Los equilibristas, en el circo, andan sobre la cuerda floja y ejecutan sus ejercicios después de horas de preparación y algunos accidentes. Alehop. Hay un tipo de payaso equilibrista que hace lo mismo pero con una dificultad añadida. Juegan con el espectador, al que hacen creer primero que no dominan la dificultad del número y cometen errores que provocan la risa. Somos así, nos reímos de aquel que intenta lo que nosotros somos incapaces de hacer. Solemos tener pudor ante la posibilidad hacer una cosa mal y por eso ni siquiera nos ponemos a ello. El payaso equilibrista sigue intentándolo, después de caerse, golpearse, quedarse colgado, molestar al resto del grupo, pero sigue y hay un momento, al final del número, en el que nos asombra. En unos pocos minutos condensa todos los años de práctica que le han llevado a controlar el equilibro en esa cuerda floja, desde la torpeza hasta el control más dificultoso. Y aplaudimos como si nosotros mismos lo hubiéramos conseguido.
De niños jugábamos a guardar el equilibro en los bordillos. Algunos compañeros de la pandilla eran expertos y pronto buscaban más riesgos en tapias, murallones y tejados. Siempre los tuve envidia porque nunca fui ni muy ágil ni muy arriesgado, casi siempre me tenía que bajar del bordillo tras caminar unos pocos metros. Mira al frente, me decían. Y yo era incapaz de hacerlo, mirando torpe las puntas de mis pies.
En el fondo, todos caminamos por una cuerda floja aunque no seamos conscientes de ello. Hasta los más cautelosos. Basta un pequeño empujón para que nos demos cuenta. Por eso mismo deberíamos ejercitarnos más como el payaso equilibrista y seguir intentándolo, con temores, con caídas, pero siempre. Porque, de pronto, algo o alguien nos empuja y nos ha quitado la red y descubrimos que no somos meros espectadores de lo que pasa sino que estamos en el centro de la pista y tenemos que actuar porque la vida no se para.
Hola Pedro, cómo disfruto las metáforas...
ResponderEliminarSoy valiente, me han dicho...
osada otros...lo que sea!
Me gustan los desafíos y soy curiosa.... lista la receta! ;-)
Si llegamos a este planeta es porque vinimos a bailar... si no aprendes...
tendrás que bailar igual! ;-)
beso,
Ali
En la cuerda floja estamos desde que somos pensados, no es lo mismo caer en una casa de "posibles" que en el barrio de la mina, e incluso naciendo en ambos lugares siempre, hasta morir, andaremos haciendo equilibrio.
ResponderEliminarSaludos
Bueno, hay una forma de mirar esto: mientras eres el hijo, no importa tanto que te caigas o que el equilibrio sea precario; cuando eres el padre, tú eres la cuerda sobre la que bailan tus hijos.
ResponderEliminarUn abrazo
Nunca he sido buena equilibrista, pero como
ResponderEliminarmalabarista, pocos me ganan ;-)
(Cosas de la vida)
Besos
Todos nos hemos caído del bordillo alguna vez. De niños y de no tan niños.
ResponderEliminar¡Huyyy, yo soy una patosa de mucho cuidao!
ResponderEliminarPero, se me da bien guardar el equilibrio, en eso he adquirido mucha destreza.
Veremos cómo salimos parados de toda esta movida, que ya llevamos un rato largo subiendo y bajando del bordillo...
besos!
;)
El horizonte es la barra que ayuda a mantener el equilibrio. Pero agarrarse a él sin torcerlo también requiere cierto entrenamiento.
ResponderEliminarPor cierto, también me encanta la foto, llena de planos y de sugerencias.
Creo que la red es una ilusión. Vivimos sin ella.
ResponderEliminarUn abrazo
Y esa cuerda floja es imparable... se llama Vida.
ResponderEliminarBesos, Pedro.