de manuscritos no deja de ser anacronismo, aunque muy bien traído por Larra para sus propósitos, y de paso para los nuestros, porque nos acrecienta las virtudes morales e intelectuales de la heroína.
ResponderEliminarEs difícil que una mujer, aunque fuera de clase alta, supiera leer en aquellos años, y más que don Enrique de Villena le prestara uno de los apreciados volúmenes de su biblioteca. ¡Un libro en manos de una dama de su esposa! Así, como si fuera la biblioteca del barrio.
Dicen que el Marqués de Santillana llegó a reunir más de dos mil volúmenes en su biblioteca, algo que sigue siendo hoy una cifra muy alta. Si tenemos en cuenta que todavía no se había inventado la imprenta, estamos ante verdaderos prodigios.
Supongo que hay muchos libros sobre la guerra civil, pero sugiero uno: "A sangre y fuego", de Chaves Nogales.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Qué clase más linda!
ResponderEliminarQue tengan una linda reunión hoy,
brindo, desde aquí, con uds.
No estoy de acuerdo con lo que MARIA DEL CARMEN comenta aquí arriba:
Por más restricciones que hubiera para la educación-lectura,
siempre ha habido mujeres que rompieron las reglas que
su época les imponía. Existen ejemplos bien documentados.
Abrazos